Alexis de Tocqueville, un hombre que estudió y vivió de cerca el problema de sociedades con grandes desigualdades, privilegios y vacíos democráticos, percibió hace mucho tiempo la gran necesidad de las Américas.
Tenía la esperanza de que las mayores dificultades objetivas pudieran superarse con la visión, inteligencia y fuerza de voluntad de sus grandes líderes políticos. Liderazgo ante todo, para generar la fuerza concomitante.
El gran Tocqueville vivió tres revoluciones y la formación de dos imperios. Pero lo acompañó a la muerte la decepción de cómo los triunfadores siempre quisieron aprovechar para sí los instrumentos del poder creados por la monarquía.
Max Weber, de visita por la costa Este de Norteamérica, lo dijo hace un siglo: “En este mundo, conseguir lo imposible… requiere tres cualidades del político: pasión, sentido de la responsabilidad y mesura”.
Unos días antes de que se produjera la vergonzosa intervención norteamericana en nuestro país, un personaje sin mácula, un ícono de la historia nacional, el gran Mariano Otero, observaba que en México sucedía algo extraño.
No se podía crear, ante la invasión, eso que se llama espíritu nacional, porque “no hay Nación”. En uno de los ensayos más lúcidos de su sigl:
“El país ha sido precipitado a su destrucción y aniquilamiento, por la vía combinada de los vicios sociales que se quedaron del sistema colonial, y los que han aumentado en 26 años de desórdenes…
… es preciso conceder que un sistema semejante ha debido causar el más profundo disgusto entre las clases laboriosas y sus gobiernos; porque, en efecto, ¿qué unión y qué simpatías pueden existir entre esas clases y los gobiernos…
… cuando éstos, en vez de prestarles ninguna protección ,las oprimen cada día más con todo género de gabelas para contentar las ambiciones de los miles de hombres de las clases privilegiadas, que sin título ninguno decente se han propuesto vivir a expensas de la nación?”
Ayer, como hoy.
Relataba Otero que mientras el ejército enemigo avanzaba sin oposición hacia la capital, algunos de nuestros generales, coroneles, empleados de categoría y otros infames favoritos del gobierno, se disputaban los pocos recursos que entraban a la tesorería.
Creyendo que cada peso era tal vez el último que podrían coger del gobierno, se apresuraban a apoderarse de él con la misma ansia con la que una cuadrilla de bandidos se activaba a despojar al moribundo viajero tendido en cualquier camino real.
El clero, miope y egoísta, alentaba las conductas vergonzosas de quienes gobernaban y de quienes tenían los privilegios mal habidos.
El gran tema ha sido siempre el punto de acuerdo entre grupos de interés, no entre el choque de ideologías que, desafortunadamente, fueron menos importantes que otro tipo de ambiciones, relatadas por un hombre por encima de toda sospecha: Otero, que se encuentra en todos los altares de esta patria escarnecida.
Dar paso a la juventud… mexiquense
Al momento de asistir al acto de unidad priísta en días pasados, el presidente de la República –el primer priísta del país, dicen los clásicos– definió el perfil que tendría el próximo dirigente del partido de las mayorías: ágil, conocedor, cercano a las tecnologías, de fácil adaptación entre las cada día más influyentes juventudes electorales.
“No caben los proyectos personales”, sentenció. Todos debemos participar en los grandes momentos que se avecinan, definidos por la consolidación del gran proyecto nacional de las reformas estructurales, dijo a los miembros más destacados de su militancia.
Todos los priístas entendieron el mensaje: el tiempo de las generaciones anteriores a la gobernante, había fenecido, para dar paso a la pujanza y a la audacia de una juventud formada en la nueva cultura política y la iniciativa empresarial, en la medida de lo posible.
Guardaron sus fierros los pretendientes al trono priísta y se pusieron a esperar, con paciencia franciscana, la gran definición, el humo blanco que debería salir en su momento, de las chimeneas combativas de Insurgentes Norte y Héroes Ferrocarrileros.
Obviamente, en el iter periodístico, y en los mentideros políticos, se cruzaron opiniones y apuestas sobre hacia adónde se cargaban los dados del sabio Arconte, del oráculo centenario que nunca se ha equivocado, ni en los tragos amargos de la derrota, siempre prevista, siempre esperada, nunca impredecible.
