* Avivan el fuego de la hoguera de la descomposición social, para que el Augusto Pinochet mexicano, o el Victoriano Huerta del siglo XXI, encuentre fértil el terreno para la dictadura
Gregorio Ortega Molina
Como los responsables de garantizar el Estado de Derecho se muestran incapaces de diálogo y comprensión de los problemas sociales, creen que, al culpar a otros de sus errores y horrores, ya la hicieron. Entusiasmados, avivan la hoguera de la lucha entre ricos y pobres, patrones y maestros, pues.
Si EPN, su gabinete en pleno y el Poder Legislativo están seguros de que, luego de alentar la discordia verbal entre asociaciones patronales y la CNTE, podrán emprender una represión como la ensayada en Nochixtlán, cometen un error. Parten del equívoco de que la sociedad se va a desbordar en su apoyo, porque al fin decidieron romperles su madre. Se orinan fuera de la bacinica.
Claro que la decisión de no reiniciar el curso escolar difundida por la CNTE facilita la exhibición de la fuerza legítima del gobierno, pero antes de hacerlo deben preguntarse sobre la autoridad moral y la ética que los ampara, para evitar consecuencias mayores.
Las sociedades que integran a las naciones distan mucho de ser similares unas a otras, ni siquiera porque compartan idioma y cultura u origen. Puede constatarse con la divergencia alimenticia y las maneras de observar la profesión de su Fe, sin importar que busquen el mismo Dios y supongan estar unidos por Credo que, supuestamente, los identifica.
Por ejemplo, el discípulo de Mahoma puede manifestar su Fe en el terrorismo, o la piedad; el católico desprecia a los indígenas, aunque afirma creer en el amor al próximo, y asiste a la comunión después de haber abusado de sus cargos y responsabilidades. Supongo que en las otras religiones sus feligreses siguen conductas similares.
Creen, EPN y su gabinete en pleno, que integrarse a América del Norte y además asimilarse en la globalización, requiere de pasar por la confrontación. Cuando a los patrones todo se les tolera, puede armarse un golpe de Estado como el que costó la vida a Salvador Allende. Es el cacerolismo del poder económico para acabar de hundir al jodido.
Pero el gobierno se pliega, modificó la ley del NSA para darles gusto y porque a los dueños del dinero les molesta, les encabrona que los califiquen de corruptores o corruptibles, y además se les exigiera que demostrasen lo contrario, como ocurre con los funcionarios públicos.
Teddy Kollek, ex alcalde de Jerusalén, advierte: “Cientos de millones de personas, cada día más, padecen en nuestro planeta el desempleo, la destrucción de las familias, la pobreza y el hambre. La desesperanza de una paz duradera entre los pueblos se desvanece progresivamente. Las tensiones entre los sexos y las generaciones han alcanzado dimensiones inquietantes. Los niños mueren, asesinan y son asesinados. Cada vez se ven más Estados sacudidos por casos de corrupción política y económica. La convivencia pacífica en nuestras ciudades se hace más y más difícil por los conflictos sociales, raciales y étnicos…”.
Avivan el fuego de la hoguera de la descomposición social, para que el Augusto Pinochet mexicano, o el Victoriano Huerta del siglo XXI, encuentren fértil el terreno para la dictadura.