En 2017, dentro de ocho meses, se renueva al titular del Ejecutivo de la Unión en los Estados Unidos. En periodo electoral de nuestro feroz saqueador, no podemos dejar de recordar que, en la competencia que se realiza en el país vecino entre republicanos y demócratas, tan malo el pinto como el colorado.
Los últimos setenta largos años de la intervención militar estadunidense se han enfocado a abrir todos los frentes de batalla a lo largo de la banda geográfica que rodea al Cinturón del Ecuador, al paralelo 38 del planeta, al que demócratas y republicanos por igual, consideran patio trasero, sí, pero también “el eje del mal”.
A ambos los ha movido el apetito irrefrenable de saciar la sed de recursos naturales de sus camarillas dirigentes e invisibles: los bitúmenes petroleros, las minas de metales preciosos, el uranio, los bosques, el agua, a través de una estrategia condenada a perder.
Se han exhibido ante el mundo, como un sistema decadente, manejado por torpes gigantes con pies de barro.
Desconfianza a los políticos belicistas
Después de la Segunda Guerra Mundial, en la que triunfaron gracias al heroísmo soviético, perdieron ante Corea del Norte, una helada provincia rural del archipiélago japonés, lo que los mostró ante los ojos impávidos de la opinión pública internacional cual torpes, acometiendo infantiles errores que recordaron sus orígenes.
Victoriosos en 1918, gracias al arrojo francés y, en 1945, gracias al sacrificio de 20 millones de soviéticos, se posicionaron en el esquema de Guerra Fría de las islas del Pacífico y tomaron la delantera a las potencias triunfantes en el marco geopolítico asiático.
Los errores militares de los demócratas estadounidenses y la vergonzosa derrota sufrida a manos de campesinos norcoreanos casi desarmados, hizo crecer a nivel descomunal la figura emblemática del ortodoxo comunista Kim Il Sung.
Basta decir que, durante la aciaga derrota en Vietnam, cuando la sociedad norteamericana a la que habían hecho creer los “ideólogos” televisivos de la CBS, encabezados por Walter Cronkite, que sus ejércitos eran invencibles e inmunes a la derrota, empezó a recibir las tenebrosas bolsas negras, con los despojos de los imbatibles…
…con los pedazos de cadáveres descompuestos de sus hijos y de sus mozos inmigrados negros, musulmanes y latinos y, más aún, cuando enterraron sus despojos en los cementerios heroicos de la Army… entonces se apoderó de la potencia imperial una sensación de desconfianza ante los políticos belicistas.
La derrota ante el mundo no es de un solo partido
Ésta fue la razón principal de que un poderoso senador republicano de Arizona, que en cada aparición pública o debate televisado amenazaba con soltar la bomba atómica al primer enemigo que se interpusiera en la senda de Wall Street, fuera ampliamente derrotado.
Su nombre era Barry Goldwater y fue vencido en las urnas por el demócrata Lyndon B. Johnson, un hombre menos hablador y más belicista, a pesar de las sospechas que recaían sobre él por haber participado en la conjura armamentista del asesinato de John F. Kennedy, once meses antes de la elección presidencial.
Como es sabido, luego de la derrota ante los norcoreanos en 1953, siguió el apabullante triunfo sirio, después, el libanés, el jordano, el egipcio, el día de la gloria en Playa Girón y la Bahía de Cochinos en 1961.
La vergonzosa derrota ante los “pies desnudos” norvietnamitas, ante los camboyanos, la afrenta dolorosa de la invasión a Granada, el golpe chileno, el argentino, la fallida defensa a los borbones en Grecia, la derrota moral en Yugoslavia, el fracaso en Afganistán y el enorme oso en Irak.
La derrota ante el mundo no es divisa de un solo Partido. Demócratas y republicanos la han construido a riñón. Una idea clara de estos fracasos la arroja el simple análisis de los dueños de la batuta durante los últimos setenta años: seis demócratas y seis republicanos.
