* En una de esas lecturas que EPN comentó y recomendó a Ciro Gómez, encontré, entre otras frases afortunadas, lo siguiente: “Aquél era uno de esos pocos momentos en la vida en que honor y negocio podían ir de la mano”
Gregorio Ortega Molina
“El de la banca es negocio de pantalones largos”, aseguró Agustín Legorreta como única respuesta posible a la estatización decretada por José López Portillo. Lo ocurrido después le da la razón. El saqueo de los funcionarios bancarios nombrados por el gobierno, resultó peor que el denunciado por el presidente de México para justificar su decisión.
Recuerdo lo anterior por lo que ocurre hoy entre los barones de la droga y los “no escarmentados” políticos encargados de combatir y/o administrar ese delito, porque el dinero negro producido debiera transformarse en recursos cuantificables y auditables por parte de las autoridades designadas para reciclarlo en programas a los que los dineros fiscales no llegan, pero necesitan alivio contante y sonante, como ocurre con las urgentes necesidades del sector salud, la sanidad (el recolector Oriente está por no concluirse), y otros.
En Estados Unidos, los pulcros y honrados y honestos administradores del dinero producido por el crimen organizado, lo reciclan en sus programas de seguridad nacional no autorizados, pero que se ejecutan a espaldas de la opinión pública y de su Congreso.
En una de esas lecturas que EPN comentó y recomendó a Ciro Gómez, encontré, entre otras frases afortunadas, lo siguiente: “Aquél era uno de esos pocos momentos en la vida en que honor y negocio podían ir de la mano”.
Pero quienes ahora atizan el estado de ánimo de la sociedad, ni siquiera reparan en las consecuencias de la irritación social que alimentan, olvidaron que si la delincuencia se combate y se administra, los recursos que produce al hacerlo de esa manera corresponden al Estado, de ninguna manera a sus celosos perros guardianes que lo confrontan con los gobernados.
Por ello no debe sorprendernos lo ocurrido en La Leche, de Puerto Vallarta, pues todo indica que el supuesto secuestro de los -resuelto de inmediato en la liberación de los rehenes- hijos dilectos de fundadores y cabezas de cárteles sólo es un guion de radionovela, redactado como si la sociedad fuese incapaz de percibir origen y consecuencias de lo ocurrido.
Ahora los gobernados pueden explicárselo más allá de una versión oficial que no se sostiene, ni con la filtración oportuna de los videos obtenidos de las cámaras de seguridad.
Trajano -personaje central de las lecturas presidenciales- elige, según el narrador, una descripción adecuada que explica su comportamiento: “Ése era el lugar donde los quería tener, porque cuando uno está más sumido en la confusión sólo busca que alguien le diga lo que tiene que hacerse, y ese alguien era él”.
La narrativa sexenal se coloca fuera de lugar, otra vez. Nadie cree a Eduardo Sánchez, la aceptación de EPN es reducida, y las consecuencias de las políticas públicas no podrán olvidarse con lo ocurrido en La Leche, seguidas del triste episodio Olímpico.
Pero no nos angustiemos, el período de pudrición todavía va para largo.