La semana que termina se caracterizó por ser la de las grandes ofertas de fin de año por parte del peñismo. Lo triste es que lo que se está “tostoneando” es el patrimonio de todos los mexicanos, y dentro de esta depredación lo más grave es la cesión de yacimientos petroleros a empresas extranjeras, en la ruta de la desnacionalización de esta industria, para cuya recuperación el pueblo mexicano aportó de la manera más generosa su escaso patrimonio.
Causan una impresión imborrable las fotografías en las que se ve una interminable fila de hombres y mujeres humildes que tienen en sus manos lo mismo la medallita heredada que gallinas y los más disímbolos objetos para contribuir al pago de indemnizaciones a las empresas extranjeras que habían saqueado la riqueza nacional y expoliando a los trabajadores mexicanos que extraían y les entregaban el preciado “oro negro”.
Hoy se anuncia con bombo y platillo la reversión de este logro histórico, en una coyuntura caracterizada por los precios internacionales del curdo en sus mínimos históricos, el desmantelamiento de Pemex y acciones incoherentes como la apertura de gasolineras de la paraestatal en Estados Unidos —dudamos que puedan cobrar tan caro el combustible como lo pagamos los sufridos mexicanos— que sólo parecen explicables a la luz de la intención de rematar la paraestatal, como se hizo en su momento con aerolíneas, bancos, autopistas de peaje e ingenios azucareros, que se sanearon y privatizaron más de una vez en beneficio de quienes adquirían estos negocios.
En el caso de los ingenios, llama la atención que, por enésima vez, se han vuelto a poner a la venta, luego de que durante el sexenio de Vicente Fox pasaran a manos del gobierno a contrapelo de lo que preconizan los llamados neoliberales al respecto.
Estos execrables despojos se concretan en el marco del anuncio de que nuestro país ocupa el nada honroso lugar 101 en el índice mundial de corrupción, en una lista de 175 naciones, muy lejos de Chile y Uruguay, que comparten la posición 21 (el menor índice de corrupción corresponde al número uno, y el peor al 175), y a la altura de Bolivia y Nigeria.
Debemos pues esperar lo peor en materia económica, con un gobierno cuyo signo distintivo es la corrupción, su única obra pública de relevancia el faraónico proyecto de Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, en el que se han invertido ya muchos millones de dólares, y que difícilmente tendrá un avance de consideración antes de que concluya el actual sexenio.
Aparte del proyecto del aeropuerto, el otro proyecto prioritario de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes es el reparto de televisores de pantalla plana como dádiva del régimen peñista y evidente acto anticipado de campaña.
El gobierno apuesta todo por la recuperación de EU
También esta semana el Banco de México aumentó en un cuarto de punto porcentual las tasas de referencia para rendimientos bancarios, en imitación de un movimiento similar de la Reserva Federal estadounidense.
Al respecto, Agustín Carstens, gobernador del Banco de México y súbdito fiel del Fondo Monetario Internacional, anuncia con bombo y platillo que en 2016 el Producto Interno Bruto del País podría crecer tres por ciento, para lo cual apuesta abiertamente por una recuperación de nuestro vecino.
La solución de ecuación no luce tan clara como la percibe Carstens, pues el régimen actual no lleva a cabo obra pública, sus acciones en campos como el fomento agropecuario e industrial y el desarrollo científico y tecnológico son materias escasamente atendidas y no se vislumbran como prioritarias en lo que queda del sexenio (poco menos de dos años, si descontamos el último, dedicado fundamentalmente a campañas políticas en los tres órdenes de gobierno).
Por otra parte, se desoyen las señales de alarma por la burbuja inmobiliaria que ha hecho saltar los precios de los bienes raíces a más del doble de los que prevalecían al inicio de la administración peñista y la promoción indiscriminada del endeudamiento, principalmente a través de créditos al consumo.
Lo que se vislumbra para 2016
Todo parece indicar que los próximos dos años el peñismo hará todo lo que esté en sus manos para crear la percepción de que la economía avanza. De ser necesario, se continuarán rematando los activos nacionales y el gobierno podría endeudarse en aras de crear un espejismo de avance económico que permita al ungido como candidato del PRI componer la maltrecha imagen de su partido y darse a la azarosa tarea de construir una improbable candidatura ganadora, especialmente por los lo flaca que está “la caballada” de quienes suspiran por sentarse en la silla presidencial.
Lo mismo se prevé que ocurra en los estados donde habrá elecciones para gobernador y en las ciudades más pobladas del país. En tanto, el resto de los partidos ordeñarán el erario de los territorios que gobiernan y “pasarán la charola” entre empresarios y terratenientes que son sus socios naturales en la concreción de negocios turbios y otras componendas, con la expectativa de que la gente del pueblo siga aguantando. ¿Hasta cuándo?