Norma Meraz
Mientras los ojos de México y del mundo están puestos en las elecciones de Estados Unidos pendientes de que si Donald Trump se reelige o si Joe Biden será el nuevo presidente del imperio, los problemas de la humanidad están ahí esperando a que alguien los atienda.
El hambre, la pandemia, el terrorismo, los flujos migratorios y el calentamiento global, entre otros.
Nuestro país sufre por la violencia, la enfermedad, el abandono y la polarización, pero los políticos mexicanos sufren de sordera social.
Por ahora, lo que sobresale es el estrés político que paraliza el cuerpo operativo de nuestro México.
¿Cómo nos irá si se reelige Trump? ¿Cómo nos tratará Biden si gana la Presidencia de Estados Unidos?
No habrá sorpresas… de permanecer Trump en la Casa Blanca otros cuatro años. Seguiremos a expensas de sus caprichos, amenazas, exigencias, insultos y bajezas, es decir, nada nuevo a lo que hemos padecido de este vecino prepotente, soberbio y patán.
Si gana Biden, el trato hacia nosotros será, quizá, ceñido a la cortesía del buen vecino, del socio comercial necesario y obligado por el T-MEC, pero lejano a un trato de amigo al que se le hagan concesiones, ya que nuestro gobierno nunca se esmeró en atender al candidato demócrata como lo ha hecho con el Presidente Donald Trump desde los tiempos del régimen de Enrique Peña Nieto, a sugerencia de Luis Videgaray.
El hecho es que “el miedo no anda en burro”, como dicen en mi pueblo, y Trump insistió en que se detuvieran los conteos de votos en algunos Estados por aquello de que le cambiaran las fichas de color.
Una cosa sería que solicitara un nuevo conteo, más no suspender o detener el conteo de los votos. ¿Con qué autoridad lo pedía el candidato Trump?
Sin duda, este tema de quién gobierne Estados Unidos el próximo cuatrienio reviste suma importancia, sin embargo no obsta para que conste que de lo que debe ocuparnos fundamentalmente es de la atención y solución de problemas internos que aquejan a nuestro desdichado país.
El hecho de que media docena de Estados estén o regresen al semáforo sanitario rojo por repunte de la pandemia no es problema menor. Es un real y verdadero problema que no se soluciona con “limpias de copal, romero y ramas de pirul que le hagan al Presidente Andrés Manuel López Obrador en pleno patio de Palacio Nacional.
Muy respetadas son las tradiciones de nuestros ancestros y que algunos descendientes de los pueblos originarios los sigan practicando hasta llevarlos al más alto círculo político para que se alejen los malos espíritus de la política; más bien se deberían practicar esas ceremonias para alejar a los malos políticos del espíritu de la democracia, pues esos espíritus chocarreros, concentradores del poder, le hacen mucho daño a la vida socio- económico- política de México en pleno siglo XXI.
Cuando el Presidente López Obrador declaró que: “gobernar no tenía ninguna ciencia”, creo que habría que hacer una acotación: si tiene una: la política. Aunque una omisión cómo está ¡a cualquiera se le va!
Si se gobierna jalando los hilos de los tres poderes, supuestamente independientes; si se gobierna disponiendo de todos los recursos del erario para invertirlos en caprichos; si se gobierna echando la culpa de todos los males del presente a los gobiernos y políticos anteriores; si se gobierna sin aceptar ninguna discrepancia con su discurso y manera de manejar el país; si se gobierna dividiendo a los mexicanos, contraponiéndolos unos contra otros; si se gobierna viviendo en un palacio y desmantelando las instituciones ; si se gobierna modificando a modo la Constitución y desoyendo a los expertos; si se gobierna anulando los organismos autónomos y rasurando recursos a las áreas prioritarias como la de la salud, el combate al calentamiento global, a la violencia, la inseguridad, la migración, la corrupción y la impunidad… Así sí, “gobernar no tiene ninguna ciencia”.
¡Digamos la Verdad!