Por Aurelio Contreras Moreno
Este fin de semana inician formalmente las campañas electorales de los candidatos a la gubernatura de Veracruz.
Héctor Yunes Landa, Miguel Ángel Yunes Linares y Cuitláhuac García Jiménez son los candidatos entre quienes se definirá al próximo gobernador de Veracruz. Los otros cuatro en la contienda no tienen posibilidad alguna de ganar, pero su encomienda es pulverizar el voto opositor. Ya veremos si lo logran.
Héctor Yunes Landa, candidato de la alianza PRI-PVEM-Panal-AVE, tiene frente a sí el reto de convencer al electorado de que no es más de lo mismo, que de ganar regresaría el orden a la administración pública estatal y particularmente a las finanzas, depauperadas por dos sexenios de terror, caracterizados por el saqueo de los recursos y el derroche que llevó a la crisis económica que hoy en día se padece en Veracruz.
No la tiene fácil. El duartismo-fidelismo ha buscado coparlo condicionándole el flujo de recursos y el apoyo de la estructura partidista, que aún controla este grupo, lo cual ha obligado a Yunes Landa a hacerle concesiones, que de llegar a la gubernatura no necesariamente mantendría, pues también a él lo han agraviado en más de una ocasión.
Miguel Ángel Yunes Linares, candidato de la alianza PAN-PRD, llega a la campaña con un discurso en el que promete meter a la cárcel a quienes se robaron el dinero de los veracruzanos, lo cual le ha granjeado simpatías entre el electorado, que quiere ver sangre.
Empero, las divisiones internas en el PAN y la abierta cooptación de algunas figuras de ese partido le han hecho alguna mella, amén de que si bien aplicar la ley y hacer justicia es no sólo necesario, sino impostergable, Veracruz necesita mucho más que solamente ver en prisión a los pillos.
Cuitláhuac García Jiménez, candidato del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), tiene a su favor lo que quizás también es su mayor defecto: no tiene experiencia en cuestiones de gobierno, lo cual le permite manejar -sin posibilidad de rebatirle- el discurso de la honestidad y el cambio, mismo que refuerza -y de qué manera- con el apoyo que le ha dado y le dará en campaña el líder real de ese partido, Andrés Manuel López Obrador.
Al mismo tiempo, esa inexperiencia lo muestra alejado de la realidad de Veracruz, que para salir del hoyo necesita mucho, muchísimo más que la propuesta simplista de bajar los sueldos de los funcionarios públicos y acabar con la corrupción. Aunque esto último sin duda sería un buen principio si tomamos en cuenta el contexto veracruzano.
De los otros cuatro candidatos, la “petista” Alba Leonila Méndez, el “pesista” Alejandro Vázquez Cuevas y el “independiente” Juan Bueno Torio juegan el triste papel de esquiroles de su anterior partido, Acción Nacional, al que buscan desfondar con el apoyo del gobierno duartista. Y el abanderado de Movimiento Ciudadano, Armando Méndez de la Luz, juega a una candidatura prácticamente testimonial que al menos les permita mantener el registro y seguir “enchufados” al presupuesto.
Pero lo que el estado de Veracruz requiere son soluciones estructurales a los enormes problemas que enfrenta. Es menester exigir a los candidatos propuestas sensatas, realistas y aplicables de lo que piensan hacer para sacar a flote a una entidad que está sostenida por alfileres, que vive la peor crisis económica y de seguridad de su historia.
Y deben tener claro que no tendrán tiempo para hacer gran cosa, pues la gubernatura de dos años apenas si servirá para sentar las bases de algún proyecto que dé frutos en el mediano plazo, cuando ya hayan dejado el gobierno. Que no van a llegar a gozar de las mieles del poder, sino a administrar la miseria.
Que la silla por la que están peleando, como escribió el periodista Javier Solórzano, es una silla que quema.
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