* El problema es que en todas las organizaciones políticas hay tramas similares y operadores dispuestos a jugársela con tal de juntar dinero; todo indica que Ricardo Monreal empezó pronto a hacer su cochinito para la campaña por la gubernatura de la Ciudad de México
Gregorio Ortega Molina
Conocí a Ricardo Monreal cuando todavía se ufanaba de ser priista, aunque dolido porque intuyó, supo o le avisaron que lo harían a un lado en la candidatura para gobernar Zacatecas. “Si no me la dan, renuncio, me voy”, advirtió a los pocos periodistas que conversamos con él en esa ocasión.
Lo recuerdo con claridad. Fue Jorge Meléndez Preciado quien convocó a la comida en un salón privado del comedor del Sevilla Palace. Ya llovió, pero no olvido que para él era un punto de orgullo vestir bien, y caro.
Después hemos visto algo de lo que se sabe, pero de lo que nunca queda constancia. Monreal se fue del PRI y ganó la gubernatura de Zacatecas. René Bejarano se deja filmar llenándose las bolsas de dinero mal habido. Otra vez Ricardo Monreal, ahora ha de buscar el amparo de la PGR porque unos narcos lo traen en la mira, nunca se aclaró el tema ni se dijo si fue un equívoco.
Gobernar la todavía delegación Cuauhtémoc es muy distinto a mangonear en Zacatecas. En una entidad federativa, con la alternancia y desde 1997, el gobernador es rey. Aquí, en lo que es el Centro Histórico, las colonias donde se concentran restaurantes, teatros, centros nocturnos, hoteles y, además, toda clase de antros donde se satisfacen las necesidades más exigentes, legales o no, es un poquitín más difícil que hacer, en la soledad del despacho, remembranzas de la batalla de Zacatecas, o escuchar la marcha, sin hartarse.
Ahora resulta que a Pedro Pablo de Antuñano, su dedo chiquito en asuntos jurídicos en la oficina que él dice gobernar, fue pescado con la lana en las manos, nada menos que 600 mil pesos en efectivo, lo que significa, al menos, 600 billetes de a mil, 1,200 de 500 pesos, tres mil de 200 pesotes, seis mil de 100 pesos y 12 mil de 50 pesos, volumen manejable, pero en el cargo que desempeñó y en efectivo, resulta inexplicable cargar con ellos, como le sucedió a Arturo Escobar, o al enviado de Javier Duarte de Ochoa, al que se le cayó la avioneta con un chorro de millones, en efectivo, y nadie pudo aclarar su destino.
El problema es que en todas las organizaciones políticas hay tramas similares y operadores dispuestos a jugársela con tal de ganarse una lana; todo indica que Ricardo Monreal empezó pronto a hacer su cochinito para la campaña por la gubernatura de la Ciudad de México.