La discusión sobre la falta de cálculo político en México nos rebasa. Incluso más allá de lo que nuestros comentócratas de huarache aceptan en sus prefabricados guiones, según ellos, hechos al tamaño de nuestro entendimiento.
Mientras aquí en el rancho grande nos peleamos por ver cuáles son las mejores fórmulas y los más viables precandidatos a “La Grande” –ya no para crecer, sino para poder esquivar la condición de ignorancia, impudicia y estulticia en que nos han sumido los mismos improvisados ambiciosos–, en las sedes de las transnacionales revisan con lupa cada movimiento.
En Washington, Nueva York, Londres, Bruselas, Tokio, Nueva Delhi y Beijing, por citar algunos casos, aparte de soltar la carcajada hiriente sobre esos desvaríos, recuerdan cuál ha sido la ruta de la descomposición. Aunque parezca mentira, el burro habla de orejas, y se ríe para adentro.
Ha sido reabierta la discusión sobre el cálculo errático de las decisiones políticas en nuestro país. A lo mejor es un tópico recurrente en las campañas electorales estadounidenses, lo cierto es que lo dicho en el Imperio resuena en todos los ámbitos.
La falta de gobernabilidad ha sido reivindicada por los más recalcitrantes republicanos y demócratas atribuyéndola al Informe de la Comisión Trilateral de finales de los setentas, mandado a elaborar por el Grupo Rockefeller, hoy con dieciséis precandidatos gabachos para el 2016.
Magnates erigidos sobre el asiento de la explotación indiscriminada de materias primas en los bajos vientres de nuestro país, se atreven otra vez a querer dar el remedio y el trapito.
Se jactan de que era inaudita –hasta la fecha de escribir estas líneas– la falta de respuesta de los gobiernos del área latinoamericana –estrangulada por los consorcios financieros– a las demandas de tipo social, con crecimiento exponencial.
Indudablemente, se refieren a que el “gobierno” y la sociedad no quieren unir sus fuerzas para responder a las nuevas exigencias del crecimiento de la población, el agotamiento de recursos físicos y financieros y a la parálisis institucional.
La fatal parafernalia del “Espíritu de Houston”
Para los barones del dinero esta situación es “francamente inaceptable”, Jeb Bush dixit. Horroriza a sus buenas conciencias, sitúa al país y a la región al borde del cataclismo y urge a otorgar dirección y mejor gobierno en el traspatio.
Como que ven llegar el agua a sus aparejos. Según ellos, nuestras “democracias” están necesitadas de generosa y desinteresada protección, más aún, si ésta proviene de los cenáculos del Imperio.
Critican lo que provocaron, ante nuestra indefensión, falta de cálculo y de respuesta. Admiten que lo que siguió al Informe de la Trilateral fue un conjunto de adaptaciones, siempre en fuga de la responsabilidad social de los gobiernos locales.
El recorte de sus funciones y atribuciones, la primacía del mercado en todas las variables, el adelgazamiento del Estado, la exagerada ponderación de las “fundamentales “ de la economía, impuestas por sus mismos banqueros.
El abandono de la investigación científica, el puntilloso cuidado de la paridad cambiaria con el dólar en favor del inexistente grupo de exportadores criollos de maquila propia, mal pagada e insumos ajenos…
… y muchas otras cosas de infamante recuerdo, que hoy conocemos como la parafernalia neoliberal, identificada con el “Espíritu de Houston”, el “Consenso de Washington” y la lucha denodada en pro de la acumulación y el despilfarro desenfrenado.
Nuestros “gobiernitos”, del todo incompetentes
Nuestro tiempo mexicano nos ha confirmado que los “gobiernitos” de corte empresarial son incompetentes porque están operados por gente que nunca manejó el modelo de expansión ni de un rancho.
¿Con qué cabeza querían que imaginaran que el origen del capital es para ser destinado a los fines del bienestar social, sólo como una condición identificada con la democrática, que considera a la autoridad y la libertad como u binomio de correspondencia biunívoca?
¿Cómo podían saber nuestros próceres de petate que la paz social, indispensable para el progreso, debe conseguirse con el convencimiento popular de que las metas buscadas llevan al ideal común y que no se permita a grupo alguno sacar ventajas que no le correspondan?
