Joel Hernández Santiago
Cuántos problemas, cuántos disgustos, cuántas maldiciones, descalabros, dramas o tragedias, fracasos, engaños, dilemas irresueltos, traiciones, vida o muerte… se hubieran evitado, y aun se podrían evitar, si tan sólo se dijera en el momento exacto, como en ‘Bartleby, el escribiente’: “Preferiría no hacerlo”…
Para algunos es un privilegio que la omnipotencia se fije en ellos y poder estar en la esfera del poder y la gloria; y para esto ponen su coraje y fortaleza, debilidad o dignidad, a disposición del ‘si’ o ‘no’ de quien decide lo que habrá de ser, aunque se equivoque y trastoque vidas y humanidades. Estar en la esfera de las decisiones es lo importante para muchos: a pesar de todo.
Todo esto viene al caso porque hace apenas unos días la presidencia de la República decidió que en sustitución del recién renunciado Manlio Fabio Beltrones entrara al quite, en la presidencia del Partido Revolucionario Institucional (PRI), quien hasta ese momento fuera director general de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), Enrique Ochoa Reza (43, Michoacán).
De forma silenciosa la decisión estaba tomada unos días después de la renuncia del hombre de Sonora y tenía que hacerse al viejo estilo priista de dedazo, antes que consulta a la cúpula y a las bases del PRI, con el riesgo de entrar en un laberinto de dimes y diretes; así que el ‘dedazo’ operó.
Y a regañadientes se aceptó, con enojo apenas disimulado de muchos ahí. Y tendrá a mediano y largo plazo tendrá consecuencias, con vistas a las elecciones presidenciales de 2018. El argumento central en contra de la decisión es la forma como se hizo así como el personaje elegido…:
Un joven hecho en la disciplina del estudio y la técnica, con esbozos de participación política, un improbable conocimiento de las entrañas del PRI y un inverosímil manejo de tan importante y contradictorio partido político que ya acusa un desgaste notable como producto de sus muy malos gobiernos estatales y municipales; con sus legisladores que no terminan por entenderse como representantes de los ciudadanos y con una presidencia de la República en decadencia.
Al verse en el dilema de decir ‘sí quiero’ o ‘no’, Ochoa Reza no calculó bien sus posibilidades y la aceptación del priismo nacional. (Al parecer, hasta ahora, lo que existe es un rechazo interno aunque disfrazado de disciplina.) Cabía la prudencia en él mismo para definir sus alcances y posibilidades y quizá pudo concluir: “Preferiría no hacerlo”. Esto sí demostraría su fortaleza de carácter, su independencia y su reconocimiento de la voluntad de millones de priistas en el país…
[“Bartleby, el escribiente”, es una obra de Herman Melville publicada por primera vez en 1853. Cuenta la historia de Bartleby, un empleado que vive en la tranquilidad y el silencio eficiente de su trabajo. Al principio, Bartleby es un empleado ejemplar, pero un día se le pide que examine con su jefe un documento y Bartleby contesta: “Preferiría no hacerlo”. Y no lo hace: A partir de entonces, a cada nuevo requerimiento de su patrón, contesta con esta frase, aunque continúa trabajando en sus tareas habituales con la misma eficiencia un día Bartleby decide no escribir más…
La virtud de Bartleby radica en saber decir “Preferiría no hacerlo” y con esto enfrenta a su propio destino pero rescata su dignidad. No es un enfermo; es un hombre que rechaza las exigencias de una sociedad y un poder enfermos.]
Cientos, miles de hombres en México, que hoy mismo vemos en las torres del mando llegaron ahí mediante la búsqueda ambiciosa del poder y la gloria; y muchos de ellos a pesar de su propia dignidad. En su vocabulario o filosofía de vida no existe el “Preferiría no hacerlo”: ni en el de legisladores, ni gobernadores, ni jueces, ni presidentes municipales o funcionarios públicos…
Enrique Ochoa acepta un cargo de gran responsabilidad política; habrá de diseñar estrategias para obtener triunfos electorales hasta 2019 y tendrá que luchar en contra de la oposición interna y externa: los partidos políticos adversarios se han fortalecido y la ruta electoral será cuesta arriba.
Así que ya está: Ochoa Reza aceptó el cargo para el que tendrá que pasar las pruebas de Sísifo. Los augurios no son buenos; pero en política los augurios quedan al margen porque es impredecible…
Aun así, no estaría por demás que alguna vez, alguno de quienes fueran designados para un cargo que no quiere o para el que no tiene capacidades probadas ni vocación, y a fin de evitar la tragedia del fracaso que daña a sociedades y vidas, dijera: “Preferiría no hacerlo”. Ahí radicaría, precisamente, su poder y su gloria.