Las radiodifusoras de música mexicana sufren la gota gorda en los estados de Nueva York y Nueva Jersey para sobrevivir o, de plano cerrar.
A vuelo de pájaro si se hace un recuento del crecimiento demográfico de los connacionales, su arraigo a las tradiciones familiares, a las costumbres del terruño de origen, a la comida y las bebidas, no se diga, a la música, a sus ídolos al sur del río Bravo en donde el apego se agiganta tornándose en un sentimiento de nostalgia más allá de lo común, bajo este esquema, la encrucijada de las radiodifusoras no debería tener cabida.
Números no oficiales estiman a la población mexicana en la zona triestatal, comprendida por los estados de Nueva York, Nueva Jersey y Connecticut en aproximadamente un millón setecientos mil personas, en donde las mayores concentraciones se establecen en este orden; primero Nueva Jersey, luego Nueva York y, en mucha menor escala, en el estado de Connecticut.
La estimación del número, incluye a individuos con estatus migratorio legal, los que poseen la codiciada Green Card, que los hace ciudadanos permanentes con derecho a trabajar, o naturalizados, los sin papeles, y un número cada día mayor de los vástagos de ambos-legales y sin papeles- que nacen en el coloso del norte.
Parece increíble que con estas características a la vista de los connacionales en estos lares, sí, permitan florecer toda suerte de restaurantes de especialidades, mini súpers, misceláneas, dedicados a ofrecerles productos mexicanos, desde Vitacilina hasta Caguamas, pasando por un abanico de cientos de mercancías de todas clases, las frituras con el sello nacional, Sabritas, Barcel, Pingüinos, Gansitos, todas las hierbas imaginables, refrescos todos; Lulú, Jarritos que además ya se trasminó en el gusto anglosajón, Chaparritas, O’Key, etc. Jabón Zote, Palmolive, brillantinas para el pelo, todos o más productos se pueden encontrar en la ciudad de Passaic, NJ, que tal vez, en Cholula o la ciudad de Oaxaca.
Passaic, es considerada por los paisanos la despensa de México. Pareciera increíble que en este pintoresco lugar, se encuentre chicharrón y semitas, carnitas, barbacoa, toda clase de aguas frescas, quesos tipo Oaxaca, fresco, panela, tan buenos o mejores que en muchas poblaciones de México.
Con estos antecedentes de arraigo y nostalgia por lo mexicano, qué les pasa a las radiodifusoras que no encuentran el quid para “pegar” en el gusto de los connacionales. Apenas el primero de febrero, La Invasora 1600 AM de Access 1 Communications Corporation dejó de transmitir su programación mexicana, a pesar, de ser la competidora de la 92.7 FM de Univisión radio, la cual continua su apuesta a la programación de música regional mexicana.
El primer problema al que se enfrentan los radio programadores es a la diversidad de gustos. Esos 1.7 millones de mexicanos está compuesto por 67.5% de poblanos; 23.6% de oaxaqueños y el resto es una mezcla de guerrerenses, del estado de México y diversos estados de la república mexicana, sin descontar los variopintos niveles socioeconómicos y culturales.
Las ventas, ingreso fundamental para la sobrevivencia económica de las radiodifusoras, bajísimas. Por el círculo vicioso que genera la poca penetración en las audiencias y la poca demanda de espacios publicitarios.
Quienes sí tienen éxito, son aquellos que compran tiempo en alguna radiodifusora de música latina, especializándose en un solo segmento del mercado. La mayoría, le apuntan al poblano.
Contrario a lo que sucede aquí, en California y en Chicago, las radiodifusoras de música y programas mexicanos, “llegaron para quedarse”.
Este particular fenómeno mercadológico entre los paisanos es similar en otros sectores comerciales.
Para los empresarios connacionales sirva este ejemplo para profesionalizar más sus negocios y no emprender de oído. Ahí, las consecuencias.