Por Aurelio Contreras Moreno
Es indignante e inaudita la facilidad con que las autoridades veracruzanas pueden mentir y hacer como que la realidad del estado es como dicen en sus discursos oficiosos, aunque los problemas exploten en sus narices.
En las últimas semanas, la violencia se ha disparado vertiginosamente de norte a sur del estado, con especial énfasis en ciudades como Coatzacoalcos, Córdoba, Orizaba, Poza Rica, Veracruz puerto y Xalapa.
Secuestros, balaceras, ejecuciones, asaltos, son noticias que de tan cotidianas, han dejado de sorprender en varias regiones. En otras, donde la población todavía estaba acostumbrada a vivir con tranquilidad, en paz, causa azoro, un enorme miedo, encontrarse de pronto en medio de enfrentamientos a plena luz del día, en zonas céntricas, sin importar quién se atraviese, a quién le toque una bala, quién termine por perder la vida.
Por ejemplo, durante toda la madrugada de este jueves y hasta entrada la mañana, la ciudad de Orizaba, otrora pacífica, se convirtió en un campo de batalla entre criminales y policías, al grado de que las escuelas del perímetro en el que se desarrollaba el enfrentamiento tuvieron que ser evacuadas.
Coatzacoalcos se ha convertido, a su vez, en el símbolo más crudo de la violencia de las últimas semanas en la entidad. Plagios, asesinatos afuera de escuelas, levantones, toques de queda virtuales ante el miedo de salir de noche, es lo que se vive en esta ciudad, asolada por la delincuencia y por la crisis de la industria petrolera de la que han sido despedidos cientos de trabajadores tras la reforma energética.
Y así podríamos seguir describiendo el horror que sucede en prácticamente todo el territorio veracruzano desde hace varios años. Un sexenio al menos. Mismo tiempo que las autoridades llevan negando lo que es a todas luces evidente.
“Estos seis años de gobierno, hemos mantenido la gobernabilidad (sic), la certeza jurídica y la paz social que merecen los veracruzanos”, dijo el secretario de Gobierno Flavino Ríos Alvarado este jueves al encabezar la primera guardia septembrina, al mismo tiempo que la población de Orizaba, aterrorizada, iba a sacar a sus hijos de las escuelas, en medio de una persecución a balazos.
“Veracruz no está dentro de los focos rojos de seguridad a nivel nacional”, dijo el miércoles el gobernador Javier Duarte de Ochoa durante la reunión del Grupo de Coordinación en Coatzacoalcos, mientras un conocido abogado de esa misma ciudad era secuestrado casi a la misma hora.
De la indolencia a la incompetencia. De la frivolidad a la complicidad. Ya no sabemos qué ha sido peor para el estado. Lo que es un hecho es que el rubro de la seguridad es un completo desastre, que se suma a todos los demás que ha propiciado este gobierno.
El gobernador electo del estado, Miguel Ángel Yunes Linares, declaró que si bien no es posible resolver todos los problemas de un estado como el de Veracruz en el corto periodo que durará su mandato, “es mejor un buen gobierno de dos años que un mal gobierno de seis”.
Pero el tema de la seguridad no puede aguardar más. Urgen soluciones prontas y efectivas. Veracruz no puede seguir viviendo con terror en sus calles, en sus casas, y en las vidas de sus habitantes.
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