En el análisis de un sistema político como el mexicano se debe distinguir lo chusco de lo nefasto; las consideradas leyendas, de lo que se considera un engaño. La anécdota, de la tragedia.
Es generalmente aceptado que el comparativo icónico más reciente del régimen toluquita es el alemanismo esplendoroso –un poco más lejana es la dictadura de Porfirio Díaz–, el del saqueo impune, el del destrozo de la credibilidad del gobernado, el que se rio de las instituciones de la “sacrosanta” Revolución.
Lo que pasa es que hasta en esto de compararse hay niveles. Veamos:
Miguel Alemán no fue, ni quiso ser recordado como un líder político. Ni un reformador de instituciones. Ni un luchador social. Ni apasionado defensor de la soberanía nacional, ni de sus valores fundamentales, vamos, ni del interés colectivo.
Fue simplemente un presidente “simpático” al que le tocó una época favorable. Ejerció el poder, disfrutando de la ventaja que le reportaba el que los países orientales y occidentales habían abandonado sus actividades productivas e industriales.
En ese entonces, todos habían dejado el campo, el taller y la fábrica, para dedicarse por completo a la guerra mundial. Se abrieron para México, que sólo había mandado un escuadrón de aviadores fantasmales, inmensas ventanas de oportunidad.
Lo que México como gobierno no mandó a la Guerra, el Tío Sam se encargó de reclutarlo entre las filas de la miseria. Los chicanos y descendientes de latinos que se hacinaban en los barrios del gabacho se enrolaron, como una forma de buscar la supervivencia.
Se distinguieron con actos increíbles de valentía y arrojo. Se hicieron de un lugar en la vida privada y pública al regreso de la batalla. Lograron que sus hijos vivieran mejor que ellos. Sea.
Los bueno$ tiempo$ de Alemán
Desarrollar el sector productivo agrícola y el aparato exportador mexicano, estaba más que “cantado”. Mercancías y mano de obra barata tenían que jalar inversiones, proyectos y futuro, según los teóricos al servicio del taimado veracruzano.
Finalmente los capitales llegaron al país. Pero al final, fue más lo que se llevaron, que lo que dejaron. La sangría de divisas fue espantosa. Los capitales se volvieron, en palabras del economista Narciso Bassols, realmente “golondrinos”.
El alemanismo aprovechó la coyuntura para enriquecer bestialmente a sus amigos. En el campo algodonero, a los llamados “campesinos nylon”, burócratas y generales subsidiados con crédito barato, seguros y garantía generosa de compras del producto. En la industria y en los servicios, a sus protegidos de siempre.
Se enriquecieron prósperos aduaneros, surgidos de las filas del Partido oficial y “audaces” capitanes de negocios, turiferarios, testaferros y palafreneros que arrasaron con el país… y facilitaron la vida a “El Dientón de Sayula”… y a su descendencia.
El país se enfiló decididamente hacia una especie de capitalismo salvaje, apoyándose en la previa reforma agraria cardenista y en las instituciones, basadas en el derecho social germano, obra de Plutarco Elías Calles.
Pero no todo era tan dramático. No todo se puede analizar con el dejo de amargura. Tenía su parte chistosa, su lado tragicómico: el alemanismo fue creador de mitos, no tan inofensivos, pero que alegraban la vida de los caricaturistas.
Muchos mitos y engañifas
Se fomentó el mito de que la brecha que iba de Nuevo Laredo a Tuxtla Gutiérrez —la carretera federal 57—fuera conocida internacionalmente como la “carretera Panamericana”.
Fue el escenario de carreras de autos deportivos de gran lujo, ganadas siempre —para su honra y prez y nuestra vergüenza-, por pilotos avecindados en Argentina. Piero Taruffi y Juan Manuel Fangio, arrasaron.
Se creó la temida Dirección Federal de Seguridad en la Secretaría de Gobernación,” para velar por la estabilidad, la gobernabilidad y el orden el país, para combatir a los enemigos del Estado”. Pero en lugar de eso se dedicó íntegra a favorecer las labores del tráfico indiscriminado. Para justificar los salarios, a torturar líderes de barrio. Nacieron entonces las leyendas de la “seguridad nacional”.
La gran mentira de que la playa de Acapulco, donde Alemán utilizaba a sus “coyotes” Melchor Perrusquía, Bruno Pagliai y Carlos Trouyet , era “la más cercana al Distrito Federal”, y así poder desarrollar sus parques inmobiliarios, negocios de todo tipo y hoteles. La verdad es que la más cercana a la capital nacional es Tecolutla, Veracruz, de moda en el avilacamachismo.
Que Pedro Vargas, “El Samurai de Cara Triste”, como lo bautizó el locutor Pedro de Lille, era un “tenor continental”. La verdad era que desde la XEW, la autollamada “voz de América Latina desde México”, los títulos y el buen humor del nuevo rico alcanzaban para todos.
Que Ciudad Satélite —cuyos terrenos empezó a vender con sus amigos casi desde que salió de la UNAM—era “la ciudad del futuro”. Muy pronto se demostró que era una engañifa más de “El Dientón” para beneficio propio. Nació la industria del tabique “multifamiliar”.
Que Manlio Fabio Altamirano, su más fuerte contendiente por la gubernatura de Veracruz, había sido asesinado en el capitalino Café Tacuba por un poderoso grupo de la delincuencia organizada, y no por matones al mando de la fatídica “Mano Negra”, Manuel Parra Mata, un pistolero manco a sueldo de Villa Cardel, Veracruz.
