La dislexia política es una atrofia que afecta directamente la dificultad con el lenguaje, la escritura, la ortografía y la lectura de los mínimos textos que preparan a próceres ignaros los bien pagados asesores.
En política, la dislexia direccional arrasa parejo con todos aquéllos que voluntariamente se resisten a distinguir entre lo positivo y lo negativo, lo profundo y lo superficial, entre la izquierda rebasada y la derecha recalcitrante.
No se conmueven con el hecho de que llevemos más de cuarenta años sin poder articular un solo discurso progresista, congruente en política económica, desarrollo social, democracia con justicia y política exterior, que nos hacían casi paradigmáticos en el arte masiosaresco de ganar perdiendo.
Además quieren –y lo han logrado– avergonzarnos en todos los ámbitos, no sólo en los internacionales, sino aún en la realidad cotidiana donde nos hunden todavía más en todos los despropósitos, la parálisis, la sumisión y el entreguismo.
La dislexia política es producto de la misma claque que ha entorpecido la solución de las necesidades elementales del pueblo. La que ha hecho prevalecer la soberbia, mientras posterga la sensibilidad social.
La que ha logrado que el pueblo llano no pueda darse cuenta que han emergido los rostros de quienes exigen al Estado adecuarse a la Nación. Los descastados que han creído en una trasnochada modernización. Los que rematan la patria a jirones.
Los que han copiado modelos políticos extranjeros creyendo que con ellos podremos resolver cuestiones disfuncionales que emergen de nuestras propias raíces. Los frívolos, cínicos e incapaces que –aquí, entre nous–ahora le echan la culpa de su fracaso al boicot del monopolio televisivo que siempre les ha servido de tapete.
Grupito de entreguistas y anexionistas embaucados
Independientemente de cuál haya sido el color del partido gobernante, México y sus recursos han sido devastados por una clase política voraz e ignorante que sólo ha respondido a los dictados del capataz imperial. Y luego se indignan cuando alguien se los echa en cara.
¿Quién en su sano juicio les puede creer que la “reforma estructural” de la subasta petrolera fue redacta por mexicanos patriotas, inspirados en su historia?
¿Quién, con dos dedos de frente, se va a ir con el trapo de “gastar” miles de millones de dólares en la “compra” de coberturas y seguros petroleros para rematar cada barril de crudo en 48 dólares durante todo el 2016?
Son, a todas luces, un grupito de entreguistas y anexionistas embaucados infelizmente por la mendacidad y la ambición cómplice de mercenarios y estafadores de la peor ralea, testaferros y palafreneros de intereses contrarios al país.
Y todavía los disléxicos políticos quieren echarle la culpa de sus entreguismos a nuestra condición de traspatio, en una actitud infame y mentirosa. Hasta descargan la responsabilidad en la falta de identidad que produjo el trauma de la conquista, con argumentos pendencieros.
O peor, inculpan al ciudadano común por su falta de respeto y apego a la “cultura de la legalidad”, con tretas cobardes y tramposas. Como si los gobernantes se preocuparan por la educación cívica del ciudadano.
Es la urgencia cortoplacista del gobernante mediocre
La dislexia política es un problema de mentalidad colonizada, inerme voluntariamente ante el determinismo fatal que levanta la mano al poderoso. Simple vasallaje del gobernante ingenuo –como “hecho a mano” para los intereses foráneos– que auspicia la depredación.
Ayudarle, simple y sencillamente, a los consorcios extranjeros a saquear impunemente nuestro vientre energético, por aldeanismo ramplón de no decidirse a defender lo que nos queda de dignidad para distribuir la riqueza.
Ausencia de coraje y patriotismo para declararnos independientes, con recetas propias. Poco valor para juzgar a los culpables, a la luz de las fallas por omisión y sometimiento. Nulo respeto a una historia rica en ejemplos heroicos y libertarios.
La dislexia política es la urgencia cortoplacista del gobernante mediocre que desea llegar al poder sólo para presumirle al Imperio que es el mejor hombre para acatar escrupulosamente sus instrucciones. Hasta inventa engañifas ñoñas para burlar la ley.
