Los demócratas de plácemes por el segundo lugar de Trump en las encuestas a las presidenciales.
Desde ayer los demócratas aplauden la posición número dos en las encuestas de preferencia del precandidato a la presidencia por los republicanos Donald Trump. Mejor noticia no podría ocurrir. Para los demócratas, Hillary Rodham Clinton, camina con paso firme, so far, hacia el caucus o elección de candidato de su partido como “invencible”.
Los republicanos con un abanico multicolor de diferentes aromas tendrán que elegir de entre 15 precandidatos al que enfrentara en los comicios presidenciales a “Hillary”. Hoy, del lado opuesto a los demócratas se encuentra Trump, después de Jeb Bush. Quien después de su furibundo discurso en contra de los migrantes mexicanos durante el anuncio, el 16 de junio pasado, de su deseo de ser el candidato presidencial por su partido, resultó sin que los demócratas se lo propusieran la mejor manera de exhibir a las huestes del clan republicano como enemigo, no solo de los mexicanos, sino de los hispanos o latinos.
Traducido en sufragios, son los que podrían hacer la gran diferencia en las elecciones del año próximo, como ya sucedió en el pasado.
Solo habría que preguntarle al gerente de campaña, David Plouffe, de Barack Obama de cómo arribó, el entonces candidato, a la Casa Blanca en el 2008 bajo el lema: “Change We Can Believe In” o “Cambio en el Que Podemos Creer” con el que obtuvo casi el 53% del voto popular y 365 votos electorales. El voto latino representó el 70% de los 11 millones de personas registradas. (El padrón total es de 135 millones de los cuales votan aproximadamente 90 millones).
De acuerdo a la Comisión Nacional Electoral la mayoría de los fondos provinieron de donaciones de los simpatizantes y del sector privado. El entonces candidato se rehusó a utilizar fondos públicos. (Ojala, así se condujeran los partidos políticos y sus candidatos en México).
En el 2012 fue determinante la presencia del sufragio latino por tratarse de una votación cerrada. Entonces, la agencia de noticias francesa (AFP) publicó; “que la victoria de Obama fue gracias al voto de las minorías”. Dentro de esas minorías la mayoritaria es la latina, incluso, supera a la negra por varios millones de personas. En esta ocasión-Obama- obtuvo el 50% del voto popular, frente al 48% de su contrincante, Mitt Romney, candidato republicano. (El 71% de los latinos que sufragaron lo hicieron a favor del presidente).
Estos dos antecedentes son los que generan la actual euforia entre los demócratas. El Secretario de Vivienda, Julián Castro, descendiente de inmigrantes mexicanos a quien se le percibe como la estrella en ascenso de ese partido, manifestó en una entrevista reciente: “Trump es claramente insultante con los mexicanos. En esta campaña será, de diversas maneras, la cara del Partido Republicano porque tiene mayor nombre, reconocimiento, la sociedad en general lo identifica más que a los otros 14 precandidatos”. Y, finalizó: “Esa es una manera muy tonta de comenzar una campaña.”
El presidente del Comité Nacional Republicano, declaró al respecto de Trump y sus sandeces: “Sus comentarios no nos ayudan en nada para alcanzar más votos de diversos segmentos electorales.”
El ahora también precandidato republicano, el gobernador de New Jersey Chris Christie, se refirió del magnate inmobiliario de Nueva York: “Considero que sus declaraciones son totalmente inapropiadas.”
Ted Cruz senador por Texas, del mismo establo del ignorante y patético Trump, calificó su comentario como genial (terrific), “No debería disculparse, solo habla con la verdad”.
Otro senador de la misma divisa, Steve King de Iowa, acérrimo conservador, comentó en una entrevista radiofónica: “aprecio su lenguaje corrosivo”.
Mientras unos aplauden, otros se desmarcan con agrias críticas, y otros más salen a su defensa.
Es prematuro calibrar el verdadero efecto en los electores, faltan muchos meses por recorrer, hartas zancadas, empellones, difamaciones, por ahora, lo mejor es mantenernos atentos, para en caso de volver a hacer de las suyas este personaje salido de un pasquín de terror-patético-cómico; volver a la cargada para descarrilar, aún más, su nefasta presencia en la carrera presidencial.