México ocupa un lugar destacado en el mundo como productor y exportador de violencia. Ahí sí estamos ampliamente reconocidos, incluso con galerías completas de indeseables, modelos avanzados de delito y sicarios con envidiables dotes.
La incesante producción de miseria en el país convoca a indignación, más que a prevención, pues para esta última, no hay con qué defenderse. Ya de nada sirve saber que se avecina una novedosa avalancha de violencia, odio y miedo social sin parangón histórico. Estamos, como siempre, a la intemperie.
Si hasta hoy el manejo y la manipulación por parte de algunas instancias de poder real sobre los grupos delincuenciales conocidos –como Zetas, Nueva Generación, Rojos, Guerreros Unidos, Templarios, gobernadores, alcaldes, policías, soldados, empresarios– era “efectivo”, siento decirle, estimado lector, que ya pasó ese momento.
Su actividad deberá limitarse estrictamente al trasiego y a la distribución de drogas y algunos delitos escandalosos del fuero común y federal. Algunos de los sucesores en el espectáculo dantesco están entre sus actuales “halcones”.
Sin embargo, en el trasunto social, en el asiento de la olla, en la vida cotidiana de odio y miedo, en las marquesinas del homicidio, secuestro, robo, despojo con altísimo nivel de encono social, quienes impondrán las reglas en delitos violentos serán los nuevos actores.
A partir de ya, por el crecimiento exponencial del hambre y ante la cerrazón de las salidas posibles a este devastador cochinero de impericias, boatos e inequidades, aparecerán nuevos jugadores, más violentos y desesperados. Francamente humillante.
Ofensivo, irritante, como todos los excesos y derroches del gobiernito “modelo Metepec” que practica en todas las áreas del quehacer político y económico, con el único objeto de enriquecerse al alimón de sus parientes, queridos y contratistas.
Ya hay regiones violentas en el país donde, para poder sobrevivir, se venden a los hijos en las carreteras con los trashumantes o se acuerdan, en trescientos pesos, balazos letales en la nuca, que antes se cotizaban a cambio de muchos miles de pesos y una pistola nueva.
Una nueva generación de desalmados sin futuro posible, que harán parecer niños de teta a los carteles de delincuentes organizados, “orgánicos”, secuestradores, autodefensas y trasegadores que nos asolaron hasta hoy en la mañana, están por aparecer en la alfombra roja.
Es la obvia respuesta de una sociedad abandonada y en la marginación a un sistema económico, político y social que no ofrece una sola alternativa a los reclamos de las mínimas necesidades de sostén que padece la inmensa mayoría. Es el brete de entregar el poder a gente mal equipada.
Desgraciadamente para los toluquitas, cualquier priísta del régimen tardío, de “media cuchara” para abajo, les hubiera advertido a tiempo de estos problemas. Nunca platicaron con ellos. No los quisieron oír. Creyeron que con su sola llegada iban a espantar a los narcos. Suplantaron a los priístas y sustrajeron su franquicia. Pagarán las consecuencias.
Hay rabia, reclamo y apetito de revancha
La tolucopachucracia rompió el saco. Ya pasaron de incompetentes e intolerantes a percutores sociales, explosivos que activan con toxicidad cualquier reclamo, en la región que se quiera escoger. ¿Existe mayor ofensa que el patrimonialismo de Gerardo Ruiz Esparza –las manos de Alfredo del Mazo– en la SCT?
Todo el país es un polvorín. Hay rabia, reclamo y apetito de revancha. Las tres erres del clásico. La producción de miseria no deja de trabajar a ninguna hora. La sarta de errores tampoco. El caldo está servido.
Para calentar el fogón, las nubes de helicópteros públicos al servicio del capricho de fruncionarios federales y locales, alteran la paciencia. El ruido que generan, desde la madrugada hasta medianoche, no deja vivir en paz, es un perturbador social, porque avasalla la miseria con la opulencia. Los usan todos, para todo. Familiares y amigos de los amigos. Insultante. Provocador.
Decía Hegel, el mayor enciclopedista de todos los tiempos, que la vida del ser humano es dialéctica y circular. Transita siempre un obligado camino: del despotismo a la revolución y de ésta al autoritarismo.
Apuntaba que hay constantes en todos los pueblos, que son capaces de provocar cambios en la historia del mundo, que mueven el eje de la Tierra. Se presentan forzosamente, de una manera inexorable.
El despotismo siempre se pasa de la raya, apoyado en los sectores privilegiados. Tribunales señoriales, absurdas cargas impositivas, nepotismo y un cruel ejercicio de la represión social, son las constantes precipitadoras, siempre, dice Hegel.
“Las malas cosechas, el hambre, el ejército decadente –los soldados en harapos mendigando, mientras los oficiales son nobles inexpertos, cobrando en oro sus magníficos estipendios– ofrecen en charola de plata la bancarrota del Estado autoritario”, dice Hegel. ¿Dónde lo habremos oído? ¿Dónde lo estamos viendo?
Mientras las clases altas disfrutan de una existencia palaciega en las magníficas mansiones ajenas al populacho, hay revueltas causadas por la desesperación. En salones y clubes, los burgueses frustrados discuten planteamientos de cambio.
Al terror rojo sigue el terror blanco
Los que mandan no saber leer, escribir o hablar, cobrándonos todos los tributos y estipendios posibles. ¿Por qué les rendimos, si no saben hacer nada? ¿Por qué les pagamos generosamente, si lo único que saben hacer es avasallarnos?, pregunta un destripaterrones de la campiña.
