El episodio electoral que se desarrolla en Estados Unidos arroja grandes enseñanzas sobre lo que está pasando en nuestro país, toda vez que “lo que hace la mano, hace la tras”. La contienda electoral –y el gobierno posible– es una guerra sucia de ingenuos políticos contra desquiciados mentales. Ni a cuál irle. Allá y aquí.
Y es que todos tenemos una idea clara de lo que más conviene a nuestros desangrados países. El problema es el cómo y el cuándo. Por primera vez en la historia de esta desventajosa vecindad geográfica, estamos parejos. ¡Quién lo iba a decir!
Vea usted si no es así cuando el periplo continental propagandístico de Obama fue un fracaso en toda la línea. El repudio de la opinión pública latinoamericana, así como la ausencia de las organizaciones respetables de defensa de los derechos humanos en todas sus reuniones, le demostró que no está el horno para bollos.
El basquetbolista afrohawaiano no puede hablar ni de dictaduras militares, ni de derechos migratorios, ni de ayuda a los necesitados, pues él ha sido protagonista de todos los desacatos. Tres Patines y Nana Nina, como bien lo asentó don Alfredo Álvarez Barrón, El Poeta del Nopal.
Sus reproches contra sus conclapaches militares y armamentistas sonaron más disparatados que el sermón de un cura pederasta abogando por los derechos de la infancia. Hasta las revistas del corazón humillaron los vestuarios costosos de su descomunal pareja frente a la discreta elegancia de la esposa del mandatario argentino, Mauricio Macri.
Hollywood a la defensa de las causas demócratas
En Cuba le cobraron todas sus promesas no cumplidas en favor de la migración y el levantamiento del embargo, cuestiones que un basquetbolista de color sin apoyo del Congreso nunca debió prometer, sin pagar el costo del ridículo y, de paso, la afectación de la imagen de Hillary, abanderada demócrata que cargará con el mismo pesado fardo.
Los demócratas están echando mano de todo para frenar a los republicanos. Hasta ponen a sufrir a sus estrellas de Hollywood para salvar el naufragio. Primero Kevin Spacey, en su papel de autoritario republicano, emulo de Trump, al frente del poder en la última versión de House of Cards. Después la fallida parodia de Los Simpson, que no calentó ni un café.
Ahora, Robert Redford, entusiasta apoyador de la reelección del negrito en 2012, haciendo el papel de un comentarista televisivo del programa 60 minutes, protagoniza una película de propaganda, en el que encarna a un comentarista defenestrado por revelar los secretos del júnior George W. Bush y los intentos de su papi, director de la CIA, para evitar a toda costa que su querubín pudiera ser llamado a filas, durante la invasión a Vietnam.
La película Truth (Verdad) apodada en español “Conspiración y Poder” –a la que la CBS, poderosa cadena republicana, se negó en redondo a promocionar– habla del tema, con un guión descremado y desesperado. Aunque daba para más, toda vez que, junto con los ejecutivos del conglomerado mediático Viacom- al que pertenecen Dreamworks, Paramount y Nickelodeon-. apoyaron la decisión represora de CBS.
Ocultan la cobradía de la dupla Bush – Cheney
Además, la millonaria producción cinematográfica, olvida un pequeño detalle: que Dick Cheney, quien a la postre sería Vicepresidente, el hombre del trabajo sucio en la Administración de George W. Bush, también fue protegido por el mismo valedor, ambos refugiados en una organización texana, la Guardia Aérea Nacional, que en realidad era una escuela de aviación de segundo cachete, para incumplir sus deberes cívicos.
En su momento, ocultar la cobardía de la dupla Bush – Cheney, en la elección del 2004, pudo salvar la carrera presidencial de los republicanos, frente al candidato demócrata John Kerry, cuyo expediente militar también fue objeto del escrutinio de los medios. Los dos partidos demostraron que sus candidatos estaban cortados con la misma tijera.
Espionaje imbécil y ultrajes a los derechos humanos
Al llegar a su primera presidencia en el 2000, George W. Bush se vistió de militar –igual que aquí lo hizo el beodo chapatín Felipe Calderón, con uniforme guango para declarar la fallida guerra contra el narco—y luego armó un atentado con Osama Bin Laden, socio de las empresas familiares, y declaró guerras preventivas contra enemigos inocentes, acusados de poseer armas químicas, como Saddam Hussein, el ejecutado iraquí. El que pagó los platos rotos.
Después los pagó todo el mundo, acatando las imbecilidades del espionaje y los ultrajes a los derechos elementales, blandidos por las Actas Patrióticas de las salvajes “guerras preventivas contra los ejes del terror”. El terror siempre fueron ellos.
Con el tiempo, Dick Cheney reveló todas las mentiras de la aventura esquizoide de Bush y las cadenas demócratas se encargaron de difundir la especie. Pero la película Truth olvidó esos pequeños detalles. Los asociados de Obama no sirvieron ni para un barrido, menos para un planchado. ¡Y así se enfrentan a la creciente locura desatada de Trump!
