El anecdotario mexicano de los remoquetes de la política es ancestral. Cuentan que cuando El Tlacuache Garizurieta fue embajador de México en Honduras, un general avecindado se acercó a pedirle trabajo, advirtiéndole que tenía un problema: le faltaban los testículos. A lo que el tuxpeño, evitando herirlo, le respondió de inmediato:
“Mire, general, el horario en estas oficinas es de 9 de la mañana en adelante, pero usted se podría presentar después de las once”. Al ser inquirido de la razón, El Tlacuache le contestó: “es que, por lo general, los empleados se pasan de 9 a 11 rascándoselos, y usted ya no tiene necesidad de hacerlo”. No se sabe si el entorchado aceptó las condiciones.
Somos especialistas en burlarnos de nuestra condición. A pesar de que la pierna de Santa Anna, apodado El Quince Uñas, fue enterrada con honores de Estado en el Panteón del Tepeyac, la turba la exhumó y arrastró la extremidad del cojitranco por las calles. Era la respuesta jocosa a sus traiciones.
El rey viejo, El Manco de Celaya, El Turco y El Nopalito
Fernando Benítez puso a Venustiano Carranza el mote de El rey viejo, en una de sus documentadas novelas, en la que se retrataba a un hombre muy maduro, rebasado en todas las líneas por la oficialidad que le servía, para la que no fue impedimento deshacerse de él, en una noche lluviosa de Tlaxcalantongo, hace 97 años.
Así como Roberto Blanco Moheno relataba cómo había perdido el brazo derecho Álvaro Obregón en medio de la batalla decisiva de la Revolución, en los llanos de Guanajuato. Le apodaron El Manco de Celaya, y el divisionario decía que encontró la extremidad echando una moneda de oro al aire, para que el brazo se irguiera y así indicara dónde se encontraba.
El Turco Plutarco Elías Calles tuvo que defenestrar a El Nopalito Pascual Ortiz Rubio, después de que éste amenazó varias veces con renunciar porque nada le hacía bien, excepto su obra cumbre: un paso a desnivel peatonal de cinco metros, que cruzaba la calle de Uruguay, en la capital nacional. El costo no lo registra ni el Archivo General de la Nación.
Narciso Negro, Cachorro de la Revolución, Primer Obrero de la Patria
Vicente Lombardo Toledano fue también un gran sacerdote de los entresijos políticos. Ponía los remoquetes exactos. Lo mismo llamaba El Narciso Negro al entreguista Ezequiel Padilla, que Cachorro de la Revolución al ungido Miguel Alemán, que lo había derrotado en las tenebras palaciegas. O Primer Obrero de la Patria, al charro Fidel Velázquez.
Es probable que haya salido del mismo portafolios el apodo para Manul Ávila Camacho, su compañero de primaria en Teziutlán, como Mofletudo, y el de Adolfo Ruiz Cortines, el viejo pagador del ejército yanqui durante la intervención en Veracruz, recordado como Muelas de Coyote, por su habilidad para esquivar los compromisos y zafarse de sus amigos.
El recordado Humberto Romero Pérez, muy cercano a Adolfo López Mateos —López Paseos, fue su remoquete–, era el indicado para poder ver al Presidente. Pendiente de la audiencia, en Palacio, con el Secretario de Gobernación Gustavo Díaz Ordaz sentado en la antesala, Romero se asomó por la puerta y preguntó a las secretarias “¿ya llegó el pinche Tribiíin?, en el momento en el que el de Chalchicomula ya estaba ahí, esperando. Romero no volvió a tener empleo, cargo o comisión hasta que lo rescató José López Portillo y lo convirtió en diputado a la LI Legislatura.
Veracruz: El Chato, El Chueco, El Chocho, El Charro… y El Choto
Pichoseco, el sabio de Tlacotalpan, afirmaba que durante cinco sexenios arribaron a Veracruz los gobernadores cuyo apodo empezaba con la mexicanisima letra “Ch”, a saber: El Chato (Quirasco), El Chueco (Lopez Arias), El Chocho (Murillo Vidal), El Charro (Hernández Ochoa)… y El Choto (Acosta Lagunes). La picaresca jarocha celebró la ocurrencia durante muchas décadas.
La gente bautizó a Luis Echeverría como El Loquito, y a su cuatazo José López Portillo, como El Perro. Al primero, por su demencial síndrome de la bicicleta, todo un hiperquinético, pues perdía el equilibrio cuando no la pedaleaba, y al segundo, porque fue un apodo que el frívolo se ganó a riñón, gracias a sus lloriqueos masiosarescos para defender a su modo la moneda nacional.
CSG: El Pitufo, La Hormiga Atómica, El Chupacabras y El Innombrable
Miguel de la Madrid es conocido como El Hombre Gris, debido no precisamente a sus luces. La Quina, Joaquín Hernández Galicia, el poderoso líder petrolero se ganó a pulso la defenestración y la cárcel, por haber bautizado a Carlos Salinas de Gortari como El Pitufo, aunque muchos también lo motejaban como La Hormiga Atómica, hasta que acabó siendo El Chupacabras y El Innombrable. La historia le concedió la razón al orgulloso nacionalista. Salinas no se ha podido quitar el estigma de ese pitufesco apodo.
