Antonio Balam
Érase una vez que en un lugar muy remoto de este lugar llamado tierra, habitaba todo un pueblo de puros tamales. Y todos eran felices, porque precisamente habían nacido para ser tamales, y no otra cosa. Y todos vivían y convivían en perfecta armonía. En aquel pueblo de puros tamales no sucedía gran cosa, excepto que pura corrupción, desidia, y el descrédito de uno para con otros. ¡Cómo les gustaba chingarse entre ellos mismos, jamás se permitían el avance de su pueblo soberano, ah, pobres chingados tamales!
Y cada seis años, cuando les tocaba elegir a un nuevo presidente para que les gobernase todo su pueblo, toda una serie de cosas increíbles sucedía. Era cuando, la verdad, aquel pueblo donde nada sucedía parecía cobrar vida de verdad. Se podía ver por todas las calles de Tamalville toda una serie de adornos, colgados en los postes que llevaban luz a sus hogares, adornos con la foto del tamal que quería ser el nuevo presidente de Tamalville. Y cada candidato tamal, obviamente, se esforzaba hasta lo imposible por querer parecer el tamal más bueno, no físicamente hablando, sino que espiritualmente, porque después de todo, todos los tamales podían chingarse entre sí, incluso hasta matarse, pero no comerse. Jamás se había dado el caso o suceso , en donde uno o muchos de ellos se hayan comido entre sí. Esto habría sido Ta-malísimo. (Si fuesen humanos se le diría canibalismo).
Todo seguía su curso normal en Tamalville: muertes, asesinatos, corrupción, venta por pedazos de Tamalville al mejor postor; marchas de protesta en ciudad Tamal… y muchas otras cosas más, ¡pero nada que pudiese estar fuera de lo normal! Nada que pudiese hacer temblar a un habitante de Tamalville, ¡nada que pudiese atentar contra su integridad! Después de todo, chingarse entre ellos mismos formaba parte de su cultura tamalera: yo te chingo, tú me chingas. Incluso, fue gracias a ellos que había sido inventado un nuevo verbo: CHINGAR. Yo chingo, tú chingas, nosotros chingamos, ellos chingan… Todos chingamos. Así que, si hay algo que en verdad sabían hacer muy bien aquellos tamales, esto era CHINGAR. Y nadie los podía superar, suponiendo que existiese otro Tamalville en algún otro lugar… lejano. Otra galaxia habitada por tamales… Tamales superinteligentes, que pudiesen superar en calidad y cantidad todas y cada una de las chingadas de los tamales de Tamalville. Chingar a otro nivel, chingadas inteligentes; dicho en inglés: fucking smart.
CONTINUARÁ…
Anthony “fucking” Smart.
En el siguiente capítulo: Habitantes de ciudad Tamal comienzan a preparar su tercera revolución…