Que, siendo gobernador, desde la silla de mando se había opuesto a las compañías inglesas y norteamericanas, para luchar por la expropiación. En esa obsesión fue magnificado por un cineasta de renombre.
En efecto, en la película “La Rosa Blanca”, el director Roberto Gavaldón, desvió el contenido de la obra original de B. Traven, orientándola maquinadamente a ensalzar el “coraje nacionalista” de Alemán Valdés.
Que María Félix estaba enamorada de Agustín Lara y que este mal empacado flaco de oro era jarocho de Tlacotalpan y no nativo de La Lagunilla. El mito resultó genial, ese sí, porque el flaco pudo demostrar que los “hombres verdes”, Abel Quezada dixit, pueden elegir hasta dónde nacer.
Que Maximino Ávila Camacho, hermano de don Manuel e incómodo tirador a “La Grande”, había sido eliminado un año antes del destape de Alemán, por fuerzas leales, y no envenenado por su esposa para que no estorbara en la sucesión pactada con el “Presidente Caballero” en favor del atrevido jarocho.
Que los militares desaparecían como cuarto sector del PRI por “así convenir a sus intereses” para formar una Asociación Civil “Leandro Valle”, y poder organizar desde Tepito la toma ideológica del poder.
Que Alemán había participado en las luchas universitarias por la autonomía, y que su pandilla de “Los Cachuchas” preparatorianos complotaban desde los billares “clandestinos” de las céntricas calles de San Ildefonso y Justo Sierra para apoyar a Vasconcelos. Un “kashba” de la “liberación nacional”(¡).
Tolucracia: broma-escarnio-tragedia
Ahora, al develarse el rostro completo de la tolucracia, ¿qué quedará en el recuerdo de esta tragicomedia, de este sexenio bufo, de esta anécdota de lo que no debe volver a hacerse? ¿Quién de ellos ha elaborado una “narrativa”, Televisa dixit, para justificar esa mezcla de ignorancia y parsimonia mediocre?
Que el PRI “ganó “la mayoría” (?) por logros de las “reformas estructurales”; que los toluquitas han creado en 30 meses un millón 300 mil empleos? ¿Qué las estructurales, dijo Videgaray y al rato repitió EPN, ya empiezan a rendir frutos? ¿Y quién se los va a creer? ¡Se inaugura la broma-escarnio-tragedia!
Es tan patético su estro masiosaresco, se toman tan en serio sus gazapos, que no queda otra más que la ridiculización de sus imposturas. La pifia ha sido escandalosa, monumental. Nos han saqueado y barrido ante la historia y ante las naciones.
¿Va a quedar en los anales que somos una potencia mundial, porque las empresas transnacionales están produciendo carros? ¿Porque están chupando el agua de los pueblos para producir “cerveza que genera felicidad para muchos ciudadanos del mundo”?, Peña dixit.
Va a quedar que, cuando les falla un “bisne”, el pueblo no tiene de qué preocuparse, pues ya habían contratado un cómodo seguro para que el error no nos cueste? ¿Y los coaseguros? ¿Y los deducibles?
Se acabaron el pesebre y todavía lo patearon. Quisieron vender todo el país –agua, petróleo, gas, electricidad– y todavía quedarse con una comisión del 25%, aunque no pudiera llevarse a cabo la empresa.
Así pasó con los precios petroleros, con el fallido satélite digital, con la concesión del “tren bala” a Querétaro. Falta que nos digan que ¡¡¡también compraron un seguro para cubrirlos daños que cause el sexenio de Peña!!!
¿Va a quedar el indispensable teleprompter como símbolo de la incompetencia nacional? ¿Como testimonio del ridículo y recordatorio de no volver a elevar a los altares patrios a los improvisados?
Los alemanistas fabricaron historias de novela para justificar desmanes. Pero nadie puede negar que ejercieran el poder. Les tocó la parte del león, pero algo quedó. Los tacharan de rateros, pero no de ignorantes.
Si Aspe llegó a decir que en el sexenio salinista, la pobreza era un mito genial, ¿ahora resulta que todo el ejercicio toluquita deberá protegerse contra la burla, los mitos dolorosos y la incompetencia sistemática? Se han ensañado.
Aquí sí, ya no dejaron nada para los que vienen atrás. Se cebaron en todo.
Índice Flamígero: Ya es mundialmente conocido y reconocido que, en materia turística, sobresale el municipio de Solidaridad, en Quintana Roo. Por mucho, ya ha dejado atrás a la otrora estrella del hospedaje, diversión y descanso, Cancún. Buena parte del mérito debe abonársele al alcalde Mauricio Góngora, incansable en materia de limpieza, seguridad y facilidades para los inversionistas. Playa del Carmen, la cabecera municipal, es todo un agasajo. En el viejo Cancún, en cambio… En cuanto a las relaciones con Venezuela, el nefasto Felipe Calderón es nuestro “Donald Trump” de petatiux. Región 4, pues.
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Tocayo: Excelente lección de historia mexicana. Solo una duda creo qué la playa más cercana al DF es la de Tuxpan, Veracruz
Un abrazo
Tiene razón, tocayo. Estaba con la duda. Pregunté. Y me dieron la respuesta errada. Gracias por su comentario.
Abrazo