En una carta dirigida al historiador Francesco Guicciardini, en 1521, Nicolás Maquiavelo, el fundador de la ciencia política moderna, le decía: “desde hace un tiempo a esta parte yo no digo nunca lo que creo, ni creo nunca lo que digo y si se me escapa una verdad de vez en cuando, la escondo entre tantas mentiras, que es difícil reconocerla”.
Podría ser la frase lapidaria que revelaría al autor de El Príncipe, un catálogo icónico de recomendaciones sobre el arte de gobernar, mezclando habilidad y crueldad, inteligencia y valor. Conjugando la valentía del león con la cautela y precisión del zorro, según su conocida alegoría.
Maquiavelo dijo hace más de 600 años que cualquier forma de gobierno debía ser juzgada por sus resultados, no porque el fin justificara los medios, como muchos suponen, sino porque la estrategia del buen gobierno debía ser diseñada a largo plazo. Tal es el sentido común de la política.
Y es que, finalmente, así como la materia prima de un pintor son las mezclas y los lienzos, la materia prima de El Príncipe es la sangre humana. En los depositarios del poder se empeña algo más que la vida de una Nación. Los gobiernos están construidos a base de conocimientos del pasado y las esperanzas de un pueblo sobre el porvenir.
Necesaria una moral política que brinde alternativas válidas
Aunque el epíteto de “maquiavélico” se ha destinado para señalar lo tenebroso y nauseabundo, la obra original del florentino es un tratado sobre el deslinde de la ética y la política. Sobre cuáles son los mejores procedimientos del éxito, conservando en público la imagen del gobernante.
Ríos de tinta se han escrito sobre este nudo ideológico. Los republicanos españoles exiliados en México enseñaron que debía encontrarse una moral política que no se encierre en sí misma, que no se amuralle en el santuario de la conciencia individual, como lo sostenían José Gaos, Salvador Sánchez Vázquez y Wenceslao Roces, entre otros.
Una moral política que asista a la plaza pública, socialice sus valores y se haga presente en la vida colectiva, que ofrezca una alternativa válida al injusto mundo neoliberal y capitalista de nuestro tiempo. Sólo así sería posible convivir plenamente en democracia con justicia. En un país decepcionado y destrozado, era el único camino.
Calderón: “sangre derramada por el fuego”; EPN: “impuro”
Alumnos de ellos, como el enorme filósofo Leopoldo Zea, el historiador Abelardo Villegas y el estructuralista Ricardo Guerra, traían a colación en estas discusiones el contenido de las profecías mayas y mexicas sobre el nacimiento del Quinto Sol.
Recordaban que, dado que para algunas culturas precolombinas del altiplano mexicano, el mundo se acabaría en el año 2013 –con ese lujo de precisión– los que seguirían en el poder debían tener características específicas, que quedaron grabadas en glifos y documentos prehistóricos.
“Después de la extinción del agua de la esperanza (Fox); de la sangre derramada por el fuego (Calderón Hinojosa) y de la turbulencia del impuro (EPN), el penúltimo gobernante sería un restaurador que arreglaría a sangre y fuego el desastre del ‘nefasto nonato'”, rezaban las profecías. Éstas eran más creíbles para los eruditos que las alegorías sobre el regreso de Quetzalcóatl.
Ruindad y miseria, herencia de la política ejercida sin ética
La desvinculación de la ética y la política, ha heredado a las nuevas generaciones un páramo de ruindad y miseria. Las fábulas toman el lugar de las ciencias, porque se trata de los últimos asideros de la esperanza. Las últimas armas para ofrecer frente, para alimentar la resistencia a la desesperación y la molicie.
México se encuentra política y socialmente pulverizado. No quedó alguna institución a salvo del arrase. Nadie tiene autoridad moral ni confianza o credibilidad para declarar o siquiera reconocer a un triunfador en las próximas elecciones presidenciales, cuyo proceso arranca según la ley, en octubre del 2017, dentro de trece meses.