Y para hacerle creer al respetable lanza cifras maquilladas e inconsultas sobre la medición de los indicadores macroeconómicos y su “impactante” efecto para lograr un desarrollo socialmente justo.
Es también el coro subliminal de los traidores y desarraigados que, desde el poder, permiten que el sector tradicional agropecuario –olvidado y arrasado– produzca ejércitos de desempleados y hambrientos.
El que multiplica hasta la náusea las burocracias parasitarias de cuello alto, con el falso señuelo de engrandecer al Estado, hasta dejarnos sin patrimonio y sin destino. Con tal de no abandonar la ratonera se quejan ¡de que la subasta de dólares es insuficiente para detener la depreciación mercantil del yuan!
Es el engaño, repetido durante ocho décadas por dirigentes enajenados que protegen las actividades de las transnacionales sin obligar a los favorecidos a elevar los niveles de inversión productiva y hacer cumplir las obligaciones fiscales, laborales y educativas.
La dislexia direccional es un garlito, alentado desde la cúpula, de que las altas utilidades, sin riesgo de competencia interna, son la “pista de despegue” para parecernos más a nuestro vecino norteño, que es el indigestado y fracasado en todos los frentes…
… menos en aquéllos que dirigen y operan nuestros paisanos indocumentados, expulsados de su país de origen por gente sin escrúpulos y sin un sentido primigenio de justicia y humanitarismo.
Es la misma dislexia política que ha llevado a pensar a los “grandes” tomadores de decisiones que no tendría consecuencias históricas echar a andar las máquinas del totalitarismo partidario para exterminar al enemigo político, en lugar de reglas claras para la participación ciudadana.
Es la misma dislexia que ha impulsado los subsidios al crecimiento anárquico de la factoría protegida, mientras provoca irresponsablemente el crecimiento de los menesterosos en las macrocefálicas urbes.
“Gobernados” por quienes se atropellan con sus propias promesas
Estamos “gobernados” por disléxicos direccionales. Por gente que se atropella con sus propias promesas y aún con sus propias palabras. Que no saben –nunca han sabido ni sabrán– para qué es el poder, para qué sirve, con qué se come.
Los que nunca han entendido –porque no entienden ni entenderán– que este país tiene un riquísimo catálogo de enunciados de redención e integración social. Que son incapaces de saber que lo único que resta del presupuesto no es para enriquecer consorcios, sino para lograr la equidad de los hambrientos.
Que la política social es una disciplina científica y una intervención política dedicada a modificar las consecuencias morales y materiales de lo que ellos producen con sus infamantes dicterios, para poder proteger al hombre “desde la cuna hasta la tumba”, según Lord William Henry Beveridge.
Que la protección social del Estado es la única que puede hacer posible frenar los efectos de la desigualdad material y los desequilibrios estructurales que produce la aplicación de las leyes ciegas del mercado.
Que según todos los organismos internacionales, incluso los establecidos por los imperios para cuidarles las espaldas, han firmado que la mejora del nivel de vida es el objetivo principal de todos los planes de desarrollo económico.
Que el más alto propósito de política nacional e internacional es que los seres humanos, sin distinción de raza, credo o sexo, tienen derecho a perseguir su bienestar en la seguridad económica y en igualdad de oportunidades.
¿Que el bienestar, la justicia y la legalidad es lo único que otorga significado a la actuación de un Estado constituido? ¿Que el equilibrio social es la estructura fundamental que proporciona las condiciones de gobernabilidad y supervivencia de cualquier sistema?
¿Será prudente y provechoso hacer todavía un memorándum para los disléxicos?
¿Usted qué cree?
Índice Flamígero: Sobre el periódico En Línea que –acaba de conocerse– circula en Los Pinos y entre los miembros del “gabinetazo” con purititas buenas noticias del quehacer de la Administración Federal, me escribe una respetada comunicadora social: “¿Es el house organ de EnLineaLandia? ¿Cobrarán “chayote” sus reporteros? ¿Tendrá “convenio” con el propio gobierno federal?” Las respuestas, todas, son de índole jocosa, como aquella que dice “esos ¡se roban entre ellos mismos!”.
www.indicepolitico.com / pacorodriguez@journalist.com / @pacorodriguez