“Tengo problemas mucho mayores”, respondió el gobernador Javier Duarte al referirse al multihomicidio en el que fueron asesinados el fotoperiodista Rubén Espinosa, la activista Nadia Vera y otras tres mujeres hace 48 días en la colonia Narvarte, en la ciudad de México.
“El caso Narvarte no me preocupa”, reiteró Duarte de Ochoa, en una entrevista publicada a ocho columnas por el diario capitalino El Universal, con todos los visos de haber sido pagada, pues el texto y las respuestas del gobernador de Veracruz carecen del valor periodístico suficiente como para haber ocupado el titular principal de ese rotativo, que días antes organizó un encuentro internacional de periodismo en el que se hizo énfasis en la necesidad de una mayor ética y transparencia en los medios de comunicación.
¿Pero es que hay algo que en verdad le preocupe a Javier Duarte? Si nos atuviésemos a sus declaraciones, a sus conferencias de prensa, a sus comunicados oficiales, podríamos pensar que no. Según él, las finanzas de Veracruz son sanas y transparentes. Se vive en paz en todo el territorio. Y se respeta la libertad de expresión y de prensa de manera irrestricta.
Y para que nadie dude de sus dichos, su partido y los integrantes de su administración nos lo “confirman” cada tanto con “espontáneas” muestras de apoyo en las que expresan sentirse “orgullosos” de tenerlo como gobernador de Veracruz.
Sin embargo, las propias expresiones de Javier Duarte durante la entrevista citada, contradicen esa visión idílica de un estado que pareciera un oasis en medio de la barbarie que azota a cualquier otra entidad de la República, menos a esa isla llamada Veracruz.
Según Duarte, en el estado donde no pasa nada, es el narcotráfico el responsable de los asesinatos a periodistas. ¿Pues no que se abatieron “de manera muy significativa” los índices delincuenciales y se “desarticularon” casi hasta su desaparición a las bandas del crimen organizado, como él mismo señala en esa misma entrevista, firmada por Carlos Benavides?
También dice el mandatario que el único nexo de los crímenes contra periodistas con su persona es que sucedieron “durante el tiempo en que yo soy gobernador del estado”.
Y ésa es precisamente la clave de todo. Los 14 asesinatos de reporteros durante el sexenio de Javier Duarte –y no once, como él señala para no reconocer como tales los de Armando Saldaña, Juan Mendoza y Rubén Espinosa- tienen, además de la muerte, la crueldad y la impunidad, otro común denominador: la indolencia y desinterés de su administración para generar condiciones para el ejercicio libre del periodismo. Por obra u omisión, la violencia contra los periodistas es su responsabilidad directa.
Porque fue el gobierno de Javier Duarte el que hace dos años desalojó con lujo de violencia la plaza principal de Xalapa, agrediendo a los comunicadores que cubrían el hecho, para que el gobernador pudiera dar “a gusto” el “Grito” de Independencia.
Fue el gobierno de Javier Duarte el que hostigó a Rubén Espinosa al grado de obligarlo a exiliarse de Veracruz para luego encontrar la muerte en la ciudad de México, en un caso cuyo desaseo en las investigaciones no permite tener confianza en sus resultados.
Y fue el gobierno de Javier Duarte el que la noche de este 15 de septiembre agredió con policías vestidos de civil al fotorreportero Karlo Reyes cuando tomaba gráficas del acarreo de personas para llenar la plaza Lerdo y que el gobernante recibiera vítores mientras encabezaba su penúltimo “Grito”.
Pero eso, al gobernador, no le preocupa. Como no le preocupa nada. Ni Veracruz.
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