Tolucos y pachuquitas se han encargado de demoler las bases de la convivencia civilizada. Los chichimecas triunfaron y desgraciadamente, Atzayácatl derrotó a Quetzalcóatl. El mal avasallo al bien. La fiebre del dinero, la ambición de lo mal habido, la sevicia y la oscuridad, cayeron sobre el país.
Cochinero abrumador: resolverán 2018 con billetazos y maleta$
El dizque gobierno peñanietista no puede ser juzgado por sus resultados, simple y sencillamente, porque no hay una sola obra pública, ni siquiera un proyecto de nación. No armó una estrategia a largo plazo, porque el camino a los bolsillos es demasiado corto. No ha habido sentido común de la política. Todo ha sido confiado a la voracidad y al desenfreno vil y rastacuero.
Además, ante márgenes tan estrechos de votación, como los que seguramente se repetirán en el 2018, no hay posibilidad de que emerja un ganador indiscutible. El cochinero es abrumador. Todo va a querer resolverse a fuerza de maleta$ y billetazos y, en medio de ese estercolero, no va a poder humano que convenza ni a perdedores, ni a ganadores.
La opinión internacional, de por sí negativa a cuanto acontece en el país, va a abonar decididamente en pro del escepticismo, la incertidumbre y la indefinición. No hay interlocución válida ante los financieros, las instituciones prestamistas, ni con quien forme el próximo gobierno estadunidense.
Avergonzados por nuestro “mandatario” en todos los foros
La opinión ciudadana está profundamente dividida, enfrentada, enconada y polarizada como nunca antes. Las corrientes políticas están zanjadas a cuatro cuartos, en una lucha parejera de pronóstico reservado. Trátese de las alianzas que se traten, ninguna estará habilitada para integrar o formar gobierno.
No existe, aparte de Institución, una sola figura de prestigio que pudiera ser un personaje, voz autorizada u opinión confiable, clave en la interlocución de los contrarios, adversarios a muerte entre sí. Alguien que tuviera la autoridad moral necesaria, en un país deshonrado, en el que se ha robado a mansalva.
Un país depauperado, destrozado ante la opinión pública mundial. Avergonzado por su “mandatario” en todos los foros posibles, ante públicos de todos calados. Mancillado con una manera de gobernar, ranchera, de capataz insolente e inmoral.
Así, ¿quién puede formar gobierno, asumido, obedecido y respetado?
¿Estaremos esperando voltear hacia las profecías precolombinas, que hablaban de “la llegada de un restaurador, que a sangre y fuego arregle el desastre del nefasto nonato”?
¿Usted que cree?
Índice Flamígero: Comencé a transcribir ayer aquí la carta que el profesor profesor Alejandro Sánchez Ontiveros dirige en redes sociales al titular de la SEP, El Niño ñoño Nuño. He aquí una segunda parte: “Pues bien. Te propongo que evaluemos al secretario de Hacienda y a sus empleados. Te propongo que les hagamos un examen riguroso y si lo reprueban los mandamos a su casa y les quitamos el empleo y si protestan les echamos a la policía federal y si protestan mucho les disparamos. ¿Cómo ves? Te propongo que evaluemos a los diputados y a los senadores y a todos los funcionarios públicos que tienen en sus manos la conducción de nuestro país. Mira, podríamos citarlos en una escuela privada rodeada por tanquetas para que respondan un examen sobre las leyes secundarias de hacienda, bancaria, de sociedades mercantiles y al que no saque un mínimo de 7 le damos cuello… ¿Te late? Otro día, si estás de acuerdo podemos sentar a los magistrados que imparten justicia y que corren rumores que amparan narcos y tuercen la justicia por dinero. Mira, sería padrísimo que los jueces que inventan delitos y absuelven a los delincuentes de cuello blanco respondan un examen de conciencia, de opción múltiple que diga cosas como: ¿comprar una casa de 7 millones de dólares y no pagar impuestos es: a) una cosa normal; b) un delito; c) un pecadillo insignificante. Y ya encarrerado el gato hasta podríamos hacerle un examen a esos gobernadores que se han robado el dinero de la salud pública en su beneficio como Granier de Tabasco, o los hermanos Moreira o Fidel Herrera que se escuda en la inmunidad diplomática como Cónsul