La política belicista más errática y torpe de Siglo XX
Es decir, por el lado demócrata, Truman, Kennedy, Johnson, Carter, Clinton y Obama, se hallan en la misma condición belicista que los republicanos Eisenhower, Nixon, Ford, Reagan, Bush padre y Bush hijo. Más empatados que el pulque , sus vejigas y los tlachiqueros.
A un costo exagerado de sangre, torturas y depredación, la política exterior norteamericana de ambos partidos, ensalzada por Life, Reader’s Digest y Foreign Affairs, los expertos en mercadotecnia, es a pesar de todo, una de las más erráticas y torpes del siglo XX y de lo que va del XXI.
Sin embargo, sería más torpe negar su peso específico como potencia mundial monocorde y su exagerada presencia en las zonas de influencia que le restan entre los trópicos de Cáncer y Capricornio. La intromisión de los dueños del dinero, sus titiriteros, en las explotaciones estratégicas y en la succión de nuestros vientres petroleros.
En las barbas de nuestros prohombres, próceres políticos y diplomáticos, los estadunidenses armaron el cochinero hondureño y el nicaragüense, montaron un sistema de bases militares en Colombia, con misiles apuntando hacia Venezuela y Ecuador.
Igual que las que instalaron en Turquía, apuntando hacia Rusia, cuando se quejaban de que los soviéticos armaban bases de misiles en Cuba, que les apuntaban directamente a ellos. El marco de la detente durante la famosa Guerra Fría, que terminó cuando usaron al Papa Wojtila para desmembrar el Pacto de Varsovia y derrumbar el Muro de Berlín.
Demócratas y republicanos expulsan migrantes por igual
Toda esta esquizofrenia mundial fue montada por presidentes demócratas y republicanos. Porque, para los políticos estadounidenses, la máxima sigue siendo: “The american way of life is not up for negotiations” y ésta es obedecida por todos. Allá, lo único que no tiene color ni bandera es el dinero.
Por ello, los mayores expulsores de migrantes son tanto republicanos como demócratas. Por eso, la carne de cañón en sus fallidas guerras e intervenciones son los migrantes que buscan obtener residencia o nacionalidad, y por lo mismo, muchos de ellos se oponen a que lleguen más de su raza a hacerles la competencia.
Por eso triunfó Donald Trump entre los líderes latinos que mueven gente en los caucus de los estados sureños, no nos engañemos. La desconfianza de los votantes demócratas que se han pasado al bando del xenofóbico Trump, no se basa en el belicismo ni en la intolerancia de los nuestros.
Es una simple lucha por la supervivencia y el empleo. Si aquí, en el rancho grande, los próceres piensan lo contrario, allá ellos. Porque el apoltronamiento político de Trump también ha sido construido a riñón por la estulticia fosforescente y la rapiña voraz que tolucos y pachuquitas aportan hacia nuestra imagen en el exterior.
¿Qué será peor: tener al enemigo en casa, o apostar a que todo lo malo viene del exterior?
¿Qué es peor –cual dijo apenas el colega @rubenluengas en Twitter– votar entre un veneno o un balazo en la cabeza?
Índice Flamígero: “Disculpe usted, Mr. Trump” se intitula el epigrama enviado apenas por El Poeta del Nopal: “Un pusilánime bato / al filo de la derrota / olvida las palabrotas / en irrisorio alegato; / el hoy virtual candidato / lo hizo cambiar de opinión / y al recular de un tirón / la audiencia se quedó muda / pues don Vicente es sin duda / ¡puro pájaro nalgón!” + + + Mi solidaridad con Armando Castilla y los colegas del diario coahuilense Vanguardia que él dirige, ante los arteros ataques de la pandilla Moreira Valdés que mal ha gobernado, endeudado y saqueado a la entidad norteña por ya casi una década.
www.indicepolitico.com / pacorodriguez@journalist.com / @pacorodriguez
Mi estmado Paco. Sigo pensando que lo mejor que le podía pasar a los gringos sería que triunfe Trump. Aunque a los meixcanos (se incluye a los latinos ya que en EU todos son lo mismo) no tanto . Saludos.