Cualquier colección de errores… cualquier exceso que como país hayamos vivido en el pasado… cualquier error o fracaso se queda corto frente a lo que estamos viendo. Lo que sucede es oligofrénico, descomunal por lo desmedido.
Nuestro país está poblado, en los centros de decisión política, económica, financiera, cultural y social, por una casta depredadora, por huéspedes desbocados, casi terminales en términos del análisis popular.
Un paraje dantesco y torvo, dirigido por una especie política de carácter y proceder antediluviano.
Dirigentes, o como quieran llamarse, que creen que estamos a la punta del batallón victorioso, a la cabeza del mundo conocido. Nada más falso. Somos el último lugar en cualquier rubro del Índice de Gini.
Y eso que Corrado Gini estableció las bases científicas del fascismo. En Variabilita y mutabilita, el teórico italiano fue severo para medir el atraso. Implacable con los reyes del infelizaje.
Somos una colonia de ínfima categoría, el último lugar de la OCDE — club de ricos al que quisimos pertenecer, con el que nos pretendimos comparar–, en educación, desarrollo, salud, productividad y competitividad.
Eso, en la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico. Me dirán que compararnos con los perfumados del tinglado internacional no se vale, no es justo. Bueno, aquí, en América Latina, estamos parejos con el índice haitiano.
Por abajo de casi todos los países subsaharianos, que hasta hace cincuenta años eran una bola de pueblitos nómadas bajo las botas de los Habsburgo europeos.
¿Quién habla en nombre del pueblo de México? Nadie. La casta gobernante está para lo suyo, que es estafar, hasta cuando se asoma por las rendijas del Palacio y ve que algo está mal acomodado o anda a la trompa talega. Esto, para acá.
Hasta las vacaciones le cobran a OHL… luego de haber recibido la maleta con la “comisión” en dólares y en euros.
¡No tienen m…!
No tenemos arrestos para exigir nuestros derechos
Cariacontecidos, hacemos como que la crisis nos golpea. No es cierto. Ellos la pusieron y ahora censuran su capacidad de devastación. Mira que poner inútiles en puestos delicados lo estamos apoquinando ya y pagaremos todavía más caro.
Hasta aquí llegamos. Nuestros modos y maneras, alambicados hasta la exageración, adoptaron una fórmula infalible: denigrar y sobajar a los leales. Premiar a los corruptos e ignorantes, como acostumbra cualquier casta imperial.
No sabían, porque nadie de sus ancestros cercanos de Toluca se los dijo, que sin los leales no son nadie, no pueden ser dueños de nada, ni de su destino, hoy amenazado con la prisión vindicante, porque los leales eran el soporte de la frivolidad y el derroche.
Todos los asesores y estadígrafos extranjeros que contratan a precios de oro –desconfían de sus “asesores” de huarache– les han advertido hasta la saciedad que están mal.
Ellos, los validos de Palacio, en respuesta, los echan de sus residencias con sus perros de presa, por atrás de la cocina, y todavía los amenazan que si vuelven a poner un pie en cualquier aeropuerto mexicano, se enfrentarán a su “merecido”. Es un escándalo que recorre las principales oficinas de marketing político con sede en Washington.
Parece guión de alguna película mexicana de los setenta sobre las mofas que se hacían desde los Churubusco a los sátrapas latinoamericanos que usaban estos procederes para mantenerse en el poder.
Cuando echaron a Manuel Noriega –socio absoluto de las dinastías republicanas gabachas, obediente hasta la exageración de masacrar a su pueblo– de su castillo panameño, nos burlamos hasta que nos dolieron los carrillos.
Hoy, sólo queda esperar los juicios. Ha sido demasiado. Nadie aguanta tales humillaciones.
A pesar de que hemos soportado en la Presidencia, gerentillos de corporaciones foráneas, dictadores, esquizoides, afectados, miedosos, caricaturas caligulescas, ocurrentes, chistositos, no hemos tenido arrestos para exigir nuestro derechos.
El mejor ejemplo es el abuso en los bancos extranjeros. Las altas comisiones por nada más preguntar cuánto nos queda. Las eternas filas –una caja por cien clientes– donde si uno protesta, todos voltean a vernos como a un loco.
