Destacados periodistas de todo el país han escrito ríos de tinta tratando de que Enrique Peña Nieto entienda que no es posible gobernar un país de 120 millones de habitantes –más otros 20 que huyeron a Estados Unidos–, sin tener contacto real con las necesidades de la gente.
Los cinco sentidos del mandatario no existen. Su tacto, oído, olfato, vista y tacto realmente no son suyos. Son de quienes ejercen el poder en su lugar, de quienes se aprovechan de su soledad e información sesgada para atiborrarlo de intrigas, de quienes toman las decisiones que a lo mejor él nunca conoció.
La triste realidad es que los colaboradores cercanos, miembros de lo que ya es un auténtico círculo de hierro –o de tortilla, si usted quiere– lo han convencido de que es mejor no leer nada, ni enterarse de lo que dicen los “de afuera”.
El argumento que esgrimen es, por decir lo menos, chabacano y pueril. Aducen que él y sus colaboradores cercanos fueron quienes ganaron la Presidencia en julio de 2012 (el PRI nunca existió) y que por esa razón deben ejercerla en solitario, apoyados por un Ejército (que cada vez se siente más temeroso y dubitativo) leal y solícito.
El confinamiento al que su grupo íntimo tiene sometido al que debería ser el Presidente de los mexicanos, sólo es semejante a los pasajes más tenebrosos de los antiguos reinos . El monarca jamás se enteraba cuál era la idea que la gente tenía de él.
Son memorables los pasajes de Las Mil y una Noches sobre el reinado de su autor, Harun Al-Rashid, o los que retratan la osadía de los reyes en Inglaterra para disfrazarse por las noches taimados, temerosos de la turba, y salir de sus castillos a sentir el pulso del pueblo.
Las grandes metáforas sobre el tema, extraídas de sucesos históricos reales, fueron recogidas por las plumas de Shakespeare y Voltaire, que retrataron mensajes clásicos sobre reyes engañados y secuestrados por súbditos que impedían su ascenso al trono o su contacto con las calles.
El Caso Liébano, tan sólo un ejemplo
En México el confinamiento persistente afecta a todos. Hemos llegado a observar cómo una opinión de un modisto afecta el buen gusto que tradicionalmente ha tenido para vestir “La Gaviota”, hasta convertirla en una dama estrafalaria frente a huéspedes y anfitriones.
Durante la última escena en el Campo Marte, al lado de una sobria y elegante Letizia Ortiz, la reina de España, Angélica Rivera, la primera dama, fue vestida, seguramente por consejo de algún “asesor de imagen” con una blusa rellena de holanes en color salmón que parecía atuendo de espectáculo circense.
Los últimos en darse cuenta son los perjudicados. Todos los que los rodean los confunden a base de juicios interesados. Jamás les van a comentar lo que dice la gente de la calle, como en aquel cuento de Andersen, en el que un niño tuvo que revelar, azorado: “¡el rey está desnudo!”.
Son tan descabelladas las decisiones políticas que toma el famoso Círculo de la Tortilla que, para monitorear y decidir las acciones a seguir en la elección de gobernador de Nuevo León, por ejemplo, habilitó como “gran delegado” del PRI a quien hasta ese momento jamás había visto de cerca una elección, Liébano Sáenz.
(Recuérdese que cuando Luis Donaldo Colosio realizaba su frustrada campaña, lo mandó de regreso al DF para que “arreglara el desmadre que tenía en la prensa”, bajo el ¿cuidado? de Sáenz).
Obvio, don Liébano llegó a Monterrey, se encerró en la habitación de un hotel a revisar las encuestas a modo levantadas por su gente, y empezó a citar a neoleoneses para que le revelaran lo que estaba pasando allá afuera.
Desgraciadamente la gente que citó sabían del tema lo mismo que él, pues don Liébano no conocía a ningún operador eficaz en Nuevo León. Nunca ha andado en eso, que es una especialidad que requiere toda una expertise.
Las recomendaciones a Los Pinos fueron alrededor de centrar la campaña de la candidata Ivonne Álvarez en la descalificación y persecución del gobernador Rodrigo Medina y su papá, por la gigantesca corrupción en el manejo de los dineros públicos. Y el aparato se dedicó por completo a defenestrarlos veinte días antes de la elección.
Tenía que ser: el boomerang se les regresó
Jamás se detuvieron a pensar que estaban fabricando un auténtico boomerang que, al rato de lanzado, se regresó con una fuerza brutal en contra del grupo acusador, pues salieron a relucir los mismos negocios que en comandita tenía el virrey local con el grupo selecto de Los Pinos.
La gente, desesperanzada, salió a votar en proporciones inimaginables por un candidato que tiene de “independiente” lo que Liébano de político. La derrota fue estruendosa y vergonzosa.
A lo mejor la gente sabía que estaba votando por lo mismo, o algo peor, un candidato — marioneta de los grupos industriales más poderosos de Monterrey, auspiciado y promovido por ellos, y que para la población saldrá más caro el caldo que las albóndigas.
Un candidato que tendrá que responder con crece$ a la “confianza” que los empresarios depositaron en el cachorro, que era inútil votar por el cambio cuando estaban empollando un huevo de serpiente, pero a fin de cuentas, “El Bronco” venció al sistema, a sus candidatos y a sus operadores. La gente votó contra ellos.
Con un afán inusual, don Liebano —para escurrir el bulto y evitar las reclamaciones—se dedicó en los siguientes días a intrigar, entre sus valedores en Los Pinos, para que “persiguieran al ladrón “, señalando enfáticamente a quiénes debía castigarse por no ser leales al Partido.
