* Una ciudad-Estado en la que su flamante gobernador elige, sin consultarlo ni con la almohada, al xoloescuincle como imagen identitaria, copia fiel de los Xolos de Tijuana, de Jorge Hank, ¿cómo se va a gobernar frente al gobierno federal y la pauperización de la clase media?
Gregorio Ortega Molina
¿Modificará la vida de los habitantes de la Ciudad de México la nueva Constitución? ¿Abrirá espacios para una reforma del poder federal y el camino a la transición pospuesta por intereses partidistas y personales? ¿Defenderá a los habitantes de las torpes medidas anticontaminantes que obligan a esa clase media decadente a vender el vehículo que se esfuerza en conservar? ¿Endurecer las normas de verificación no es atentar contra el libre tránsito? ¿Será audaz el documento, o quedará en un flato?
Hoy, que es día del grito -sólo eso se festeja, pues la independencia está comprometida-, es momento adecuado para reflexionar sobre las aspiraciones de MAM y el nivel de compromiso y perfil ideológico de los que arrastran el lápiz para dar a luz un documento legal, que puede adolecer de idénticas imperfecciones a la Constitución de 1917, tan perfecta, ideal y de difícil observancia, y tan combatida por los prelados y los defensores del proyecto de seguridad regional estadounidense.
Se filtra la información de que dicho documento contiene la oferta legal de revocar en su cargo a los presidentes municipales, pero no al gobernador, lo que equivale, como siempre, a la posibilidad de despedir a los criados -nunca a los patrones- cuando algo sale mal durante la fiesta.
La anomia política de los habitantes de esta ciudad es sorprendente, de allí que con tanta facilidad se den episodios como el de las invasiones de casas habitación y terrenos en las colonias Condesa y Roma; de allí también que proliferen esas grotescas manifestaciones del hartazgo social, en que lo mismo se insulta a esa autoridad primaria y con la que se tiene contacto, que es el policía, que se agreda a los ciclistas, los peatones y los automovilistas se confronten entre ellos, por nada.
La cereza en el pastel es el nivel de abstencionismo en las elecciones vecinales, para que después los que no acudieron a las urnas se quejen de sus representantes, o porque no eligieron el proyecto de mejoramiento urbano que ellos, desde su desidia, consideraron el necesario, el urgente.
Una ciudad-Estado en la que su flamante gobernador elige, sin consultarlo ni con la almohada, al xoloescuincle como imagen identitaria, copia fiel de los Xolos de Tijuana, de Jorge Hank, a quien de esa manera se le abre su regreso a la ciudad de México. Es la oportunidad de tener un inversionista emblemático.
El emblema de la CDMX debió ser la imagen de uno de los penales a los que alberga, pues sin que las autoridades se muevan, desde esos reclusorios se extorsiona a cientos y miles de personas anualmente, porque ese dinero negro tiene, a fin de cuentas, una utilidad política y pública, y por esas mismas razones nadie piensa en que es necesaria, digamos urgente, la revocación de mandato para la cabeza del gobierno. ¿Cómo se va a gobernar frente al gobierno federal y la pauperización de la clase media?
Sin la posibilidad de echarlo del puesto, esta ciudad será como los demás virreinatos.