* Es posible -a los historiadores corresponderá probarlo, o descartar mi apreciación- que José López Portillo, autoproclamado el último presidente de la Revolución, haya procedido como el más absolutista de los que han desempeñado el cargo, en una serie de eventos colindantes con los exhibidos en La Fiesta del Chivo, narrados por Mario Vargas Llosa
Gregorio Ortega Molina
En Crimen de Estado se cuentan algunos aspectos de la manera en que el Estado Mayor Presidencial se “apropia” no sólo de la seguridad del presidente de la República, sino que él y su familia se transforman en rehenes del cargo y de ese selecto grupo de militares.
Pero todo en este mundo puede convertirse en un suceso inevitable. Basta con una lectura atenta a Expediente del atentado, donde Álvaro Uribe describe con detalle el origen y consecuencias del “fallido” intento de asesinar a Porfirio Díaz. Lo que debió ser un asunto policial, se transformó en una de esas tragicomedias mexicanas narradas por José Agustín.
Ese hecho histórico sucedió como consecuencia de los afanes de notoriedad de un jefe policiaco; pero, el presidencialismo metaconstitucional diseñado por Plutarco Elías Calles y perfeccionado por Lázaro Cárdenas, es equiparable a los malos modos y abusos de poder del porfirismo. ¿El trato del presidente de la República a sus subordinados puede ser causa de rencor, intriga y malos procedimientos?
Me dicen, me aseguran que el último presidente de la Revolución fue víctima de espionaje de su propio sistema de seguridad. Aquí hay un punto de quiebre: la obsesión por consignarlo todo, absolutamente todo a la historia.
¿Cómo puede entenderse esa decisión de Richard M. Nixon, de grabar sus conversaciones en el Salón Oval? Esas cintas fueron constituidas en prueba indeleble para el impeachment.
Es posible -y a los historiadores corresponderá probarlo, o descartar mi apreciación- que José López Portillo, autoproclamado el último presidente de la Revolución, haya procedido como el más absolutista de los que han desempeñado el cargo, en una serie de eventos colindantes con los expuestos en La Fiesta del Chivo, narrados por Mario Vargas Llosa.
De otra manera no puede comprenderse la filtración de la fotografía de Rodolfo Guzmán, en la que se ve a “El novato de oro de Los Pinos” salir de la alberca de la casa presidencial y, al mismo tiempo, ser fotografiado enseñando las nalgas.
¿Dónde esconderse para hacer sus propias fiestas del chivo? Mientras se desempeñó como secretario de Hacienda hizo uso del lujoso departamento de soltero de Rodolfo Landeros; durante la campaña, todo se desarrolló a ojos de la sociedad, y lo que eran suposiciones quedó ratificado con los nombramientos hechos y las canonjías concedidas.
Pero es posible que JLP quisiera más, y por eso se hicieron fotografías íntimas de sus viajes por mar con Rosa Luz Alegría en el cañonero Guanajuato, de la Armada de México. Me aseguran que esas imágenes existen.
También me dicen que por comportamientos como el del último presidente de la Revolución, es que el presidencialismo mexicano se agotó.