Por Aurelio Contreras Moreno
A pesar de tratarse de un exabrupto para autojustificarse, el gobernador Javier Duarte de Ochoa bien sabía de lo que hablaba al publicar en su cuenta de Twitter acerca de su “desgaste político, mediático, físico y moral”.
Si el fin de año fue catastrófico para su de por sí vapuleada imagen luego de ordenar reprimir violentamente personas de la tercera edad que protestaban porque sus pensiones no les fueron depositadas por el gobierno estatal, 2016 ha sido para Duarte de Ochoa verdaderamente de terror. Casi tanto como el que su sexenio ha significado para los veracruzanos.
Como nunca antes, ha sido criticado ferozmente en los medios de comunicación nacionales e internacionales, tanto por la crisis económica en que tiene sumido al estado de Veracruz como por los hechos de violencia que asuelan a la entidad.
La desaparición de cinco jóvenes en Tierra Blanca entregados a la delincuencia organizada por policías estatales y el homicidio de la reportera Anabel Flores hicieron tocar fondo a una administración cuyos integrantes no hallan la manera de abandonar lo más pronto posible antes de que la “quema” los alcance a todos.
Pero a las fuertes detracciones de medios, líderes opinión y articulistas nacionales e internacionales, se unieron también los locales, muchos de los cuales nunca, durante lo que va del sexenio, escribieron una coma ni tocaron a Javier Duarte con el pétalo de una crítica.
Muchos medios y columnistas que hace apenas unas semanas se llenaban la boca (de billetes, claro está) con defensas encendidas del régimen estatal, hoy lo defenestran y le encuentran todos los defectos que antes les pasaron desapercibidos.
Quienes hace unos cuantos días ensalzaban las “habilidades políticas” del gobernador de Veracruz, hoy no reparan en denuestos en su contra y, cual si de una revelación divina se tratase, ven y denuncian todas las corruptelas que antes no solamente ocultaron, sino que negaron cínica y en muchísimos casos, miserablemente.
Los que se prestaron para jugar el papel de sicarios de la pluma al servicio del gobernador para injuriar a sus adversarios y a sus críticos, hoy le han vuelto la espalda, abjuran de lealtades que en su momento les dejaron jugosas utilidades y, de manera insólita, se proclaman paladines de la libertad de expresión y claman por justicia para los compañeros caídos, para los mismos a los que calumniaron por consigna.
Los medios que intentaron engañar a su público con la visión del Veracruz donde no pasaba nada, más que robos de “frutsis y pingüinos”, hoy vociferan encendidas arengas exigiendo que Javier Duarte rinda cuentas antes de irse y que se castigue a quienes desfalcaron al erario. Como si el peculado lo hubiesen cometido apenas ayer.
El porqué de estos súbitos cambios de visión editorial y periodística en los medios locales es tan obvio que movería a la ternura, si no fuera porque exhibe una podredumbre de la que esos mismos medios fueron parte: se acabó el dinero, se acabaron los convenios, se acaba el gobierno. Por consecuencia, se acabó el “amor”.
Lo que nadie se imaginó nunca es que eso fuera a suceder nueve meses antes de que termine el sexenio.
Pregunta para el Fiscal
¿Y a qué hora va a mandar la Fiscalía General del Estado su boletín informando que se investigarán los presuntos nexos de José Abella con el crimen organizado?
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