Javier Peñalosa Castro
Esta semana Enrique Peña Nieto volvió a adoptar el tono lastimero de reproche hacia sus malgobernados, y en especial hacia los medios de comunicación que no lo alaban en la medida de los moches, canonjías y prebendas que reciben sus directores, editores y textoservidores.
Y el reproche de que no se dan a conocer las noticias positivas podría sonar más o menos coherente para algunos si no fuera porque este tipo de información es prácticamente inexistente, por lo que los periodistas tendrían que recurrir a la tan añeja como reprobable práctica de “volar” (exagerar o incluso inventar) la nota.
En un país en el que el desempleo y la inseguridad laboral son un mal generalizado; donde la inmensa mayoría de los jóvenes egresados de las universidades debe conformarse con un salario de técnico medianamente calificado, donde el salario mínimo no sirve ya ni para fijar el monto de multas y sanciones, poco es lo que puede destacarse en los medios como logro, a no ser las estadísticas maquilladas que hablan de empleo casi pleno.
¿Y la justicia?
Tampoco en este rubro hay algo por lo que podamos sentirnos optimistas. La impunidad con que operan los caciques que mangonean en estados como Veracruz, Chihuahua y un largo etcétera; el secuestro y asesinato de periodistas, la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa; la represión y la brutalidad de la fuerza pública en Tanhuato, Nochixstlán, Tlatlaya y Apatzingán, y su antecedente en Atenco, durante el gobierno peñista, sólo por citar los casos más conocidos.
Los casos que llegan a la Suprema Corte, difícilmente se resuelven con apego a la justicia, y se llega al cinismo de justificar las matanzas como un deber del Estado, tal como lo hizo el jueves Renato Sales Heredia al decir que en Tanhuato se actuó en estricto apego a la ley y que no hubo ejecuciones extrajudiciales.
Tampoco aquí vemos algún aspecto noticioso que pudiera tener tratamiento positivo, por más que lo ordenara abiertamente Enrique Peña Nieto a los miembros de su gabinete —que más parece la corte de los milagros—, y particularmente a sus corifeos.
Tal vez en educación Peña tenga reservada una agradable sorpresa
Sin embargo, la realidad es que Peña y el Niño Nuño se han empeñado a resolver las diferencias por medio de la fuerza e incluso la represión, ejercida directamente para reprimir a los inconformes con la llamada reforma educativa, con saldo de varios muertos, o para encarcelar a los dirigentes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación.
Me gustaría que Peña y su camarilla me ilustraran, al menos a mí en lo personal, sobre los aspectos positivos de este galimatías en que se ha convertido la promesa de campaña de llevar a México por la vía rápida al Primer Mundo, cuando está por cumplirse la cuarta parte del plazo, y lo que se percibe, más que avance, es un severo retroceso que afecta a los millones de estudiantes que deben ser atendidos por el sistema educativo nacional.
Nuño parece más preocupado de librar las embestidas de otros miembros del gabinete de Peña que, como él, se sienten poseedores de los atributos para llegar a la Presidencia de la República.
Tal vez sea cosa de buscar mejor
En el ánimo de encontrar noticias que muevan al optimismo, habría que revisar sectores como el energético, donde por más que se ha buscado rematar los activos que aún le quedan a Pemex, es tal la desconfianza en Peña y su camarilla dentro del mundo de los negocios, que no todo lo que ha salido a remate se ha logrado colocar.
También nos gustaría que Peña —o alguno de sus genios— nos ilustrara sobre las grandes noticias que deben revelarse para mejorar la percepción que la ciudadanía tiene sobre su sexenio y el supuesto cumplimiento de sus promesas de campaña.
¿Qué hay de la corrupción?
Otra de las grandes promesas de la campaña de Peña fue la de combatir frontalmente a la corrupción. Infortunadamente, él y su esposa, Angélica Rivera, son los más señalados por actos de este tipo, como la famosa Casa Blanca o el departamento dado en usufructo a la nueva “pareja presidencial” por un aspirante a contratista.
De poco sirvieron las peticiones de perdón de Peña —tal vez porque nunca aceptó culpa alguna— ni las gestiones de Virgilio Andrade para lavarle la cara. Finalmente el de los rizos romanos tuvo que convertirse en chivo expiatorio y dejar el nada despreciable sueldo de secretario y las canonjías que le son inherentes, porque alguna cabeza tenía que rodar.
Otro intento de hacer como que se combate la corrupción es el que encabeza el flamante presidente del PRI, designado directamente por Peña para ocupar el cargo, quien amaga con expulsar de ese partido a César y Javier Duarte y otros personajes de similar calaña e inclinación por la cleptocracia y el terror, al tiempo que denuncia el presunto enriquecimiento inexplicable de Felipe Calderón y Margarita —Hillary— Zavala durante el sexenio del inefable michoacano.
¿Hay, pues, algo que festejar?
Este breve repaso de los principales temas de la agenda nacional está lejos de agotar los temas relevantes. Sin embargo, no parece haber motivo para echar las campañas as vuelo en uno solo de ellos, por lo que nos gustaría que Peña explicara dónde ve motivos para el optimismo.