• ¿De veras aceptan la crítica?
• Si por lo menos escucharan
Le tomamos la palabra a don Luis Videgaray ahora que le dijo a Mario Verdusco, de El Universal, que él tiene la obligación de escuchar la crítica.
“Los servidores públicos tenemos la obligación de escuchar la crítica y aceptar que esa es la realidad y eso le conviene a México; que exista una sociedad crítica”.
Hasta ahora nadie, empezando por el presidente, estaba dispuesto a oír a los eternos desadaptados del sistema, entre quienes se encuentra este escribidor. O no lo había aceptado tan claro como don Luis. Los diputados de la mayoría jamás se atreverán a cuestionar al Ejecutivo o a cualquiera de sus colaboradores encargados de las políticas públicas. Obviamente que don Luis se refirió a la crítica periodística.
Pero es que el periodista tiene la obligación de ser crítico, por naturaleza, por convicción deontológica.
Si no lo es, es sólo un propagandista de quién sea. Un mercader de la información. Un palero, pues. Del gobierno o de sus contrapartes.
Y si el gobierno quedase en manos de gente de la izquierda, de socialistas o de comunistas, este escribidor seguiría siendo tan crítico con ella tal como lo es con los gobiernos panista y priísta. Y en su calidad de periodista no tendría nada que hacer en un gobierno de economía centralmente planificada. Ahí, o sería un propagandista del gobierno, o debería permanecer mudo. ¿O no, mi querido Arístides?
Pero tengo que decirlo. Si no lo digo, me muerdo la lengua. No le creo al señor Videgaray, cuando presume de que “la crítica es un aspecto saludable en un sistema democrático como el mexicano”. Y que él la oye. No, don Luis, puede ser que la oiga pero no la escucha. Es más. La desprecia. Si la escuchara cambiaría el rumbo sin rumbo de la política económica.
En la práctica, a cualquier político le tiene sin cuidado la crítica.
A don Luis, pues, se le dice una y otra vez que lo que está fallando no es el mercado global, ni la política monetaria o crediticia de la Fed, sino la política económica del gobierno mexicano. Y eso se ve a simple vista. No hay estímulos. Hay impuestos altos. No hay crédito barato. Las tasas de interés están altas, cómo no va a fallar la maquinaria de la producción. Cómo no.
Hay que estimular a los productores con financiamientos y asistencia técnica y tecnológica así como apertura de mercados. Hay que bajar las tasas de interés. Obligar a la banca a prestar barato. Y bajar los impuestos…
Noooooo, responde don Luis. Pues que con su pan se lo coma. Lo malo es que quienes salen afectados son los productores y de ribete, por razones naturales, los trabajadores.
Sí, de labios para afuera don Luis pondera la crítica. Estoy de acuerdo en que la cítica es un “aspecto saludable”, pero no comulgo con su convicción de que vivamos en un sistema democrático. Hay elecciones, pero de eso a que seamos democráticos hay una enorme distancia. Si fuéramos democráticos, las políticas públicas serían consensadas popularmente.
Así que no es lo mismo decir que la crítica es saludable, a actuar sin hacerle ningún caso a los críticos. Estos se desgañitan criticando y son como el profeta que predica en el desierto. Vox clamantis in desserto.
¡Uf, si los actuales empleados públicos de los mexicanos, del presidente para abajo, escucharan el clamor de la gente. Oyeran el llanto de los desheredados, de los excluidos, que son millones…!
Pero no tienen oídos para ello.
Si por lo menos escucharan o leyeran los análisis críticos de periodistas incómodos, antisistémicos, como dice mi colega, otro gallo le estaría cantando al presidente Enrique Peña Nieto. Por lo menos su popularidad volvería a levantarse. Y esto ya sería una enorme ganancia también para la economía.
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