La llegada de alguien que perteneciera a tal o cual corriente, iba necesariamente a impactar en la jefatura de la bancada multicolor –roja, verde y turquesa– que hoy rebasa los 251 diputados y es mágica para los requerimientos de aterrizaje nacional, según nos lo han hecho saber.
La llegada de alguien perteneciente a un determinado establo de las caballerizas, iba necesariamente a beneficiar al caballo y al jinete que, aquí entre nos, iba a escuchar antes que cualquier otro el disparo de salida en el Derby Sexenal. Por eso, decían, era tan importante.
Pasaban a segundo término las notas sobre la abrupta, pero sostenida e interminable devaluación del peso y, entre otras, las de los 56 túneles taladrados por El Chapo en el subterráneo californiano, para que no digan que nada más aquí se cuecen habas.
La odiosa comparación entre el superlativo gasto de las oficinas presidenciales, situado muy por encima de los recursos monetarios sensatos dedicados al desarrollo social, a los programas contra la pobreza y para el mejoramiento de la salud popular, eran otras de las notas relegadas.
Porque todo eso podía esperar. Para nuestra clase política, lo primero era conocer el nombre del elegido para conducir a la grey priísta y empezar a otear el dedo ensalivado hacia el cielo, para saber hacia dónde soplaban los nuevos vientos del poder.
Martínez y Martínez, como segundo
Con la perspicacia que lo caracteriza, el –por muchas razones– célebre Arturo Montiel, jefe de la política interior del mexiquismo, no quiso perforar en aguas profundas y se sacó un afortunado as de la manga.
Propuso para la posición del gran Acuerdo a una radiante comunicadora local, que él llevó a la Coordinación General de Comunicación Social del gobierno del Estado de México a los 29 años y que se hizo experta en el manejo de computadoras y redes digitales.
Montiel, el gran constructor de los acuerdos, le hizo un curriculum realmente impresionante: diputada local por Metepec, presidenta municipal de ese importantísimo bastión y primera presidenta del PRI del Estado de México.
Y para que no quedará la mínima duda de los “amarres” con los grupos políticos nacionales, propuso como secretario general del CEN al experimentado luchador social Enrique Martínez y Martínez, actual secretario de Sagarpa.
Como se ve, la mancuerna es irreprochable e imbatible en la conducción de las elecciones del 2016, de las Cámaras del Congreso y del gran oficio del destape de El Bueno” en 2017.
Se cubren toditititas las formas políticas, los requisitos básicos de idoneidad y de perfiles políticos y se da una respuesta erga omnes a quienes pensaron que la decisión del Partido iba a descomponer el gabinete, en preferencias y en orientaciones.
Todo seguirá igual, como hasta ahora.
Bajo el mismo tono, con el mismo color e intensidad. Ana Lilia Herrera Anzaldo, senadora que le arrebató el escaño a la ilustre perredista Yeidckol Polevnsky, será la nueva palomeadora oficial para todos los suspirantes a lo que resta… del sexenio.
Todos, a trabajar. En las posiciones que les fueron asignadas. No más cambios por ahora. Los agremiados precandidatos a “La Grande” deberán aguantarse las ganas y ver crecer las nuevas figuras que provendrán de todas las casacas y rumbos del país.
El objetivo es el Acuerdo Nacional. La consolidación del gobierno, de las reformas y de todo lo demás. Ahora ya sabemos de qué color pinta el colorado. ¿O no?
Índice Flamígero: El discurso en el PRI de Enrique Peña Nieto tuvo respuesta por parte del coordinador de la bancada priísta en la Cámara de Diputados, el sonorense Manlio Fabio Beltrones. En su comentario radiofónico semanal, transmitido el último jueves, se pronunció por asimilar los cambios y poner al día la agenda política de los partidos y de los gobiernos. Y dijo que “no es un asunto de generaciones, sino de una auténtica voluntad de que el quehacer público y las actitudes políticas y cotidianas sean congruentes con los cambios que proponemos”. + + + Y sobre el incremento de la pobreza comenta El Poeta del Nopal: “Según datos oficiales, / juego de pares o nones, / son unos cuantos millones / que viven en arrabales; / pero las cifras totales / en realidad calan hondo, / enorme barril sin fondo / con una sola certeza: / en México la pobreza / ¡es un negocio redondo!”, Sí, señor.
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