Luis Spota es un escritor más actual de lo que muchos nos imaginamos. En 1956, al perfilar, en su novela Casi el paraíso, al aventurero caza fortunas Ugo Conti, definió a una casta gobernante, su voracidad desenfrenada, su aspiracionismo frustrado, también descrito magistralmente en su obra El primer día.
Formado en las lides periodísticas del reporterismo audaz y luego en las campañas presidenciales a bordo del legendario Tren Olivo –cuyas ruinas todavía se conservan en los patios del Museo Tecnológico de la CFE– Spota hizo escuela al incursionar en la novela política.
Definió los modos y las maneras de ser y de ambicionar de los trepadores de siempre, de los depredadores de todo vestigio de riqueza y de patrimonio nacional. Las carreras ascendentes, los tropiezos, los crímenes y los tristes finales de quienes querían tragarse el mar en un buche de agua.
La ansiedad de los nuevos ricos mexicanos por emparentar con las altas alcurnias internacionales en los momentos de la guerra fría, cuando los supuestos descendientes de monarquías desplazadas veían a México como Casi el paraíso para realizar todo tipo de atracos desde el poder.
Nuestra idiosincrasia se prestó para esa furiosa crítica social. Determinar el valor de las personas a partir de su raza, origen y riqueza material, catapultadas por la “prensa del corazón”, plagada de cursilerías y estereotipos acordes a la semántica de la ignorancia y la superficialidad.
Fortunas amasadas a partir de la corrupción, el fraude maquinado y la traición a los principios. Juventudes plagadas de carencias morales y rencores acumulados por la decadencia. El fin justificando los medios para lo mal habido y el atraco.
La realidad imperante no tardó ni unos cuantos meses en darle la razón al escritor, cuando un descendiente de la realeza alemana, ahijado de Alfonso XIII, Alfonso de Hohenlohe, vino a México a burlarse de las virtudes y las fortunas de muchos socialités.
Vive aún nuestra aristocracia pulquera
La patria –la retratada estupendamente en su obra maestra Más cornadas da el hambre, era diferente. El “desarrollo hacia afuera” y el sonsonete del modelo exportador tocaban las danzas macabras de otra realidad.
El oropel del país disfrazaba con los shows de importación en los “bar – grill” y en los hoteles de cemento y fierro de sus grandes avenidas que escondían las horrorosas heridas humanas. Eran sólo un refugio nocturno.
El lumpen proletariado en crecimiento, pendiendo en dogal sobre el cuello de sus ciudades macrocefalias, y un campesinado empobrecido, embrutecido, despojado, enajenado.
La patria rica era mecida por sus hijos agradecidos en la hamaca de un falso industrialismo, suspendida en las torres fabriles de sus cuatro pilares de apoyo: México, Monterrey, Guadalajara, Puebla.
Nadie tenía derecho a venir de fuera y decirnos que éramos pobres, y que si continuábamos por ese camino, seguiríamos empobreciéndonos más. Los políticos en boga, aduladores hasta la indecencia, salían en defensa de la “dignidad” del país.
Repetían hasta el cansancio que nuestra moneda casi estaba a la par con el dólar, que nuestras jovencitas posaban entre los mármoles de Bellas Artes con los hijos de duques de supuestas dinastías germánicas que presumían inexistentes prosapias en las páginas de los pasquines tendenciosos.
No podíamos ser pobres, si habíamos peleado a brazo partido, a través del “dedeado” Escuadrón 201 en los mares del Océano Pacífico, luchando por las causas de los oprimidos, en nombre del “mundo libre”.
Si nuestros actores consagrados –haciendo papeles denigrantes de traidores sombrerudos, burdeleras del viejo Oeste, decrépitos borrachines, padrotes despechados– acaparaban marquesinas en Hollywood o eran mencionados en notas burlonas del Variety.
Si las historias fílmicas y los rostros de nuestros indios explotados, estampados en colores de sandía en filmes de 70 mm. obtenían premios y reconocimientos artísticos ultramarinos.
Si los escándalos y excesos de nuestra burguesía criolla sonrojaban al más atrevido de los dictadores caribeños, algunos de los cuales, como Batista y Trujillo –además de Francisco Franco– pagaban enormes estipendios a través de sus embajadas a nuestros “brillantes” comentaristas.
Si la desinteresada filantropia de nuestras madonas de la alta sociedad avergonzaba a la más atrevida populista o al más grande demagogo latinoamericano.
Para confirmarlo, una de ellas, argentina, esposa de un magnate azucarero, acaba de declarar en una entrevista a Lana Montalbán, del Hola!, que Acapulco no pudo despegar porque no tenía un buen hospital para curarle las crudas a los Habsburgo, menos para atender convenientemente un buen “pasón” al miocardio.
Si, como decía la vulgar propaganda gubernamental “veinte millones de mexicanos no podemos equivocarnos”, si el sistema político mexicano era el modelo a seguir para las nacientes burocracias centro-europeas.
