“Por la boca muere el pez”
Refrán popular
En su afán por “defenderse” de las críticas y deslindarse de sus propios errores, el gobernador de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa, ha caído en una espiral descendiente en la que cada vez está más aislado, sólo rodeado por quienes al oído le sugieren cosas que lo hunden aún más.
El mandatario lucha en una guerra perdida de antemano, en la que lo único que ha logrado es pelearse con todo mundo: los empresarios, los académicos, los estudiantes, las organizaciones sociales, los opositores y hasta con los miembros de su propio partido.
Irascible, intolerante a cualquier clase de crítica, señalamiento e incluso petición, Javier Duarte abre frentes por todos lados, despotrica y pontifica sobre un estado al que ha llevado a la quiebra, y que a pesar de que la debacle está a la vista de todos, él asegura manejar con “responsabilidad”, “orden” y “transparencia”.
Tras su affaire del fin de semana con los senadores veracruzanos del PRI a los que atacó en un evento partidista, públicamente y sin medir las consecuencias, el nuevo objeto de su ira fue, otra vez, la Universidad Veracruzana, cuya Junta de Gobierno publicó un desplegado el domingo pasado en la revista Proceso, en el que le solicita a Javier Duarte que le pague el adeudo que su gobierno mantiene con la casa de estudios.
Pero la Junta de Gobierno fue más allá. Exhibió cómo el gobierno duartista desvía o al menos no entrega los fondos federales que le son transferidos. En el desplegado se asegura que a la UV se le adeudan 400 millones de pesos provenientes de las asignaciones presupuestales federales, “recibidos por el Gobierno del Estado, pero no transferidos a la Universidad”.
A lo anterior hay que sumar las asignaciones presupuestales que le corresponde por ley, no por bondad ni a capricho, entregar al Gobierno del Estado, y que hacen un total de más de dos mil millones de pesos que la UV no ha recibido y que ya comprometen seriamente su funcionamiento.
La respuesta de Javier Duarte a la Junta de Gobierno de la UV, difundida también a través de una carta, es de antología: “quiero manifestarles que en el ejercicio público y en el diseño y alcance de metas, no todo es dinero”.
Arrogante, señala que “el monto de un presupuesto, en este caso educativo, no necesariamente está directamente (sic) vinculado a la calidad de la enseñanza ni a la eficiencia de la institución; lo que verdaderamente importa es cómo y en qué rubros se ejerce ese presupuesto”.
Y todavía se dio el lujo de tratar de limosnera e incapaz a la Universidad Veracruzana: “el Gobierno de Veracruz cada año signa un convenio con la Secretaría de Educación Pública (SEP) para establecer un subsidio a la institución con el fin de que pueda cumplir con todo éxito sus acciones y programas. El subsidio de acuerdo a su definición es una ayuda o auxilio de carácter económico y oficial otorgado a una persona que no trabaja o que no puede hacerlo”.
Tampoco faltó la advertencia: “el 2016 no será un año sencillo para la economía nacional, a pesar de los esfuerzos del gobierno federal y los gobiernos de los estados, hay una condición ineludible para ajustar el gasto público en todos los rubros, y esto repercutirá también en los presupuestos que se asignan a las universidades públicas. Por esta razón, las universidades necesitan fortalecer sus capacidades financieras y presupuestales, sin demérito de la calidad ni la cobertura educativa, pero mejorando sustancialmente sus mecanismos de financiamiento y su ejercicio presupuestal”, dijo, quien está al frente de un gobierno que ha dinamitado la economía de Veracruz, y que por esa causa anunció este lunes un nuevo programa de austeridad y ajuste del gasto, que ya ni ellos se creen.
Dominado por sus emociones, Javier Duarte se queda cada vez más solo. Y Veracruz, a la deriva.
Trampas del subconsciente
Durante el ya tristemente célebre episodio conocido como el “Caña Gate”, Javier Duarte le pidió al senador Héctor Yunes que “con la misma vara que mide a nuestros correligionarios, mida también a los de enfrente, que son peores todavía”.
Que conste que lo dijo él.
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