¿Cuándo han oído hablar a sus mentores Atracomulcas de afirmar la soberanía nacional, seguridad, independencia, justicia social y no discriminación en los beneficios colectivos?
Crecieron adaptándose a un formato de negocios públicos a su favor, en una visión unilateral de saqueo, que obedece órdenes superiores, sin la mínima autocritica, porque no saben qué es eso.
Jamás imaginarán que el manejo político, la gestión pública, es sobre todo la capacidad de medir los momentos de la decisión, calcular políticamente los acontecimientos y escoger sobre las mejores opciones en el pandero para remediar necesidades de los gobernados.
Y eso que jamás sabrán, va aparejado de saber que no se puede conseguir de otra forma, que escuchando las demandas populares de pan y justicia.
No se consigue ni con más globalización, ni con criterios monetaristas como los de Videgaray y Carstens, ni con enfoques tecnocráticos rancheros, pues defenderlos es entregarse a los dictados de las ideas de importación de los financieros.
Rendirse ante el corporativismo totalitario por puro interés personal y condenarse a vivir –y que los demás vivamos– en el reino de la mediocridad, la codicia, la falta de empaque, de imaginación y la ausencia de sensibilidad, es una puñalada trapera.
Nunca sabrán que el verdadero desafío de un político es hacer posible la convivencia y proteger a los gobernados frente a los riesgos de su vulnerabilidad, en una sociedad cada vez más fría y desprovista de apoyo a los necesitados.
El colmo: “plantón” de EPN al líder del PSOE
Pero eso sí, apenas ven sus corifeos que llega el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, a intercambiar opiniones con el gobernante de la Ciudad de México acerca de formar una izquierda moderada, cagan toda la tinta posible para deturparlo. (Peña Nieto no lo recibió. Lo dejó “plantado”. O “le tiró plancha”, como usted prefiera).
No admiten en sus cabecitas que la participación social del ciudadano, la conformación de una opinión pública formada e informada, su preocupación constante sobre la buena marcha de la cosa pública…
… el ejercicio responsable de sus garantías y prerrogativas frente a los prestadores de servicios oficiales y la exigencia de un gobierno confiable y veraz, la critican como si ya tuvieran la Espada de Damocles sobre su mollera.
Cuando la posición de hacer prevalecer los intrínsecos valores comunitarios es lo único que puede contrapesar a aquéllos emanados de las reglas ciegas del mercado huraño, el confort y la mercadología interesada.
Ha sido un error de consecuencias imprevisibles haber entregado las naves sin ofrecer resistencia. Adoptar sin cautela los dictados de “reingeniería de procesos” y control rígido –sin atenuantes sociales– sobre cada uno de ellos.
Apoyarse en la supuesta filantropía de los consorcios externos que sólo suman beneficios y dividendos, sin previsión política, pues éstos “Pactos por México ” han orillado al país a la encrucijada autoritaria.
A la aceptación sin chistar del engaño intelectual del exceso neoliberal que intermitentemente – y más en estos momentos preelectorales del Imperio– nos receta infinidad de teorías fracasadas, como condición sine qua non para arribar, ahora sí, a la modernidad.
¿Mientan la soga en la casa del ahorcado, después de que ellos eliminaron al infeliz? ¿Dejaremos, impávidos que sigan burlándose de nosotros en los domicilios imperiales de las empresas que nos saquean?
¿ O los toluqueños abandonan todo al mejor postor y ellos hacen de sus intrigas palaciegas en Los Pinos el jueguito a la sucesión presidencial de un país que quién sabe cuánto aguanta?
Mientras, ellos, revisan con lupa cada movimiento y sueltan las carcajadas y el escarnio, la burla humillante.
Índice Flamígero: En el cumpleaños 58 de la juventud de don Alfredo Álvarez Barrón (¡felicidades!), El Poeta del Nopal se torna melancólico y nos envía un epigrama que lo dice todo sobre nuestra fugaz presencia en la Tierra: “La dignidad me sostiene / con disimulado asombro / hurgando entre los escombros / de un cementerio de trenes; / recibo los parabienes / con el semblante afligido, / extraño los tiempos idos / pues ya soy miembro honorario / de un jardín estrafalario / donde hay pájaros caídos.” ¿Qué dirá el escribidor que tiene más años que don Alfredo?
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