* De la reforma educativa es preciso recordar que ese programa de la Revolución fue ideológico, y allí está, en directo contrasentido con lo que hoy proponen. No es asunto de liderazgos, es la confrontación de un pasado que no acaba de irse, contra un futuro que es incierto porque este gobierno todo lo resuelve a medias
Gregorio Ortega Molina
Las campañas, “cargadas de lodo”. “Cada elección tiene su propia condición; ninguna proyecta resultados del mañana”. “No he logrado entender cuándo pasó el gobierno a ser señalado como culpable en el caso Ayotzinapa; es una barbaridad”. “Liderazgos distorsionan la reforma educativa para mantener sus privilegios”. ‘‘La caída petrolera no estaba en el ‘radar’, pero la legislación energética va más allá’’.
Las anteriores son las frases que el editor de La Jornada o la reportera Rosa Elvira Vargas eligieron para destacar, en la primera plana de la edición impresa y digital del lunes 23 de mayo, la nuez del sentir político coyuntural expresado por EPN durante la entrevista. El presidente constitucional de México muestra oficio, porque entre tres respuestas o consideraciones obvias y que no expresan nada nuevo, oculta dos problemas fundamentales que descubren el nivel de decadencia del modelo político, así como de la narrativa con la que tratan de rehabilitar la imagen del presidente constitucional.
Sus respuestas sobre lo electoral muestran conocer lo que hacen sus operadores políticos. Lo informan puntualmente. En cuanto a lo de la reforma energética y la caída de los precios del petróleo hay una verdad a medias, porque nada dice de la adquisición de gasolinas baratas y contaminantes, como tampoco desmiente de manera tajante los rumores en torno a Pemex.
Lo grave es lo que dice pensar sobre Ayotzinapa y la trabada reforma educativa, porque eso indica que lo han mal informado, o que él insiste en negar una realidad que está de este lado del espejo, porque de ninguna manera es un reflejo de lo que muchos mexicanos se niegan a aceptar.
El Estado (sus administradores, pues) permitió o facilitó que le endilgaran ese crimen, porque careció de respuestas a tiempo o no las ofreció. Su culpa no es el asesinato múltiple, sino no haberlo resuelto por falta de interés o encubrimiento.
Todo sugiere que no hay funcionarios públicos federales ni miembros de las fuerzas armadas que hayan disparado contra los normalistas o participado en su cremación, pero también todo apunta -falta probarlo, pero no es imposible y el tiempo lo dirá- a que hubo negligencia por parte del Estado para encontrar y sancionar a los culpables intelectuales, pues ¿a quién importan los que jalaron el gatillo, esos sólo son sicarios? La alfombra del poder hace bulto en el lugar donde ocultan la responsabilidad directa de Ángel Heladio Aguirre, así como pesan el silencio de AMLO y la sonrisa de Jesús Ortega.
En cuanto a la reforma educativa, remito a la consulta de mi texto del viernes 27 de mayo último, donde indico que ese programa de la Revolución era ideológico, y allí está, en directo contrasentido con lo que hoy proponen. No es asunto de liderazgos, es la confrontación de un pasado que no acaba de irse, contra un futuro que es incierto porque en el gobierno todo lo resuelven a medias.