• La Transparencia y la Corrupción
• Opacidad y premio a los corruptos
Cuántas, pero cuántas veces hemos leído o escuchado las malditas palabras de Transparencia y Combate a la Corrupción.
Es vergonzoso. Es escandaloso. Son palabras de tunantes. Son conceptos que brotan de mentes podridas, sin vergüenza, sin honor, sin conciencia.
Transparencia y combate a la corrupción. Uf. Si los políticos tuvieran un pelo de vergüenza no las volverían a pronunciar en la vida. Es más, la comisión respectiva del Congreso debería de ordenar ser borradas del diccionario de la lengua, incluso de la española, porque también en Madrid hace aire, como en la casa blanca o en Malinalco, ejemplos vivos o quizá con olor a muerto, de esos muertos que se desuellan en el anfiteatro del hospital de especialidades del Centro Médico Nacional, o ejemplos de la opacidad, lo contrario a transparencia, y la convivencia con la rapiña de políticos y empresarios manchados con la mierda de la corrupción hasta la coronilla.
La Comisión de Régimen, Reglamentos y Prácticas Parlamentarias de la Cámara de Diputados integrará, mañosamente, hipócritamente, demagógicamente, como siempre, un grupo de trabajo para analizar modificaciones a la Ley Orgánica del Congreso de la Unión en materia de transparencia y combate a la corrupción, y lograr su aprobación en el actual periodo de sesiones.
Y para qué, señores diputados. Para qué si todo lo que ustedes reforman o crean sólo sirve para defender los intereses de los poderosos, de la clase política gobernante y de los ganones del capital, que son los más influyentes empresarios, verbi gracia Carlos Slim Helu y para qué mencionar a los demás, si no va a pasar nada con que se les menciones.
Los pobre, los miserables, los trabajadores que ganan un poco más que el salario mínimo son las horribles víctimas de la opacidad y de la corrupción, Y que caso tiene dar nombres. Los nombres de pila y los apellidos están ahí.
Todo el mundo los conoce, especialmente los taxistas que son como esponjas que absorben toda la información que enama de las fuentes de inteligencia a través del vulgo.
Y aquí sale otro término que da vergüenza. Sistema Nacional Anticorrupción. Se llenan la boca y los pulmones los que hablan a favor de crear este Sistema. Uno de ellos es el jovenzuelo Rocardo Anaya, representante de Gustavo Madero en la presidencia del PAN.
Habla hasta por los codos de la anticorrupción, cuando es sabido que la corrupción ha permeado productivamente en las filas de es partido que fundaron gentes totalmente serias y honradas encabezadas por don Manuel Gómez Morín, de quien nadie de los actuales dirigentes del PAN y menos de la militancia recuerda, y no lo recuerdan porque nunca lo conocieron, como cuando los priístas hablan de Benito Juárez o el general Lázaro Cárdenas del Río, o ya de perdida de Luis Donaldo Colosio que no fue precisamente un declado de transparencia y honestidad.
Y ya no digamos de Miguel de La Madrid que le declaró la guerra a los ladrones de la política inventando aquella frase sabia en contra de la inmoralidad revolucionaria. Aunque en ese caso mexicano, la opacidad y la corrupción no son casos de inmoralidad, ni de moralidad. Deberían serlo de amoralidad. Los usos y costumbres, la moral mexicana, obligan al político a ser ladrón. Esa es la moral mexicana: robar, transar, esquilmar, ser aves de rapiña.
Un diputado dijo, refiriéndose al Sistema Nacional Anticorrupción, que éste es un pendiente de la Cámara de Diputados que deberá desahogarse en este periodo. Esta instancia aprobó crear la Comisión Bicameral de Gobierno Abierto, previo análisis de una minuta que no ha pasado al pleno porque “está esperando que esté listo el resto de las reformas en materia de transparencia”. De acuerdo con el diputado Triana Tena, con esa nueva comisión bicameral se dan herramientas a los ciudadanos para conocer el trabajo legislativo, porque “vamos a tener que abrir absolutamente todo. Tendremos que abrir todas las actas de votación, los diarios de los debates, las versiones estenográficas y todo acumularlo en favor de la transparencia”.
Uf. Qué moralinas están ahora los diputados. Yo no les creo ni el persigno. ¿Usted sí?
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