Los gasolinazos para que nunca tengamos combustible barato. Las “ordeñas”, que supuestamente iban a combatir haciendo que las pipas cargaran en centros de distribución conocidos…
… se convirtieron, ante la incapacidad de los secuaces de Lozoyita, en el mejor pretexto para desafanarse de la responsabilidad de abastecer a los centros poblacionales más grandes del país.
¿Qué puede resolver Lozoyita si aparte de que no le interesa, porque él está dedicado, junto con Arturo Henriquez Autrey, el truhán internacional que nombró en “Procura y Abasto”, al cobro de las jugosas comisiones de contratos petroleros?
¿Qué puede resolver un juniorcito como el mentecato mamador de Pemex, si nunca pasó los exámenes de una escuela seria, si toda su carrera la hizo a base de boletazos y de amenazas de su “apá” para que lo aprobaran?
Ellos no lo dicen… pero ¡lo sabe todo el mundo!
En el fondo somos un pueblo triste. Nos reímos de la nariz para abajo. De la nariz para arriba, tenemos la expresión que heredamos del culto a la huesuda, a la calaca, a la catrina. Un rostro de risas compungidas, estresadas.
Todavía no nos acostumbramos a castigar el acto proditorio, el de lesa traición. No ponemos como pueblo freno a la corrupción. Si acaso, sólo saldamos las “crudas morales” por los escándalos, como toda sociedad de costumbres medievales.
Levantan y asesinan a los hijos e hijas imberbes de los gerifaltes, por cobros de cuentas atrasadas de los padres en el “moche” de los negocios silenciosos, y todos se quedan callados, sólo expresan su dolor con cuchicheos ante los brillosos ataúdes.
Expresan sus sinceros sentimientos mortuorios, emulando los pesares de los Papas, in pectore, tocando el pecho de los padres de las víctimas propiciatorias, no más allá de unos cuantos decibeles de compulsión.
Saben que es mejor así, que hacer público su duelo. Porque en ese momento se rompería el delgado paño de la complicidad. En ese momento, toda acción reivindicatoria provocaría una tragedia tan grande que haría palidecer el caso Ayotzinapa.
Cuando se enteran de que, aunque ellos no lo hayan dicho, lo sabe medio mundo, no reparan en pensar –no saben cómo hacerlo– que hay cerca de 200 legaciones extranjeras en México, con sus correspondientes aparatos de seguridad e información (¡Gulp!).
Mientras más grande es el país representado por los equipos de marras, más grandes y eficientes son los grupos de “indicadores” de “inteligencia” que trabajan para ellos. Basta darse una vuelta por Reforma y Tiber, donde se asienta la Embajada de Estados Unidos, para saber de qué hablamos.
Y aún así, cuando se inquiere a los toluquitas por cualquier información sobre el paradero del levantado y ajusticiado, con sornas inverosímiles, se atreven a decir que andan estudiando doctorados en Europa… sin reparar que se refieren a un adolescente (!).
Ni se imaginan que el jerarca extranjero que les pregunta, está más enterado de lo que pasa, que sus afanosos directores del CISEN y de todas las policías federales juntas.
”El león cree que todos son de su condición”.
Pueblan el país los personajes políticos y económicos que han montado nuestro paraje dantesco y torvo.
¿Nos lo merecemos?
Índice Flamígero: Muchos rumores que se alimentan en las mesas de los restaurantes a los que acuden los políticos, parecieron confirmarse tras la “viralización” en redes sociales de un video grabado en Zacatecas en el que se observa una escena incómoda, en materia de trato, tanto para el inquilino en turno de Los Pinos, como para su consorte. Y los rumores son muchos. De toda índole.
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Si todos hubiésemos leído en su mometo Los Supermachos, Los Agachados, La Garrapata, etc, nuna hubiéramos permitido ni el FOBPROA, ni las “reformas estructurales”,
Somos un pueblo reaccionario; sólo reaccionamos, no actuamos.
Seguiremos formulando La Cura, la cura para todo mal, que no merezcamos, como hasta ahora.
en tierra de ciegos el tuerto es rey
en tierra de imbéciles el idiota es rey
en tierra de tranzas el corrupto es rey…………
no tiene la culpa el pinche funcionario sino el pendejo que lo creyó digno de hacerlo su representante
no tiene la culpa el indio sino el pendejo que lo creyó digno de hacerlo su compadre