Contrariedad, eso es posiblemente la sensación que provoca en mi mente escuchar y leer referencias sobre las marchas en pro de la familia y en contra de los matrimonios igualitarios.
La familia es, ampliamente reconocido, la célula de la sociedad, y su bienestar, dicen los que saben, es el bienestar social. Se omite hacer énfasis, por razones más claras que el agua purificada y embotellada, que tal bienestar es un derecho responsabilidad del estado, y aún cuando esta definición es parte de la declaración de los derechos universales del hombre, no es muy apreciada, por tanto se prefieren conceptos más ortodoxos que dejan excluido a más de uno y océanos de preguntas sin respuesta, como la más reciente opinión de Francisco Bergolio en visita a Georgia y en apoyo al matrimonio y la familia declarando que “Hoy en día, existe una guerra mundial para destruir el matrimonio. Pero no con las armas, sino con las ideas y tenemos que defendernos de la colonización ideológica que destruye”… ¡Caramba como han cambiado las percepciones en 500 años!
Evidentemente no todos tienen un familia como la familia que fervorosamente promueven los ideales católicos, recalcitrantemente conservadores e influyentes de México, apoyados desde luego por una conciencia clerical que emana, por supuesto, de la misma voluntad divina (aunque siempre parece supurar de otras fuentes más profanas).
Mi madre, que es fuente de rebeldía incesante, valor y ejemplo admirable de que la edad es más, mucho más que solo achaques, canas, arrugas y recuerdos, me provocó un pensamiento más claro sobre el significado de la familia para la cremocracia.
Por lo regular las malas definiciones y valoraciones dependen de un punto de vista siempre conveniente, al margen de otras consideraciones que se adulteran u omiten, así los conceptos de familia y matrimonio se implican en una serie de normas anquilosadas por un estancamiento del pensamiento social, pero sobre todo pueril y de ventajoso manejo.
Obvia es la importancia de la familia, del individuo, de la sociedad y del sentido gregario del ser humano, pero desviar la mirada o peor aún condenar singularidades que alteran la supuesta regularidad del acontecer humano es como encabronarse y salir con antorchas, hachas y palos para asesinar al bebé con labio leporino que nació durante un eclipse.
Y es que solo basta dar una mirada a nuestro derredor para dar cuenta de lo que la familia y principalmente el ciudadano común significan prácticamente ¡para el gobierno, el estado, la oligarquía, la casta dorada, para los gerifaltes del sistema neoliberal moderno y para los representantes de Dios en la tierra! siempre lo mismo, es decir un recurso renovable, casi infinito y muy beneficioso… somos el cultivo perfecto.
Seguir creyendo que para la casta dorada somos algo más que semientes y un recurso aprovechable, es estulticia diáfana, y en la cúpula de la crápulocracia (término que hasta el momento parece me inventé, formado por crapûla; de vida licenciosa, sin honradez ni principios y kratia; cualidad de poder) son perfectamente conscientes de ello.
Actualmente el bienestar del individuo se procura por esfuerzo e iniciativa propios, característica básica del capitalismo moderno (cada quien rásquese con uñas propias), el cobijo, protección y necesidades afectivas son cubiertas según las posibilidades de cada quien, ¿familia? ¿cuál familia puede considerarse exenta del desgarre social que padecemos a diario? y es que la cohesión familiar no se obtiene, lamentablemente para demagogos, ni en el púlpito ni en la tribuna, a base de discursos y muchísimo aire caliente, la familia se sostiene y perdura a base de cariño, historia, solidaridad, consciencia, respeto, costumbres, educación, empatía, esfuerzo, gratitud, motivación, admiración, unión y ejemplo.
¿Acaso 65 millones de mexicanos en la línea de pobreza pueden presumir de disfrutar factores de cohesión familiar emanados del estado?¿en verdad los gobiernos cumplen su cometido primordial al dispensar bienestar a las familias?..
No hablemos, por esta ocasión, de los 43 desaparecidos y sus familias, de los 49 bebés de la guardería ABC y sus familias y las centenas de miles de muertos y asesinados, con el evidente quebranto de sus familiares, en la lucha contra el crimen organizado, tampoco hablemos de la preocupación de la “opinión” pública e institucional por el futuro de 11 millones de migrantes ilegales que trabajan en USA (de quienes curiosamente depende la economía de la nación), migrantes todos con familias heridas por la distancia, la ausencia y la incertidumbre.
Basta recordar algo más local, más mundano como el reciente y terrible desenlace de una pequeña familia residente en una casita de interés social en Tlajomulco, Jalisco, madre y 2 hijos, que perdieron la vida, en la desesperación por un empleo mal remunerado y deudas, en un lance lamentable de suicidio, o el registro de que cada semana hay 118 nacimientos entre mujeres adolescentes de entre 10 a 14 años y 7,050 nacimientos entre mujeres de entre 15 a 19 años, como lo indica el Colegio Mexicano de Especialistas en Ginecología y Obstetricia.
La curia romana se preocupa mucho por la familia pero no parece aterrizar su discurso más allá de lo políticamente conveniente (como ha sido exitosa costumbre por casi 2 milenios), y el estado se encuentra laboriosamente abstraído en proteger y procurar bienestar a las familias de un grupo selecto e influyente de la sociedad en lugar de dispensar tal “gracia” a la sociedad entera.
Más parece que la condena no es por la familia y su institución, parece ser un sencillo entramado condicionado a señalar y castigar a quienes se salen del redil.
Y como dice una frase vulgar “cada quien haga con su culito lo que le plazca” complementada con “el respeto al derecho ajeno es la paz”, me parece muy estúpida la pretensión de una parte de la sociedad al esgrimir dictados unívocos de quienes diariamente les procuran migajas, terror, injusticia, discriminación, pobreza, sumisión, fanatismo, ignorancia y hasta los 4 jinetes del Apocalipsis aparejados como avance del próximo estreno.
La familia no es la que toca (¡qué más quisieran algunos encaminadores de almas y conciencias!), es la que ponderas, y cada quien tiene derecho a buscar según su propio criterio mejorar, cambiar, adicionar o excluir dentro de su entorno familiar a factores determinados siempre en el marco del bienestar y consciencia social, de ahí surgen frases como “de la familia y el sol entre más lejos mejor”
Por que verdaderamente hay familias que ¡entre más lejos, mejor!…
Aprovecho este valioso espacio dispensado amablemente por Índice político para dar gracias a la confianza y reconocimiento de su titular Don Francisco Rodriguez quien con su amistad honra a un servidor.
-Victor Roccas