Ernesto Zedillo Ponce de León también se ganó a pulso su anaquel en el repertorio de lo chusco, al ser apodado La Neta, pues decían que doña (Bru)Nilda se hacía trizas cuidando día y noche sus devaneos. Vicente Fox, el inconsciente, un chiquilicuatre militante, pasó a los anales como El Alto Vacío.
La gente apoda intermitente en las redes sociales, en las caricaturas y en todos los lugares de reunión y de convite político El beodo al consorte de Margarita, la dama del rebozo mordido, Felipe de Jesús Calderón Hinojosa. Es la forma de explicarse tanta sangre, tanto desatino y tanta corrupción transexenal.
Los adjetivos no alcanzan para explicar tanto error y horror de EPN
En México, entre la sorna y la verdad no hay casi línea divisoria. El talento político de nuestra gente es proverbial. Las diferentes maneras en que han apodado a los de Atracomulco es casi infinita. Los adjetivos no alcanzan para englobar tanto horror. Es difícil acomodar un solo remoquete a quién por justicia, merece casi todos. Falta todavía un último veredicto.
Enrique Peña Nieto ha incurrido en tantos errores de corrupción, entreguismo, ignorancia, sevicia, molicie, rapiña, prevaricato, sangre y masacre, que casi seguro encontrará a tiempo al sacerdote cívico que le atine, que pueda lograr la hercúlea tarea de sintetizar en un solo mote todos los desperdicios humanos que caracterizan esta pobre figura.
Es la manera que los mexicanos han elegido para desquitarse en vida de quienes le han hecho tanto daño. El subterfugio anónimo que sintetiza el repudio, la rabia y el resentimiento por la constante violación a su dignidad, valor personal e integridad, asesinada por la crueldad de la ambición desenfrenada.
El pueblo debe cobrarse la afrenta de la tolucopachucracia que se ha empeñado en arrasar con todas sus instituciones de un plumazo, por el perverso empeño de enriquecerse a velocidad turbo medrando a sus costillas. Tolucos y pachuquitas son la especie antropófaga que vive de la miseria de la gente.
¿Los mexicanos nos hemos especializado en recoger basura política?
Así como hay personas respetables, casi siempre habitantes de las zonas vulnerables, que viven de la basura, así existen los toluquitas, la basura que vive de la gente, como lo retrata magistralmente un meme que circula por todas las redes digitales. Se trata más que de una ocurrencia, de un auténtico homenaje a la resistencia.
Parece que estos infames años del llamado sexenio peñista, los mexicanos nos hemos especializado en recoger basura, para acumularla y empoderarla. Una especie del Síndrome de Diógenes, un Trastorno de Obsesión Compulsiva que ha entrado en el inconsciente colectivo de los connacionales.
El presupuesto todavía es demasiado alcahuete para colocar a tanto desperdicio biológico y ético. La burocracia no conoce fronteras para subsidiar a los favoritos, amigos, parientes y validos que marcan el rumbo y el ritmo de las preferencias sentimentales de los gobernantes, a costa de nuestros exprimidos y perseguidos impuestos.
Limpia a profundidad, aunque sacrifiquemos el sentido de la befa
Hace falta un barrido y un trapeado, pero a fondo, sin piedad, para acabar con el saqueo indiscriminado y con la estulticia, aunque ello suponga perjudicar nuestro sentido de la befa, nuestro carnaval del escarnio, que ha adquirido dimensiones continentales. Somos el hazmerreir del mundo, aunque nosotros riamos primero.
Hace falta ya un gobierno serio, con sentido de Estado, que ponga fin a los ridículos que nos denigran ante la comunidad internacional.
¿Usted qué haría? , pregunta el clown que todavía respira en Los Pinos.
Índice Flamígero: La militancia priísta con amenazas y sangre entra. Al igual que votar por ese partido: es de pollo y de huevo. Lo experimenta ahora el legislador Alejandro Armenta Mier quien, tras asistir al evento de AMLO en la Ciudad de México, hace tres días, firmó el acuerdo de unidad propuesto por el dirigente de Morena. Ahora César Camacho lo hostiga para que retire su rúbrica de ese documento. Armenta se ha negado e, incluso, reveló que hay un acuerdo de EPN con Rafael Moreno Valle para llevarlo a la candidatura del PAN a la Presidencia de la República. + + + Dos epigramas, dos, nos regalan hoy don Alfredo Álvarez Barrón y El Poeta del Nopal:
1) “Cuando tenemos nuestras calles iluminadas no pasa la violencia, no pasa la inseguridad. Por eso, voy a hacer un programa para instalar un millón de luminarias en todo el Estado de México”, aseguró Alfredo del Mazo en un mitin de campaña…
Repite, a ciencia y paciencia,
promesas estrafalarias,
pues cree que con luminarias
¡puede frenar la violencia!
2) Tomás Yarrington, ex Gobernador priista de Tamaulipas, fue detenido en la ciudad de Florencia, Italia, donde se daba la gran vida con recursos de procedencia ilícita…
Seguramente lo irrita,
y es una razón de peso,
más que el debido proceso
¡el fin de la Dolce Vita!
Con su venia, el Índice Político no se publicará mañana jueves ni pasado mañana viernes. Dos días de merecido descanso para los lectores.
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