Javier Peñalosa Castro
La semana que termina el gobierno del Distrito Federal volvió a anunciar que retiraría a los llamados ambulantes toreros del perímetro del Centro Histórico. Como siempre, la medida implicó intercambios de golpes con granaderos, la breve desocupación de algunos espacios y una nueva demostración de cómo este tipo de comercio está más organizado que el llamado “comercio organizado” y que, en muchos casos, la frontera entre establecidos e informales es prácticamente invisible, pues ante la imposibilidad de terminar con este tipo de competencia, los locatarios del Centro se “desdoblan” y participan con gran entusiasmo en lo que ellos mismos califican de ilegalidad.
Estas prácticas, a las que se ha dado en llamar clientelares, provienen de las regencias priistas, pero han sido plenamente asimiladas y aun mejoradas por panistas y perredistas en todas las delegaciones.
Cíclicamente se anuncia el retiro de los puestos establecidos en la vía pública, y cuando esto llega a ocurrir, reaparecen —con frecuencia multiplicados— a unas cuantas cuadras de distancia. En tanto, los espacios desocupados permanecen así durante un tiempo, y tarde que temprano vuelven a ser ocupados.
Cabe aclarar que buena parte de los puestos en cuestión no son ambulantes, sino que ocupan lugares fijos, tienen servicio de luz (con diablito, e incluso con medidor) y se las ingenian para tener agua, están fijos a la banqueta y difícilmente se les molesta, siempre y cuando cumplan con las cuotas que les cobran los empleados de las delegaciones, la policía y sus propios líderes.
Otro problema grave que se maneja con medidas cosméticas es el de las licencias de construcción. Un ejemplo que he atestiguado se dio en la colonia San José Insurgentes, de la delegación Benito Juárez —en manos de panistas hace más de 15 años—. En esta colonia se clausuró hace poco menos de dos años un edificio que estaba en construcción por contravenir diversas normas. Las violaciones eran tan graves, que se colocaron sellos en los que se indicaba que el inmueble debía ser demolido. Fue cosa de tiempo. Hoy los sellos han desaparecido y la obra se ha reanudado. Todo cambió para seguir igual.
Lo grave en lo que se refiere a los permisos de construcción es que el gatopardismo en materia de desarrollo urbano sustentable puede tener graves efectos en la convivencia social y en el bienestar de los ciudadanos.
También llama la atención la incapacidad de terminar con los llamados “viene, viene”, quienes han sobrevivido a la instalación de parquímetros, que se vendieron a los vecinos como un “mal necesario” para poner fin a esta plaga y siguen tan campantes.
En lugares como la zona de hospitales de Tlalpan, este tipo de personas “aparta” lugares para estacionarse desde temprana hora, de manera que los enfermos y sus familiares deben pagar las cuotas que se les exigen, pese a que existe lugar de sobra.
El Bazar del Sábado, en San Ángel, es otro de los sitios en que este tipo de práctica ocurre con mayor descaro, y en el que los franeleros tienen tarifas fijas de cincuenta pesos o más, con la más amplia complacencia de autoridades delegacionales y policías.
En zonas de alta demanda, como en las inmediaciones de teatros, cines y otros centros de diversión donde se han instalado parquímetros, los “viene, viene” trabajan cuando los parquímetros no operan (después de las ocho de la noche, sábados y domingos, salvo en Polanco, la Roma y la Condesa, donde funcionan por la noche y en fines de semana), y he empezado a ver que estos sujetos apartan ya los propios cajones de parquímetro.
Si bien es cierto que problemas como el comercio informal, la anarquía en el otorgamiento de licencias de construcción y sus consiguientes efectos en el desarrollo urbano y la apropiación indebida del espacio público no son problemas de vida o muerte, es tiempo de ir pensando en soluciones verdaderas a los principales problemas de la capital del País, y bien podríamos empezar por estos aspectos y exigir al gobierno que deje a un lado su actitud gatopardista de anunciar constantemente que habrá cambios para atender los problemas más ingentes, para que todo quede en declaraciones, algunas clausuras temporales, y operativos de relumbrón.