de México en Barcelona o a los panistas que no dejaron ni telarañas en las arcas públicas, o a la esposa del ex presidente Felipe de Jesús Calderón, que protegió a su prima en aquel incidente de los niños quemados en la guardería ABC y que ahora se ha teñido el pelo de rubio para parecerse a la Hillary Clinton, o a los líderes de los partidos políticos que no vacilan en poner de gobernador a un pederasta o a un gangster para que demuestren sus conocimientos sobre la ética, la más elemental de las moralidades, el más sencillo de los sentidos de la justicia y la equidad. Deberíamos evaluar a los que tapan las fosas clandestinas llenas de asesinados y pactan con el crimen organizado. ¿No te parece?”. Mañana, con su venia, la tercera y última parte de esta correspondencia pública, de la que El Niño ni siquiera ha acusado recibo. + + + Sobre la imagen que circuló la semana anterior en la que se observa al controvertido Humberto Moreira dando pasos al chúntaro style, envía su colaboración titulada “El Bailarín”, nuestro admirado Poeta del Nopal: “Un hombre comprometido, / fiel a las instituciones, / que en medio de acusaciones / no se da por aludido / y al crítico distinguido / pide agachar la cerviz, / baila contento y feliz / pues ya quedó demostrado: / las leyes de este país / a él… ¡se la ‘Pérez Prado’!”
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Política y ética
La nación ha sido destrozada y pulverizada por el Estado Mexicano, quien se ha afanado por aniquilar a la población y desintegrar y enajenar el territorio y su riqueza en beneficio de traidores que administran la ignorancia, el crimen y la miseria. La soberanía no existe: los tres poderes son uno solo que se ha empeñado en destrozar y eliminar todo vestigio del marco jurídico que la civilización creo y perfeccionó para administrar el bien común. El ejecutivo promulga e impone, con las simpatías y complicidades de sus paniaguados y corruptos “congresito” y “corta”, nuevas leyes que condenan a la extinción a mansalva y en masa del individuo. En consecuencia se genera un marco jurídico que violenta la soberanía. Sin moral, sin ética y con un profundo desprecio a las libertades y derechos ciudadanos. Así nace o se fortalece un aparato de gobierno represor, traidor y aniquilador del pueblo (los desplazados, el narco y sus víctimas, los que mueren de hambre, las asesinados, los desaparecidos, la violencia contra vulnerables y violencia de todo tipo, los torturados, los niños en la calle, los analfabetas, los sin trabajo, la extinción de flora y fauna, el abandono de los pueblos naturales, los ninis, etc. son producto de esta miseria institucional). En nuestro país, lo que debería ser soberanía en realidad es un amasijo amorfo y pestilente. Una caterva de mal nacidos, con saña y alevosía, sistemática, consistente y conscientemente han creado, aprobado e impuesto instrumentos jurídicos que inexorablemente extinguen la nación con sufrimiento y muerte de la población.
Es obligación del congreso detener e impedir los excesos y crímenes del ejecutivo cuando éste pretenda arreglar la ley para beneficio del titular y de sus paisanos, compadres, cómplices y prole (en el orden de prioridad que se desee), pero el “congresito” en México también está ocupado por personajes indignos y criminales, que solo responden a la línea que le tira el tirano. Así no se puede, es un callejón en donde el pueblo está acorralado y cuya única salida es el plomo y el camposanto, con remitente “Institucional”. Todos los partidos políticos están integrados en su totalidad con una canallada que se vanagloria de su ruindad y traición al pueblo y a la nación en su conjunto. Son los que esperan turno para arrasar el erario o los que después de haberlo hecho aguardan a que se olviden sus delitos para regresar a saquear. (Son los que tienen garras para el arpa como dijo el poeta) ¿Se precisa de una verdadera revolución? o ¿acaso ya habrán madurado los nuevos héroes? No les queda mucho tiempo, pero el de nosotros ha acabado.
Hermano, le pido disculpas por invadir y manchar el espacio de sus lectores con oscuridad, desolación y pesimismo. Ojalá el remedio llegue pronto.