Hizo una lista larga de destacados militantes a quienes cargó con toda la leña y que pasaron de inmediato a integrar la lista negra para no volver a repetir los errores. Pero el error era el que se había cometido desde el principio: enviar a Monterrey al que lo único que fue a buscar eran negocios.
Con ayuda del aparato de prensa y publicidad de Televisa, empresa en la que Liébano cobra como “asesor estrella”, se le echó tierra a toda la lista de errores que cometió en Monterrey y asunto olvidado. A otra cosa, mariposa, como decía el clásico de Guanajuato.
Algo se hubiera podido aprender de ése y de otros miles de errores que pululan alrededor de la casa presidencial. Pero no quieren saber, ni oír lo que se dice. El Presidente sigue y seguirá secuestrado por su “guardia de cuerpo”. La llamada “triada” o los trepadores como Liébano, calca de la escuela de Zedillo.
Necesario, un contrapeso a la “Triada”
La gente no se explica que todo el gobierno gire alrededor de un reducido grupo incompetente de interés, sobre todo porque el PRI tiene una variedad múltiple de cuadros políticos equipados y entrenados a nivel nacional y regional que sólo un ciego no puede ver.
Entre tirrias, filias y fobias, el gobierno se pierde en cuestiones menores, en reyertas infantiles, en manufacturar enemigos producto de la fantasía o de apetitos de poder, de esos que se amurallan, porque no quieren compartir nada, con nadie, aunque se hunda el mundo.
Es muy parecido a la persecución política que emprendió Ernesto Zedillo contra Manlio Fabio Beltrones, no obstante que éste fue el que destacó , delante del Presidente y de toda la clase política “el afecto que el asesinado Colosio tenía por el cachanilla”, lo que aceitó la designación de este improvisado. Fue aquel famoso “videodestape”.
En efecto, no obstante ser un candidato natural —era gobernador de Sonora—para relevar a Colosio, Manlio cedió el paso a la designación del infausto Zedillo, que lo primero que hizo fue cobrarle al sonorense un agravio inexistente, el de competirle la Presidencia, sólo en su cabecita loca.
Zedillo llevó su “venganza” a límites de locura. Entre otras acciones, mandó a secuestrar a don Fernando Gutiérrez Barrios para “cobrarla”. Después lo torturó mentalmente con amenazas de juicios penales infantiles. Manlio, el hombre de confianza, guardó institucionalidad a toda prueba. Y lealtad sin límites a quien había sido su mentor y guía.
Y es que nadie podía cuestionar la candidatura sustituta de Zedillo. Su ascenso había sido catapultado por Bill Clinton, desde la sociedad secreta “Huesos y Calaveras”, de Yale. Su programa de gobierno, lo encomendaron a su “alfil” internacional José Córdoba, desde antes del destape. Capicúa.
A mayor abundamiento, siendo jefe de campaña de Colosio, Zedillo jamás se apareció en público con el candidato, mucho menos en Tijuana. ¿Sabía algo? Lo cierto es que Colosio aborrecía la triste figura y él comportamiento pacato de Zedillo. Los más cercanos al sacrificado sonorense me lo confirmaron.
Manlio Fabio es un hombre con gran visión de los problemas y una lealtad a prueba de balas. Lo ha demostrado siempre, en Cámaras y gobiernos. Fernando Gutiérrez Barrios ha sido recordado con decoro y justeza, gracias al desempeño del sonorense, en gran medida.
Nadie duda que él fuera un elemento necesario no tanto para estar pensando desde ahora en la sucesión, sino en lo indispensable que puede ser para Peña tener en su equipo una opinión diferente, informada y sensata que le sirva como contrapeso a la aborrecible “Triada”, para medir los impactos.
Así como una salida, aunque sea por momentos, del encierro, del auténtico secuestro a que ha sido sometido por su círculo íntimo. Un termómetro real de la opinión de las personas, fuera de Los Pinos.
No volver a repetir los errores, ni a comprar los enemigos imaginarios que le fabrican al interior de su coleto, como siempre sucedió en el sexenio de Zedillo. El pleito contra los fantasmas no cabe en momentos que se requieren todos los talentos y experiencias.
Es, como decía don Jesús Reyes Heroles, “por la salud de la República”.
Índice Flamígero: Escribe don Alfredo Álvarez Barrón: “Después de leer, atrasadamente, su interesante artículo acerca de la dama del rebozo azul me tomé la libertad de robarle una frase del mismo para eslabonar el siguiente epigrama, donde se ve y se aprecia , sin censura de ningún tipo, la opinión que le merecen al Poeta del Nopal los políticos blanquiazules:
Mentiras de escapulario, / ratones de sacristía, / enfermos en agonía, / cuentas del mismo rosario; / escuela de mercenarios / con antifaz de hombres buenos, / competidores obscenos, / amos del golpe de pecho, / han demostrado en los hechos / de vil codicia estar llenos.”. Muchas gracias, don Alfredo. + + + Y sobre otra colaboración anterior, Manuel Cárdenas dice: “Además, este señor Emilio Chuayffet Chemor., fue secretario de educación en el EdoMex y allí hizo lo que quiso con el FAEB. ¿Cómo exigir se haga algo si él sabe lo que es robar en despoblado los fondos del sector educativo? ¡Lo aprendió muy bien de secretario toluquita!”. + + + Mi más sentido pésame a mi amigo Abraham, por el fallecimiento de su padre Jacobo Zabludovsky. Abrazo.
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Valdría la pena enriquecer este documento añadiéndole algunas fallas naturales del virtuoso.