Javier Peñalosa Castro
Luego de que, en las más desastrosa y torpe “jugada” diplomática de que se tenga memoria, el desgobierno de Enrique Peña Nieto dio una valiosa bocanada de oxígeno al inefable Donald Trump y, a cambio, perdió la poca credibilidad que aún conservaba, en México y en el mundo, ante lo cual tuvo que buscar quién pagara los platos rotos, y éste resultó nada menos que su delfín –Luis Videgaray–, quien debió dejar su lugar como secretario de Hacienda a su amigo José Antonio Meade, quien con ésta ha ocupado tres carteras en el gabinetillo peñista.
Con Videgaray se va todo su equipo, incluidos el encargado del SAT y el presidente de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores. Todo, por supuesto, para complacer a quienes dictan la política económica del País –el Fon do Monetario Internacional, el Banco Mundial y sus adláteres.
La dolorosa para él y tal vez para su jefe y amigo; para nadie más– separación de Videgaray de la ubre presupuestal representa una bocanada de oxígeno puro para el maltrecho régimen de Peña. Y si bien servirá para levantar un poco su alicaída imagen, pronto perderá su efecto si no se aprovecha el momento.
Videgaray, aspirante a virrey de los tolucos
Como premio de consolación, y a cambio de que sirva como chivo expiatorio del descrédito en que ha caído Peña, al principal promotor de Trump le corresponderá, casi seguramente, la candidatura al gobierno de su querido terruño.
En caso de que así se decida, nada fácil la tendrá, pues casi seguramente deberá enfrentar a la excandidata presidencial Josefina Calderón y al perredista Alejandro Encinas. Faltaría por ver si Morena secunda esta última candidatura o decide postular a alguien más. Como sea, se anticipa una contienda por demás reñida.
Reacomodo de fichas
Con la salida de Videgaray, toma forma la posibilidad de que Meade llegue a la candidatura presidencial con un pasado panista e incluso cierto cariz de independiente, con lo que –en una de esas– se convierte en el primer candidato del PRIAN (López Obrador dixit) a la Presidencia.
Por otra parte, los más recientes movimientos en la pandilla peñista parecen traducirse en el descarte de Aurelio El Niño Nuño, quien debe despedirse de sus aspiraciones a menos que se den sucesos tan sangrientos y turbulentos como los que llevaron a Ernesto Zedillo a la Presidencia en 1994.
Por lo que se ve, Peña y su camarilla están más ocupados de cuidarse las espaldas que de tratar de gobernar (al menos durante lo que quede del sexenio, una vez descontado el periodo de campañas). Aparentemente ya “tiraron la toalla” y su prioridad es pactar con quien llegue a la Presidencia y conservar lo único que les importa en la vida (los gobiernos con sede en Toluca y Pachuca) y tratar de perpetuar, al menos en el ámbito local, la tolupachucracia (como bien la define Paco Rodríguez) y seguir siendo partícipes del saqueo inmisericorde al que tienen sometidas las arcas de aquellos lares.
En tanto, se fortalecen quienes serán los verdaderos contendientes por la Presidencia: Andrés Manuel López Obrador, a quien tienen sometido a una campaña de constante golpeteo para tratar de minar su popularidad, Margarita Hillary Zavala, cuya candidatura avanza a falta de opciones menos terribles dentro del PAN, por más que .Ricardo Anaya acaricie ingenuamente la posibilidad de ser ungido como candidato presidencial y, en un descuido, el Bronco de Nuevo León o algún sucedáneo.
El entreguismo jamás ha rendido frutos
A lo largo de nuestra historia como nación, el entreguismo, la traición y la alianza con el enemigo jampas han rendido fruto. Desde el respaldo de los tlaxcaltecas y otros grupos enemigos de los aztecas a Hernán Cortés y sus huestes hasta el reciente episodio indigno en que Peña Nieto recibió al infame Donald Trump como a jefe de Estado, contemporizó con él, se puso a sus órdenes y le b rindió todo tipo de explicaciones no pedidas, la independencia, la defensa de nuestra soberanía, nuestra cultura y valores y los de nuestros connacionales son lo único que ha permitido que se nos respete en el mundo.
Muy difícil será para nuestra diplomacia y la imagen de México recuperarse del affaire Trump. Esa “jugadita”; ese “problemita de estilo” diplomático con pretensiones financieras a futuro significó que todos saliéramos perdiendo. Todos –claro–, menos Donald Trump, a quien el dislate peñista le sirvió para repuntar en las encuestas.