* Imponen políticas que violan de manera sistemática los derechos humanos. Todavía no es genocidio, pero parece limpieza social. O quizá es una expresión deportiva, como aquella que Galo Plaza, cuando fue presidente de Ecuador, puso a la moda cinegética: la cacería de indígenas a caballo
Gregorio Ortega Molina
El mandato constitucional continúa vigente, aunque haya dejado de cumplirse desde que los majaderos, descuidados e incumplidos legisladores también decidieron dar la espalda a lo que señala la ley: Escuchar el Informe de gobierno y estar atentos al mensaje político del presidente de México, pronunciado en la casa del pueblo, que es la sede del Congreso.
Mañana, otra vez, incumplirán. Muestran, así, que dejaron de representar a la sociedad y sólo buscan satisfacer sus propios intereses.
Por eso se imponen, en esta aterida nación, políticas que violan de manera sistemática los derechos humanos. Todavía no es genocidio, pero muestra claros signos de esa sucia limpieza social, tal como lo exige la globalización y lo demandan la integración a América del norte y la falta de sensibilidad de nuestros gobernantes, colindante con el racismo.
O quizá es una expresión deportiva, como aquella que Galo Plaza, cuando fue presidente de Ecuador, puso a la moda cinegética: la cacería de indígenas a caballo.
Aquí se trata de los líderes sociales. Los primeros síntomas se mostraron en Michoacán, lo que es indicativo del siguiente puesto de Alfredo Castillo, una vez que dejara la Comisión “pacificadora” a güevo. La Codeme era su destino lógico, nada como el deporte para airear la narrativa de las políticas de seguridad.
La alarma se hace eco, resuena desde las páginas de La Jornada, donde se preguntan qué pasa con la desaparición paulatina, pero constante, de los ex fundadores de las autodefensas. Los que no están en la cárcel calientan los ataúdes.
¿Y esas entidades federativas donde ejecutar presidentes municipales o asesinar periodistas o desaparecer jóvenes y viejos es ya un deporte nacional?
En la búsqueda de una explicación a lo que padecemos, encuentro las ideas expuestas por Juan José Saer, intelectual argentino, conocedor de las consecuencias de la guerra sucia, nada distantes de lo que hoy sucede por estos lares:
“… todo esto no es un problema de personas, sino de tendencias globales de la sociedad. Podríamos encontrar mil ejemplos que refutan las afirmaciones que anteceden, pero habría que preguntarse si tantos esfuerzos aislados y sinceros por crear una nueva antropología, capaz de realizar la síntesis de las contradicciones presentes de la especie humana, tiene alguna posibilidad de modificar esas tendencias generales… como sistema económico, en todos los países, aun en los que gobiernan los socialistas e incluso los neocomunistas, se nos sirve ese guiso recalentado, el liberalismo, que sólo un gánster podría aplicar al pie de la letra y que, inversamente, convertiría automáticamente en gánster a quienquiera lo llevase hasta sus últimas consecuencias, así se trate del panadero de la esquina”.
Considero que no se requiere mayor explicación para abrir, a nuestras entendederas, la comprensión total del México que está en proceso de construcción.