A Moy, gladiador que libra una lucha en la arena de la salud
MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN
Este lunes 11 de abril Moy no va a la escuela porque está enfermo y me pidió platicarle de este día en nuestra escuela. Y es que, él egresó del CCH Naucalpan en 1997; quiso estudiar en el mismo plantel de cuya primera generación fui parte, éste al que hoy retorno en la apuesta del reencuentro con quienes, concluido el bachillerato en 1974, nos fuimos en la diáspora ceceachera en cumplimiento de nuestros destinos.
Los días que corren, los años que han pasado bajo el puente, experiencias de quienes hemos presenciado –testigos privilegiados– los cambios en todos los ámbitos de la vida nacional –aunque suena a comercial de la Hora Nacional–, hoy acudimos a los 45 años de vida del Colegio de Ciencias y Humanidades, especialmente el plantel Naucalpan, en las faldas del santuario de la Virgen de los Remedios, en el Estado de México.
Hace cuatro décadas y media, 12 de abril de 1971 formalmente, llegamos adolescentes que atisbaban a la mayoría de edad. Ellas recién dejaban las calcetas y se pintaban los labios y ellos habían colgado el uniforme que los delataba en los días de pintar venado.
¡Vaya tiempos! Los beatniks eran hippies y la música de los tríos tenía en el rock pesado a la competencia que se llevaba a los jóvenes de pelo largo y collares a los cafés cantantes o los hoyos funky, alejándolos del bullicio y de la falsa sociedad, paráfrasis de una de las rolas de moda de la Sonora Santanera, y luego como ola que rompe en la costa desahuciada depositó en el bosque de Avándaro a lo que quedaba de la resistencia del Pop y rock ácido. ¡Cámara, maestro!
En 1971 nuestros maestros eran casi de nuestra edad, jóvenes académicos que nos compartieron herencia del Movimiento del 68 en el CCH, plantel Naucalpan del que varios estuvimos a punto de renunciar porque estaba lejísimos y apenas la maquinaria abría camino y los Huixquilucan-Armas nos dejaban abajo, en Bayón.
Llegábamos a clase en los turnos 01, 02, 03 y 04 como si fuéramos de día de campo, sorprendidos y asustados porque esperábamos la prepa de siempre. Nelazo.
Los edificios desparramados se perdían entre los árboles adultos y las jardineras parecían islas de descanso entre las largas y amplias escalinatas, por los rumbos de las canchas de basquetbol y un espacio que hasta la prohibición académica ocuparon de vez en cuando grupos de rock como Last Soul Division.
En esos días nadie imaginaba el endemoniado futuro que deparaba a la incipiente tecnología de la informática; las computadoras eran máquinas enormes con pequeñas pantallas y destinadas a sectores privilegiados de la investigación y las empresas trasnacionales. La IBM se imaginaba una de esas compañías estadunidenses en cuyas entrañas había gestación permanente de espías en conflicto.
No había, sea por Dios, los aparatitos en los que hoy, llamados celulares, podemos platicar con quien se conecte en uno similar y quedó en la anécdota de los fantástico, muy a la mexicana por supuesto, la llamada de “Santo llamando a Blue Demon”, en esos relojes imitación de James Bond.
Y no imaginábamos que, a la vuelta de unos cuantos años, ya no centurias, los relatos de Julio Verne serían superados por encima de las premoniciones de la llegada del hombre a la Luna, el uso elemental del helicóptero y el submarino. No falta mucho, y no por ganas, que el ser humano visite a Marte, en un viaje que se prepara en la estación espacial coordinada por dos naciones que dejaron atrás a la Guerra Fría.
México caminó a paso veloz y, cuando el nuevo milenio lo pilló en la transición política, su sociedad se sacudía atavismos y transitaba en la modernidad, nuevos partidos políticos con las mismas mañas de siempre, pero frente a una ciudadanía más participativa y demandante. Ya nada será igual, dicen los que tienen más años que nosotros, los de la primera generación del CCH Naucalpan, pero igual muchos de los nuestros que, cosas de la vida, hoy son los rucos que cuestionaban cuando eran chavos. Nel, maestro.
Y mis ex compañeros de esos antieres, del tochito y luego el juego en forma, con nuestro coach Ramón, DT de Los Leñadores de Naucalpan. Ese fue el primer equipazo que se deshizo por obra y gracia de quien decidió, en esos días desde Rectoría, que el equipo, la vestimenta, se entregaría al plantel Vallejo. ¡Vaya días! ¡Cámara!
En cuatro décadas y media México cambió. Y sin entrar en discusiones barrocas de los buenos y los malos, de filias y fobias, el Partido Comunista desapareció y de sus raíces nacieron otras tendencias que nada tienen de comunistas. Pero, vaya, esos asuntos tienen espacio en otros decires, hoy nos ocupa recordarnos en el 45 aniversario del CCH Naucalpan.
Qué padre sería encontrar por esos rumbos de los pasillos del plantel a Daniel Benítez, Francisco Canalizo, a Mota que no se apellida Mota y se llama Óscar, a Vicky de la mano de su amor de toda la vida el maese Jorge Cázares Castillo, El Chivo; a David Tarango Buchacras, a Hendrix y a Lupita y a Germán Barrón Sámano, mi cuaderno de doble raya y bueno para el baile; a La Odiosa, Yoko y mi siempre amiga Ana María Sánchez Lujano y mi maestra Lucía Ramírez Corona, Mari Toni, Rebeka, Joaquín Ulloa Pone, los hermanos Terrez Romay, el maestro Alfredo Pantoja. El Célula Juan Manuel Bastida, a Manuel Ávila “El Divino” Chávez; Jorge Tamayo, compadre del Conde Drácula y, en fin… A toda la banda.
Hace 45 años. Hoy nos reuniremos a festejar y recordar y, por qué no, a soltar la lágrima por esos encanijados recuerdos de esos días. Volvió la minifalda junto con los pantalones acampanados y se volvieron a ir. Aquí andamos. Por si se les antoja ir, les dejo el programa. Conste:
LUNES. Por cierto, en mi alma mater profesional, la Facultad de Ciencias Política y Sociales de la UNAM, se avecina el cambio de director. Un fuerte aspirante y con excelentes cartas de recomendación de vida profesional, es Rafael Reséndiz Rodríguez. Ya hablaremos de sus propuestas. Bienvenido a la contienda, Rafael. Éxito. Digo.
sanchezlimon@gmail.com
sanchezlimon@entresemana.mx
www.entresemana.mx
@msanchezlimón
Vanguardia en línea