Todo era dicha y felicidad en Tamalville, porque cada día que pasaba más atrocidades sucedían, y los tamales se sentían como peces en el agua. Ah. ¡qué afortunados se sentían, cuando al amanecer y al leer el periódico, se enteraban de que más grandes y peores chingadas habían sucedido, aquí y allá! Somos bien chingones, pensaban, mientras veian cómo su chingado país empeoraba, más y más.
Mientras tanto, en algun lugar de Tamalville…
Calientes se los llevaron, calientes los queremos de vuelta, rezaban todas las pancartas. Habitantes de ciudad tamal protestaban por los estudiantes tamales secuestrados, esta vez y otra vez, a todo lo largo y ancho de Tamalville. Marchas multidinarias en todos los estados que conformaban este chingado soberano país, parecían mostrar una faceta diferente de la estúpida cultura tamalera.
Cualquiera que hubiese visto a todos esos cientos de miles de tamales, habría podido asegurar de que en verdad estaban todos consternados por dicho suceso, pero la verdad es que todo esto no era más que, ¡otra vez!, puro ruido y circo por parte de todos ellos. Ah, ¡cómo amaban hacer ruido y circo! También en esto parecían ser unos expertos.