Moisés Sánchez Limón
Reza la conseja popular: Cuídate de tus amigos, porque de los enemigos ya sabes dónde están. Y, bien, cada cual es libre de trabajar o dar empleo, asociarse y emprender aventuras de la índole que sea porque, al final, es un ejercicio de libertad humana y sus consecuencias, buenas, malas o regulares impactan al círculo privado; eventualmente trascienden más allá y, conceptualmente problemáticas, tienen solución en caso de complicarse.
Pero, en tratándose de un gobierno, los mexicanos en particular hemos enfrentado graves consecuencias de los yerros cometidos por los amigos que el señorpresidente en turno designó en áreas de suyo delicadas.
Algunos, empero, han aceptaron el sacrificio, y asumieron el papel de chivos expiatorios.
Que se recuerde, Gustavo Díaz Ordaz asumió la responsabilidad de la represión contra estudiantes que derivó en la matanza del 2 de Octubre de 1968. Hoy, guardadas las distancias, Enrique Peña Nieto se responsabilizó de la decisión de haber invitado a los candidatos al gobierno de Estados Unidos, la demócrata Hillary
Clinton y el republicano Donald Trump, quien metió en un severo brete político.
Peña Nieto pretendió dejar a salvo a su amigo y cómplice, Luis Videgaray Caso, confeso autor de esa idea que, de alguna forma, implicó la intromisión del gobierno de México en el proceso electoral estadunidense.
¿Es admisible que el jefe de Estado asuma una culpa por defender a su amigo que le renuncia a una de las principales áreas de gobierno, por no decir la clave en la estabilidad nacional?
El punto no es, indudablemente, que Videgaray se separe de la cartera de Hacienda para entrar, en forma y tiempo, a la carrera por la gubernatura del Estado de México ni si Luis Enrique Miranda Nava, como nuevo secretario de Desarrollo Social, esté en condiciones de alzarse como otro de los presidenciables. Menos interesa que Miguel Ángel Osorio Chong tenga el camino desbrozado para hacer campaña sin haber solucionado los graves conflictos que arrastra la administración de Peña Nieto. Veamos.
La dimisión de Luis Videgaray Caso, consecuencia de una decisión tomada al calor de una crisis de credibilidad, sin consultar al equipo del primer círculo y por encima de una opinión contraria de quien sufriría los estragos de la resaca sin haber consumido una gota del vino con el que nunca se brindó, la festinó Dondald Trump y consideró algo así como un éxito personal en campaña la resultante de su affaire con Enrique Peña Nieto.
En este escenario vale recordar aquella entrevista –concedida al diario español El País, un año y meses después de arrancada su administración– en la que Enrique Peña Nieto sostuvo que el Presidente de la República no tiene amigos, una declaración que nadie creyó. Nadie porque para ese momento los amigos y cómplices del presidente Peña Nieto se instalaban en las principales oficinas del control político, económico y social del gobierno.
El debutante Jefe del Ejecutivo Federal mexicano pecó de fanfarronería porque estaban recientes las consecuencias de la administración de Felipe Calderón Hinojosa con un gobierno de amigos, amigotes, compadres y cómplices que hicieron fortunas e implantaron, incluso, el cobro del moche de 30 por ciento de participación por obra, concesión, adquisición de avituallamiento o lo que usted quiera que compraba el gobierno a una pléyade abastecedora que no tuvo empacho en, incluso, hacer socios a funcionarios públicos en empresas proveedoras del sector público federal.
Pero, bueno, ¿por qué no dar el beneficio de la duda a Peña Nieto? El ex gobernador mexiquense presumía de cumplir su palabra porque lo que ofrecía y comprometía lo firmaba. Su carisma y la enorme propaganda mediática desplegada en los principales medios de comunicación, con acicate millonario en los electrónicos y especialmente en Televisa, posibilitó un triunfo en las urnas que desarmó a Andrés Manuel López Obrador.
¿Sin amigos? En la Secretaría de Gobernación, el amigo que hizo y con quien arrancó el proyecto transexenal cuando gobernador del Estado de México, designó a Miguel Ángel Osorio Chong, gobernador que fue del estado de Hidalgo y que le acercó a la invaluable maestra Elba Esther Gordillo, para esos días ya ex priista que acudió a su último informe de Gobierno y se instaló en la primera fila con sus enemigos irreconciliables: Manlio Fabio Beltrones Rivera y Beatriz Paredes Rangel.
¿Sin amigos? En la poderosa Secretaría de Hacienda designó a su amigo entrañable, ex colaborador suyo, incluso, en el gobierno mexiquense y que arrastraba la fama de experto en finanzas, tanto que fue operador, como diputados federal, de la negociación presupuestal en la Cámara de Diputados. Dibujado su futuro como presidenciable, amigo del alma que repetiría la fórmula de José López Portillo, quien salió de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público para rendir protestar como candidato del PRI a la Presidencia de la República.
¿Sin amigos? Ayer por la tarde, Miguel Ángel Osorio Chong, por instrucciones del presidente Enrique Peña Nieto dio posesión a Luis Enrique Miranda Nava, como titular de la poderosísima e influyente tanto por sus programas clientelares y un presupuesto multimillonario, Secretaría de Desarrollo Social.
Este es el gran amigo que puede perfilarse a la candidatura del PRI a la Presidencia de la República, una vez que su antecesor, José Antonio Meade Kuribreña desaparece del escenario que se construía en esas giras en las que es fácil repartir lo ajeno entre los pobres, el proletariado y el lumpen proletariado que vive en zonas miserables y nunca olvida al que le acercó ayuda, así haya sido con el fin electorero.
¿Otros amigos del Presidente? Los hay en otras dependencias; los hay que no lo son pero lo presumen, aunque al amanecer del 2 de diciembre de 2018 negarán cualquier nexo y pondrán tierra de por medio para que no los alcance el brazo justiciero de quien, sea quien sea, al rendir protesta como Presidente de la República reiterará la oferta de campaña de meter a prisión a los pillastres sexenales.
Pero, en calidad de mientras, no hay que olvidar la máxima en la praxis política de que se engaña con la verdad. No, no hay que descartar a Luis Videgaray de esta carrera por la Presidencia de la República, se fue, junto con Manlio Fabio Beltrones Rivera, a la RENATA (Reserva Nacional de Talentos). ¿Alguien lo duda?
El primero es el amigo-amigo de Peña Nieto; el segundo tiene la palabra empeñada del entonces aspirante a la nominación presidencial priista de que luego sería su turno. Así me lo contaron y nadie lo ha desmentido; ni siquiera Emilio Gamboa Patrón, a quien se le garantizó su futuro político y se le ha cumplido, junto con Beatriz Paredes Rangel que la pasa chévere en Brasil.
Trump festina un pírrico triunfo que lo evidencia mentiroso, parlanchín y ausente de la estatura de estadista. Pero lo que importa en México es este golpe de timón que atiza esperanza de mejorar el clima económico, político y social, así sea con los amigos y cómplices. ¿El Presidente no tiene amigos? Conste.
VIERNES. Por cierto, Luis Enrique, te urge un asesor de imagen y alguien que te prepare el terreno para que te crean el discurso de reivindicación social y no te cuestionen la vida de jeque y la fortuna que te negaste a declarar. Digo.
*La primera parte de este artículo se publicó en El Independiente de Hidalgo. Nota es nota.
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