Miedo, temor, reacción inmediata a todo aquello que es desconocido y amenaza la integridad de un individuo, en la mayoría de los seres vivos este mecanismo dispara la huída, la evasión y en algunos casos la franca agresión como defensa.
El ser humano ha edificado todo un entramado de condicionantes hacia eso que entendemos como miedo, no solo nuestros mecanismos ante el miedo son los mismos en esencia que los de otros seres vivos sino que ayudados por nuestro “razonamiento” la respuesta además se ha complementado con una aura de protección que llamamos o entendemos como fe.
Así es, la fe en algo insustancial nos ayuda en muchos casos al afrontar situaciones de peligro con mayor entereza, control y osadía. La esperanza en que una protección divina nos cobija ha sido un recurso indispensable para la evolución de las sociedades. Pero en sentido estricto y sin apasionamiento esta creencia es solo eso, creencia, fe en la existencia de una o varias divinidades (politeísmo) que, con una evolución condicionada por el miedo, no solo han sido motivo de impulso humano sino también han sido justificantes de atrocidades, deleznables episodios en la historia de la humanidad y desde luego oscurantismo..
¿En que momento histórico las divinidades no solo fueron fuente de temeridad y fortaleza sino también (en una ironía en su concepción) fuente de nuevos temores, más profundos y más complejos e indiscutiblemente un control más eficiente de los creadores de tales deidades?..
Ya no eran solo los miedos primigenios los que agobiaban al ser humano sino una andanada de divinidades oscuras, vengativas, malignas y arrogantes que complementaban todo un nuevo catálogo de temores.
Así hemos llegado a ser rehenes no solo de miedos básicos sino también rehenes de terrores complejos que nosotros mismos hemos inventado y generado en la ignorancia. De tal modo una serie de divinidades son responsables de los males que aquejan al hombre así como otras son el refugio ante amenazas reales o imaginarias.
La existencia o no de un Dios es irrelevante en esta disertación, lo importante es la concepción de tales divinidades que en su momento han sido hábilmente aprovechadas y manipuladas por individuos que las usaron y usan en beneficio propio para saciar ambiciones personales. Esta evolución ha llegado a nuestro tiempo en forma de monoteísmo, y sin querer abundar en conceptos teológicos hoy día el sistema de creencias es una parte fundamental de las sociedades modernas donde sigue imperando mediante el miedo.
Históricamente hemos transitado un largo trecho desde la veneración a la madre tierra o madre de todo hasta las complejidades de religiones actuales y el temor ha sido compañero generoso de todas ellas en su concepción. Hoy día y específicamente en las religiones judeocristianas no solo la creencia y fe arropan y condicionan nuestra concepción de alma y espiritualidad sino también juzgan y castigan su diligencia. Y aun cuando las evidencias de tal beneficio o castigo sobrenatural han sido generadoras de controversia su influencia parece actuar en la mente y ánimo de quienes así desean creer en estas mismas creencias que, insisto, conllevan un alto grado de miedo, incertidumbre y oscurantismo, por no hablar ya de los mecanismos de salvación y condicionantes que dichas religiones ponen a “consideración” de sus adeptos extraviados o indecisos.
Las creencias y fe han pasado a ser de un ejercicio de reconocimiento de nuestro entorno y respeto por lo que no entendemos a una serie de preceptos religiosos que dirigen la moral y disciplina de sociedades enteras blandiendo el temor a Dios, en sustitución del conocimiento su búsqueda y difusión.
Por ello creo, en lo personal desde luego, que la fe entendida como esperanza es hoy día el mayor lastre para la recuperación de una sociedad más equitativa y justa, la fe y/o esperanza nos alejan de la consciencia, son una distracción de lo evidente y de la realidad, esta bien, supongo, tener fe en algo que sustente y motive nuestro deseo de superación espiritual, pero lamentablemente la mayoría de las personas ya no comparten ese tipo de fe, la fe se ha convertido en (o tal vez siempre ha sido) ambición. Y la creencia en un ser superior que quita y procura según el esmero al cumplir sus exigencias o (mejor dicho) las de quienes enarbolan tales demandas han corrompido en numerosos casos el sentido de la fe convirtiéndole en una especie de mercado cuya divisa es el temor a Dios, excluyendo totalmente la consciencia de nuestro entorno.
Nos han inculcado una nueva serie de miedos, temores, terrores que solo podemos enfrentar con la fe y las creencias que así mismo han creado tales peligros, pareciera incluso un ejercicio de oferta y demanda “ofertamos nuevos miedos y la demanda de fe aumentará y con ello la creencia en nuestro producto”.
Y es por ello, tal vez solo por eso, que tenemos miedo de lo que Dios nos quitará si no somos sumisos feligreses y adeptos de un rebaño que enaltece sobre todo la fe y la esperanza en una salvación.
Nos falta girar la mirada al suelo y no a los cielos, tener más consciencia que fe y creer más en nuestra realidad que en una ilusión paradisiaca.
Y si un Dios solo sirve para agradecer y venerar ¿por qué no servirá para culpar, responsabilizar o negarle fervor?, de otro modo es como ha sido para muchos, un concepto más temible que amado.
Finalizando, el temor a Dios en sustitución al temor a la realidad ha sido una causa más de nuestra ignorancia e inconsciencia.
-Victor Roccas