MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN
Entre la frivolidad presidencial y el escándalo palaciego, del reproche foxista a los medios de comunicación “Las buenas noticias también son noticia”, se alza la analogía del slogan en similar reclamo, en voz de Peña Nieto: “Las cosas buenas no se cuentan… pero cuentan mucho”, y en los banners y anuncios promocionales del cuarto informe de gobierno: “Lo bueno casi no se cuenta pero cuenta mucho”.
Bien. La señora Marta Sahagún, en el papel de vocera y luego primera dama-vocera y directora de la orquesta en que convirtió al gabinete presidencial para que tocaran al ritmo que ordenaba, carente de experiencia en estos menesteres del manejo de la comunicación, junto con el baterista Maximiliano Cortázar, hizo añicos el elemental flujo de retroalimentación emisor-receptor-emisor. De primaria.
La inexperiencia y mediocridad se cubría con jugosos convenios publicitarios y el control de unos comunicadores que impusieron la barrera de primera y segunda en el avión presidencial TP01. Por cierto, ¿qué fue de ellos?, creo que a uno lo corrieron recientemente de una oficina de prensa, acusado de acoso sexual. Bueno, por esas vías caminaba la información presidencial que no trascendía porque la nota era la frivolidad, ocurrencias y dicharachos de la pareja presidencial. Y, por supuesto, el valemadrismo de Vicente que en estos tiempos ha confirmado con creses –lo del 3de3 son mamadas”, dijo Fox–.
Hoy. En la Presidencia de la República tardaron cuatro años en caer en la cuenta de que los medios digitales llegarían a la supremacía en materia de difusión del mensaje presidencial, porque en el tramo de la gestión de David López a la de Eduardo Sánchez en Comunicación Social y vocería del presidente Enrique Peña Nieto, la oficina de la señora Lagunes no caminó al ritmo que urgía la elemental divulgación de los quehaceres y resultados del gobierno federal. Luego han llegado los privilegios y los negocios.
Bien que esa publicidad convertida en banners insista en el machacón reproche a los medios de comunicación por no contar las cosas buenas que ha hecho el gobierno de Enrique Peña Nieto en casi cuatro años. Indudablemente hay resultados, buenas noticias que deben contarse y se han contado, como el nivel de la inflación, la construcción de carreteras, el apoyo a las familias pobres y en pobreza extrema, el reparto de alimentos, la educación gratuita, la generación de empleos y etcétera.
Pero, frente a las buenas cosas que deben contarse, se alzan aquellas que han derivado en escándalo palaciego. Sí, es cierto, hay un grupo de francotiradores que alimenta las redes sociales; está la señora Carmen Aristegui que nunca contará historias de Andrés Manuel López Obrador, pero qué hay del flujo informativo de lo bueno que debe contarse, quién lo elabora y distribuye en los medios.
A la señora Sahagún y al presidente Vicente Fox importaba un comino la comunicación social, es decir, la prensa, los reporteros, la infantería; sus gustos y afinidades sentimentales estaban con quienes hablaban bien de ellos, de los columnistas aduladores y quienes en la televisión les endulzaban el oído con entrevistas a modo.
Un ejemplo del desdén y hasta desprecio por los reporteros asignados a la cobertura, entonces, de las actividades presidenciales fue la oferta de que contarían con una sala de prensa equipada y espacios básicos para facilitarles el trabajo. Yo creo que fue luego de aquel resbalón de la cabañita acogedora, cuando doña Marta decidió mandar al archivo la oferta de la moderna sala de prensa; a los colegas, hasta la cocineta que estaba en ese espacio, les quitó.
Hoy no ha cambiado ese trato hacia los reporteros, como no cambió durante la administración de Felipe Calderón, quien desde esos días en que se desempeñó como coordinador de la bancada del PAN en la Cámara de Diputados, demostró su mecha corta y su afición por culpar a los reporteros de cualquier asunto negativo en su tarea como legislador.
A los responsables de la comunicación presidencial ha faltado aquello que abundaba en otras administraciones: contenidos. La señora Rosario Robles, por ejemplo, se pasó casi medio sexenio entre la foto con las señoras de la fila de la leche, la discusión respecto de los deciles en que había descendido la pobreza, mas no ha habido seguimiento de sus tareas, nada que indique cómo ha prosperado una obra, hoy de la Sedatu, en aquellas zonas miserables que suelen ser escenografía para la foto del día.
Salvo contadas excepciones, hay seguimiento de información, alimentación de ésta hacia los reporteros. Las notas informativas suelen ser coyunturales, de primera plana un día y, al siguiente, en interiores hasta su extinción.
¿Seremos los reporteros responsables de que no se cuenten las cosas buenas? No será acaso que, como dijo hace unos días Alejandro González Murillo, coordinador de la bancada del Partido Encuentro Social en la Cámara de Diputados, el problema es el manejo de la comunicación desde la Presidencia de la República, porque la agenda se la arrebata el PAN, el PRD, El Peje y la CNTE.
No, no es que se soslaye o no se quiera contar lo bueno que hace el gobierno. Y se contaría con largueza si la información fluyera, si al presidente Peña Nieto sus colaboradores le contaran la verdad, le mostraran sinmaquillaje el escenario nacional, si sus asesores tuvieran esa capacidad del sentido común que les recordara que trabajan para un Jefe de Estado y no pueden llevarlo a convocar a un candidato, así sea el puntero a la Presidencia de Estados Unidos.
Se contarían cosas buenas, si su secretario de Hacienda y la contraparte de Energía no echaran campanas a vuelo y prometieran lo imposible, como no subir los precios de las gasolinas, y luego lo obliguen a una explicación que no convence a nadie. Se contarían las cosas buenas cuando los pillos que hay en el equipo presidencial sean procesados por delinquir, traficar influencias, vender favores y hacerse socios de proveedores.
Se contarían coas buenas, señor Presidente, si su gabinete dejara el escritorio y las frivolidades, como la de aquel secretario de su gabinete que trae a la esposa en calidad de colaboradora y hasta un piso completo, en el edificio sede de la dependencia, le destinó para ¿trabajar?
Se contarían cosas buenas, si desde hace rato se hubiera solucionado el problema que su gobierno tiene con el magisterio disidente, el mismo que trae a la guerrilla como la amenaza permanente de lo que puede ocurrir en aquellos estados donde millones de niños y adolescentes tienen el futuro incierto porque no reciben la educación elemental con los métodos elementales.
¿Qué interesó más a la opinión pública entre las medallas ganadas por deportistas que son orgullo nacional y la Casa Blanca?
¿Usted cree, señor Presidente, que a los mexicanos importaba el discurso de Vicente Fox? No, les importó el papelazo con sus botas de charol y el vestido de alta costura de la señora Marta que ajustó para su talla y… en fin. Contemos cosas buenas. ¿Quién aporta la información? ¿Dónde están? Digo.
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