* La medicina y la ingeniería genéticas, que harán de los trasplantes una técnica quirúrgica obsoleta y sucia, conducen a la creación de órganos con células madre y sobre pedido
Gregorio Ortega Molina
Si asumimos como verdad revelada las hipótesis de Tony Judt acerca de los costos y el final de la Primera Globalización -desarrolladas en varios de sus textos publicados en el NYT-, tendremos que aceptar que el mundo está inmerso en la Tercera Guerra Mundial, feroz y más cruenta que las dos anteriores, a pesar del belicismo silencioso y las muertes sin armas nucleares.
¿Habrán establecido algún método de medición de las vidas que ha costado esta Segunda Globalización? ¿Cuántas muertes violentas (morir de hambre o de enfermedades curables es más violento que padecer ejecutado) anuales cobra, de manera creciente, el reordenamiento del mercado, la integración, y el implacable uso de la especulación financiera para cambiar la producción de riqueza, que estuvo sustentada en el desarrollo industrial y en la producción de alimentos?
Hay una sustitución ordenada, sistémica, de lo que conocimos como instrumentos e insumos necesarios para el desarrollo, por otros que favorecen el control de vida en la población, y la manipulación de riqueza.
La medicina y la ingeniería genéticas, que harán de los trasplantes una técnica quirúrgica obsoleta y sucia, conducen a la creación de órganos con células madre y sobre pedido.
De idéntica manera, las células madre ya impulsan el estudio y escalonamiento de la modificación de la dieta que requiere el humano del futuro.
Si el desarrollo del paladar todavía es indicativo de inteligencia y buen vivir, esa parte de la sabiduría se diluirá en el consumo de síntesis proteínicas, calculadas para que quienes las ingieran para saciar la sensación permanente de hambre, tengan la suficiente energía para convertirse en servidores obsecuentes, y olvidarse de toda protesta.
El instrumento clave de esta Tercera Guerra Mundial, de esta Segunda Globalización, es la comunicación instantánea, en tiempo real, que produce, en quien la recibe, una equívoca sensación de estar al día en el desarrollo de los sucesos y, además, tener la opción de participar e incidir.
Nada más falso. Las redes sociales son realmente un sucedáneo del comadreo, muy lejos de la posibilidad de solidarizarse y saber.
Pienso, y es una hipótesis, que Internet tiene dos niveles, el que nos permiten usar a los mortales, y el que es utilizado por quienes mangonean al mundo. Ni siquiera necesitan una gran sofisticación para encriptar, simplemente encapsulan y reservan una parte de las fibras ópticas para uso exclusivo de quienes en realidad toman las decisiones.
Es momento de preguntarnos a dónde nos conduce esta Globalización en su segunda fase, y cuál es el papel del terrorismo y la función del reordenamiento económico, en lo que es un Tercera Guerra Mundial que produce tantas muertes registradas como nota roja o víctimas de terrorismo, o del hambre y de las enfermedades curables, no percibidas como producto de una estrategia de desarrollo y control social de la energía sobrante.
Total, el verde es vida. Sin mota no hay aliento ni hálito de inteligencia, ¿o no?