Por Aurelio Contreras Moreno
A quien esto escribe no le tocó vivir profesionalmente el sexenio de Patricio Chirinos Calero como gobernador de Veracruz, salvo los últimos meses.
Por ende, no experimenté la época de represión contra los críticos del sistema que muchos colegas con más años en el oficio le atribuyen a quien fue el poderoso secretario de Gobierno de 1992 a 1997, Miguel Ángel Yunes Linares.
Empero, las múltiples historias sobre persecuciones y revanchas políticas y económicas contra los medios de comunicación y los periodistas críticos de aquellos años son ampliamente conocidas y no tengo ningún elemento para ponerlas en duda tampoco. Eran los tiempos del autoritarismo priista de finales del sexenio de Carlos Salinas de Gortari e inicios del de Ernesto Zedillo Ponce de León. Hasta cierto punto, era lo “normal”, si es que cabe ese adjetivo, aunque sea por mera referencia histórica.
Han pasado 21 años desde que Miguel Ángel Yunes Linares dejó de ser funcionario del gobierno de Veracruz, tiempo por el cual transitó por el gobierno de Zedillo, el Comité Ejecutivo Nacional del PRI -partido al que renunció en 2004 para irse al PAN tras la designación de Fidel Herrera Beltrán como candidato a la gubernatura del tricolor-, los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón, y sus dos candidaturas a la gubernatura, en 2010 y 2016.
¿Ha cambiado Miguel Ángel Yunes Linares en esos años, o sigue siendo el mismo hombre al que le atribuyen una ira descontrolada? No tengo idea. Sólo las antiguas referencias y alguna que otra más reciente, al calor de las campañas electorales.
Lo que sí ha cambiado son los tiempos en el estado y en el país. Y aunque paradójicamente los riesgos para el ejercicio periodístico se han vuelto enormes, mucho más grandes que los de los 90, es imposible acallar a los medios y a los periodistas como se hacía antaño, tanto porque los canales para la libertad de expresión se han ampliado gracias a la Internet y a las redes sociales, como porque los ciudadanos, los consumidores de medios, se han vuelto mucho más exigentes en el escrutinio y el intercambio público. Al menos, ya no se chupan el dedo ni les da miedo criticar, hasta desmesuradamente, a un alcalde, un diputado, un gobernador e incluso a un presidente.
Todo lo anterior viene a colación porque entre los medios, los periodistas, los académicos y las organizaciones civiles existe la idea de que, una vez que Yunes Linares tome el poder el próximo 1 de diciembre, retornará a Veracruz la mano dura, la represión de la crítica periodística y de la protesta social.
Después de lo que hemos vivido los últimos seis años, con 19 periodistas asesinados en Veracruz y los sistemáticos y feroces intentos del régimen por censurar y acallar las críticas a su ejercicio del poder, es impensable que todavía pueda darse un mayor retroceso. Por lo menos, no nos podemos dar el lujo de permitirlo.
En ese sentido, Miguel Ángel Yunes Linares se ha comprometido públicamente a respetar todas las libertades, entre éstas la de expresión e información, y a estar a la altura de las circunstancias que la realidad de Veracruz plantea.
Tendrá para ello, muy poco tiempo. Apenas dos años, pero sin duda suficientes para hacer la diferencia con el pasado inmediato, el del infausto régimen que se va, y por supuesto, con el propio. Ello pasa, además del respeto a las libertades, por la transparencia en los acuerdos comerciales con los medios de comunicación, que en este sexenio representaron un hoyo negro que cuando se ilumine, seguramente sacará chispas. Y mucho copro.
Para Veracruz fue suficiente con la docena trágica del fide-duartismo. Miguel Ángel Yunes Linares tiene ahora la oportunidad de ser y hacer la diferencia. Hasta con quien él mismo fue.
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