Si republiquitas balcánicas y bananeras se peleaban por mirarse en nuestro espejo. Si estábamos llamados a sentarnos, por derecho propio, en el banquete de Petronio., codeándonos con los amos.
Escogimos al poder político como valor máximo
Debíamos aprovechar “la industrialización” a cualquier precio y no debíamos derrochar la efímera liquidez del momento en detenernos a pensar en las obras proporcionadas que nos dieran agricultura para comer, en lugar de obras faraónicas para la presunción, el delito y el boato.
Cuando despertamos de la cruda, Luis Spota estaba ahí. Retratándonos en la famosa frase de Juan Carlos Onetti: “Aquí, asombrado de mi poder y de la riqueza de la vida”.
Recordándonos en la zaga La costumbre del poder –desde Retrato hablado hasta La víspera del trueno— que habíamos escogido el poder político como supremo valor que afecta desde los más íntimos momentos de los individuos hasta la razón de los caminos nacionales.
Todos los presidentes, dice Spota, “tenían que correr el riesgo, implantar la política económica adecuada, apoyar fiscalmente al sector empresarial… La República puede disfrutar la Era de prosperidad con tanta riqueza potencial.”
Y todavía se quejan: “los funcionarios actúan con desgano, los obreros y campesinos malinterpretan sus actos y sus palabras; los militares se desenvuelven a la defensiva, conspirando contra el sistema…
… los empresarios estropean el Plan, la gente de izquierda no cesa en su afán de desestabilizar al país imaginario, los activistas retan a las autoridades, los burócratas no dudan en dejarse arrastrar por la corrupción…
…la moneda se dolariza. Escritores, actores y columnistas murmuran y en ellos va implícita la opinión pública. El cielo presagia tormenta, no cerremos los ojos a la luz del relámpago que viene.¿Qué trueno se avecina y a quiénes cimbrara?”.
El actual becerro de oro: el 25% “por adela”
No ha costado mucho trabajo, ni hemos ido muy lejos por la respuesta a las preguntas de Spota. La generación de Ugo Conti está entre nosotros. Los grupos gobernantes descastados, vacíos y decadentes nos gobiernan. Si algo aprendió en la vida fue a saquear.
Quieren gobernar ahora los partidos como se gobiernan las variables macroeconómicas y las cacerías de brujas en el SAT. La opinión que pesa es la de los comentócratas televisivos festejando los triunfos entreguistas de las subastas petroleras.
El becerro de oro, al que adoran, es la comisión del 25% “por adela“. Cada premiado con cualquier puesto debe reportar de inmediato resultados al bolsillo. Nadie tiene derecho a robar, si no ha sido previamente autorizado por el destinatario de todos los beneficios.
Festejan el burocrático decreto de desaparición del Ieppo oaxaqueño, como si fuera, por sí sólo, la justificación de tres años en el mando, sin informar de la complicidad y despilfarro en que incurrieron todos los gobernadores, secretarios de Estado y presidentes de los últimos veinticinco años.
La falta de escrúpulos, honestidad y principios, siguen siendo los rectores de la suprema certeza en este paraíso de la impunidad.
Hace treinta años murió Luis Spota, autodidacta, padre del periodismo moderno de investigación. No sólo descubrió la verdadera identidad de Bruno Traven, sino –visionario– los profundos drenajes de la tolucopachucracia.
¡Cómo hace falta Luis Spota, el profeta del presente!, ¿no cree usted?
Índice Flamígero: Resulta que El Poeta del Nopal difiere de lo escrito aquí hace un par de días sobre el Prinosaurios, rumbo a la extinción. Y en inteligente décima titulada “Parque Jurásico” expone sus razones: “Más que una institución es un concepto / que soborna sin prisas al contrario, / un longevo y siniestro dinosaurio / que maquilla las fallas del inepto; / su vigencia se basa en el precepto / de que la corrupción es solo un dato, / la miseria una piedra en el zapato / y la continuidad un voto a ciegas, / ya lo dijo Daniel Cosío Villegas: / ¡tenemos PRInosaurios para rato!”. Chapeau, maestro. ¡Chapeau! + + + No olvide usted la fecha: 8 de agosto. Ese día cumple años Alejandro Ríos Camarena, administrador general de adquisiciones del SAT. Eso quiere decir que el mercado interno mexicano se irá a los cielos… ¡por el costo de los regalos que espera el funcionario! No olvide la fecha: 8 de agosto.
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Si, todavía recuerdo pasajes célebres del libro el primer dia. Cuando uno de sus ex secretario le dice al exprwsidenre, compadre yo le fui fiel y trabaje con toda honestidad y el ex presidente se contesta así mismo, este pende jo cree que lo puse porque era necesario
A mi si robaste o no es tu problema, yo te puse ahi, sino robaste es por pendejo.