Secuestraron a los tres poderes estadounidenses
Cuando, en los tiempos de la fallida invasión a Vietnam, los reporteros tocaron insistentemente a las puertas del emporio petrolero Halliburton, buscando entrevistar a Dick Cheney, el más importante miembro de su directorio, para conocer las razones por las que evadía el servicio militar, aquél contestó: “tengo otras prioridades”.
Doce millones de norteamericanos y emigrados mexicanos, latinos, europeos y musulmanes, en esa franja de edades, aunque tenían otras prioridades, como buscar comida, no pudieron escoger, ni para dejar de enrolarse en todas las aventuras bélicas de los dos partidos, y trescientos mil de ellos ya no regresaron para poder atenderlas.
Nadie podía imaginarse que fueron precisamente quienes se negaron a defender las osadías guerreras de “la tierra de los libres y los valientes”, fueran los mismos que en el año 2000 encabezaron un auténtico golpe de Estado para arrebatar el triunfo a los demócratas de Al Gore, a cambio de concesionarle a éste el negocio mundial del cambio climático.
La dupla Bush – Cheney, apoyada por el apabullante sistema de los medios radioeléctricos y de la prensa escrita al servicio de los republicanos, secuestraron a los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Pero la cinta de plata Truth no se arriesga a revelar tanto. Arrasó hasta con el ganado prestigio del Sundance Film Festival, que Redford levantó con meritorios esfuerzos en pro del cine independiente, alejado de las candilejas de Hollywood.
Similares fraudes electorales en EU y en México
Ya Benjamín Franklin había advertido que “una forma de gobierno que se vuelve contra el pueblo desemboca en el despotismo, cuando los gobernantes se vuelvan tan corruptos que instalen un gobierno despótico, pues sea incapaz de cualquier otro”. ¿No le suena igual a las recientes reformas al artículo 29 Constitucional mexicano que buscan arrasar con todas las garantías, bajo el capricho de la tolucopachucracia?
Allá, la profecía de Franklin se cumplió cuando en diciembre del 2000 la Suprema Corte pasó sobre la Constitución al declarar ganador a George W. Bush, el gran perdedor de las elecciones de ese año, frente a Al Gore. El despotismo se sentó sin riesgos en la silla a la vera del Potomac. Aquí se consumó, cuando el Tribunal Federal Electoral arrellano al incróspido Calderón, que tantas decenas de miles de muertos costó.
La historia se repitió en 2012, cuando le levantaron la mano a Enrique Peña Nieto, después de una campaña del despilfarro impune, un muchachito sin ideas y sin programa de gobierno conocido hasta la fecha. Pura rapiña descarada, en donde todos sus secuaces meten mano a los dineros del pueblo, de manera despótica y atrabiliaria.
“A menos que podamos persuadir a este peculiar gobierno que actúa totalmente por su maligna cuenta y en contra de nuestra historia”, dijo de inmediato el lúcido escritor Gore Vidal.
Francisco Zarco lo había dicho hace ciento setenta años, de una manera magistral: “Para que un gobierno administre bien a un pueblo, es necesario que lo conozca, que tenga datos seguros sobre sus necesidades, sus hábitos dominantes, en una palabra, el carácter de la nación que gobierna”.
Todo esto brilla por su ausencia, por la necedad suicida de sus atracadores.
Como siempre, nuestro pueblo tiene la palabra.
Índice Flamígero: La derecha avanza; el ¿pensamiento? ultramontano y hasta retrógrado, campea. De ello nos da cuenta don Alfredo Álvarez Barrón quien apunta que “en todas partes se cuecen habas: grupos conservadores que se auto proclaman como ‘pro vida y pro familia’ obligaron a la Secretaría de Salud de Aguascalientes a retirar dos espectaculares mediante los cuales el Centro Nacional para la Prevención del VIH, (Censida), promovía el uso del condón para prevenir enfermedades de transmisión sexual. Rosario Becerril, integrante del grupo ‘México es uno por los niños’, fue una de las mujeres que exigió, con argumentos irrefutables, el retiro de los anuncios promocionales: ‘Yo promovería la abstinencia y la castidad hasta que los jóvenes vean prudente el matrimonio. Yo promuevo el matrimonio entre hombre y mujer, yo promuevo la abstinencia y la castidad porque eso hace una sociedad mejor’, declaró tajantemente…”. Y El Poeta del Nopal azuza: “Al confundir, en esencia, / la prevención con la fobia / en realidad nos agobia / su pretendida clemencia; / promueven sana abstinencia / y en tal acción no claudican / e irreflexivos critican / la perversión al asecho / (se oyen los golpes de pecho / mientras a oscuras fornican).” Certero, como siempre. ¿O no?
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