En el siglo V a.C. los chinos para evitar los ataques de pueblos salvajes, provenientes de Mongolia y Manchuria comenzaron la construcción de una de las más famosas murallas, junto con la de Adriano y la Antonia en Inglaterra y la de Lugo en España, del pasado; todas ellas tenían algo en común, sus constructores querían evitar el acceso a salvajes ansiosos de saquear o vivir en la tranquilidad, bienestar y seguridad, que las ciudades consideradas ejemplo de civilidad, ofrecían.
Con el tiempo llegó la época feudal y con ella una solución similar, murallas, para igualmente resguardar granos, animales, familias y vasallos propiedad de los señores feudales, de la amenaza de salvajes.
En el nuevo mundo hay ejemplos de murallas, llamados fuertes en las colonias británicas para cuidarse del ataque de los nativos salvajes y luego, con el proyecto de expansión, fuertes para ir ganando terreno en tierra de salvajes.
En las colonias españolas se hicieron los fuertes para evitar el ataque de salvajes, ladrones y piratas, muchos de los cuales por cierto, trabajaban para diferentes coronas europeas con el fin de quitar a España un poco del botín que estos se llevaban del nuevo mundo; en el Veracruz amurallado por ejemplo, era motivo de burla que le dijeran a cualquier persona que tenía que correr a la campanada, pues el toque de campana a las 6 de la tarde indicaba que cerraban sus 4 puertas, 3 por tierra y 1 por mar, y la gente de servicio o gente llamada de baja ralea, debía dejar la ciudad para ir a dormir a los caseríos, las californias o donde pudieran fuera de las murallas, para mantener dentro la seguridad de sus respetables ciudadanos.
Con la llegada de la modernidad, con excepción del monstruo producto de la segunda guerra mundial que fue el muro de Berlín construido con distintas, pero no menos bárbaras razones, las murallas habían ido quedando en el olvido, ya no era necesario proteger con altas paredes las ciudades pues el mundo había creado prosperidad para todos y los salvajes, gracias al “progreso”, hacía tiempo habían desaparecido, habían sido “civilizados”, quedando las murallas como símbolos de segregación y desigualdad, y luego aprovechadas como buena fuente de divisas turísticas, en cualquier viaje a las ciudades donde éstas se encuentran, al visitante no debe faltarle la foto o cazar un pokemon en ella, turistas, cuyos antepasados probablemente sufrieron a sus puertas.
Ahora, reaparece la amenaza de “los salvajes”, realmente víctimas del capitalismo, y a los nuevos reinos, como la primera ministra de Inglaterra Theresa May en Calais Francia, al aun candidato Trump en México, sin olvidar que en el caso mexicano ya hay buena parte construida, Israel en Cisjordania, Arabia Saudita con Irak, como a los anteriores reinos, se les ocurre que la mejor solución para contenerlos es crear nuevamente murallas, no se preguntan por qué los salvajes quieren llegar a sus ciudades, no buscan soluciones para disuadirlos de dejar sus salvajes hogares, no se cuestionan si sus políticas, y la explotación humana que éstas generan, tiene algo que ver con esas salvajes migraciones, de nada sirven aviones, automóviles, internet y todos los medios de comunicación que harían posible llevar de manera exprés mejoras a la vida de “los salvajes” en sus lugares de origen, lo mejor como hace más de 2000 años, es hacer murallas.
¿Qué tanto hemos evolucionado? Que cada quien busque su cueva.
Jorge A. Barrientos
100% de acuerdo. Todos los Mexicanos deberían leer tu artículo.