“Acto seguido, las masas hambrientas asaltan un arsenal de medio millón de fusiles en Los Inválidos y toman la prisión de La Bastilla. Asimismo, se sabe de un gigantesco complejo de pórticos, cafés y glorietas inmunes a la policía, porque pertenecen al bando rival”.
Continúa diciendo Hegel, el antiguo régimen que ya se acercaba a su agonía, hizo lo que hacen todos los sistemas en decadencia: coqueteaba con lo nuevo, jugaba con frases explosivas y se manifestaba “progresista” porque esto era moderno y estaba de moda. ¿Dónde lo habremos oído? ¿Dónde lo estaremos viendo?
“La odiada austríaca (María Antonieta, hija de María Teresa) gastaba en un solo vestido bordado de pedrerías un millón de libras de oro, mientras las mujeres de París, con sus hijos a la espalda, morían de hambre, haciendo cola ante el horno de un panadero”. ¿Dónde lo oímos? ¿Dónde lo estamos viendo?
Madame La Guillotina se llena de cadáveres. Arden castillos y conventos, una ola de crueldades, asesinatos y violencia recorre los departamentos. Se impone el terror y devora no sólo al rey y a María Antonieta, sino a los radicales precursores de la revolución.
Al terror rojo sigue el igualmente cruel y arbitrario terror blanco. La debilidad del gobierno del Directorio, la inflación, el desorden y la ideología desesperada conducen finalmente al gobierno de los militares. Aparece Napoleón, doma a la revolución y la conduce al nuevo siglo.
Los marginados de hoy, verdugos de mañana
La revolución francesa fue un acontecimiento formidable. Para la generación que la vivió, estuvo llena de violencia, asesinatos, saqueos y múltiple crueldad, pero fue el inicio de la nueva democracia, algo que muchos países todavía no conocemos, después de 236 años.
Por eso, esa historia revolucionaria está –¿o estaba?– en los planes de estudio de las escuelas primarias. Se enseña para que nadie vuelva a repetirla. Si así, de todos modos, se repite, ¿qué esperamos de la interpretación de los canutos que no la han leído y menos entendido, porque ya se los dijeron: “no entienden que no entienden”?
Por eso, lo importante es no tocarle los güevos al toro. Somos un país demasiado violento, para encima tener que someternos a la prueba de los mentecatos. Apenas una tímida muestra de ello fueron los sucesos conocidos de Iguala con las víctimas de Ayotzinapa.
Ellos, los autollamados gobernantes, en su inconsciencia, no saben los rebotes que esto puede llegar a tener. Ni por su limitada imaginación pasa una tenue idea de la capacidad de violencia que ejerce el pueblo mexicano. Desgraciadamente para ellos, la ignorancia de la ley no exime a nadie de su cumplimiento.
Los marginados actuales pueden ser los verdugos y jueces marciales de mañana. Ahí no va a haber piedad, ni compasión. Tienen en sus hogares muertos por hambre, esposas violadas, niños migrantes ultrajados, jóvenes mendigos, padres desplazados. Ni pensarlo.
No se debe perder de vista que las lisonjas del demagogo y mendaz afro Obama en la Cumbre de Panamá a la “valiente actitud de Peña Nieto para sacar las reformas energéticas” son interesadas y, en el mejor de los casos, sólo representan un guiño a los votantes hispanos en Estados Unidos.
Porque, a decir verdad, hasta las cuestionables “reformas estructurales” fueron regaladas al gobierno por la oposición, no fueron logradas a partir de algún pronunciamiento de campaña. Fenecido el Pacto, ya no existen. La prueba está a la vista. Desearlo, pelearlo, obtenerlo, ejercerlo y disfrutarlo, eran las cinco condiciones del poder que planteó Michael Korda.
Nadie muestra el menor interés por salir en su defensa, ni para que avancen, ni cuando son atacadas en sus planteamientos esenciales. Los comentócratas orgánicos del Foro televisivo ya las dejaron abandonadas a su suerte. Hasta Juan Pardinas escribió en Reforma que Peña Nieto le da lástima.
Y Pardinas debería quedarse callado, pues cobra en una Agencia para el desarrollo gabacha, en el BID y en Microsoft, entre muchas otras que financian al Instituto Mexicano para la Competitividad.
¡Esto ya es el colmo! De que la perra es brava, hasta a los de casa muerde.
Los nuevos mandones no se encuentran detrás de un escritorio de madera. Están detrás de un arma, cualquier arma. Y despliegan poder. ¿Cuál? El único que existe en una sociedad desarrapada: el poder de matar.
Índice Flamígero: Todavía hay ecos de la ceremonia en la que Ricardo Salinas Pliego recibió el Premio Humanitario por parte de la Federación Hispana en su 25 Aniversario, por sus amplios esfuerzos filantrópicos y sólido compromiso con la generación de oportunidades de educación musical entre los jóvenes latinos en Estados Unidos. En el acto que contó con la presencia de más de 800 líderes públicos, celebridades de medios y empresarios, que apoyan programas y servicios para la comunidad latina en el vecino país, Ricardo Salinas Pliego destacó que “las iniciativas de valor social de Grupo Salinas tienen muchos aspectos en común con la Federación, ya que buscamos inspirar y promover futuros líderes hispanos, dándoles herramientas para transformar sus vidas y a la sociedad”.
www.indicepolitico.com / pacorodriguez@journalist.com / @pacorodriguez