MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN
Una vez que el diario El Universal ha cumplido su primer centenario de vida y el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana pierde membresía en silente complicidad de su líder, el senador Carlos Romero Deschamps, o los servicios en el IMSS y, en general, en el sistema nacional de salud sigan en el riel del voluntarismo de sus trabajadores, como ocurre en la inmensidad de la administración pública, en el Senado ha comenzado la discusión en torno de reformas al artículo 123 constitucional. ¿Y?
Viene a colación la referencia de los festejos en el El Universal porque se ha cumplido el principal objetivo de Juan Francisco Ealy Ortiz cuando asumió la dirección general del diario, en aquellos difíciles días, en términos financieros, de acabar con los sindicatos que prácticamente controlaban al periódico.
Y es que, quizá usted no lo recuerde o no lo sepa, pero en El Universal existía lo mismo la Unión de Trabajadores de Periódicos que un singular Sindicato de Trabajadores de Confianza, o el de Linotipistas y, el más antiguo que nació como fraternidad a la par que el periódico vio la luz en 1916, el Sindicato Nacional de Redactores de la Prensa (SNRP).
Piano piano, Ealy acabó con los sindicatos y organizaciones gremiales que tenían contrato colectivo firmado y, por ende, a salvo los derechos y prestaciones de sus agremiados. No recuerdo que alguno de sus dirigentes se haya enriquecido en el cargo. Por supuesto, tenían buen nivel de vida mas no los lujos ni siquiera por asomo de personajes como Joaquín Gamboa Pascoe, de insultante riqueza amasada sin dar mayor golpe.
Las condiciones en que se dio golpe al SNRP y se le despojó del contrato colectivo, con anuencia del entonces secretario de Gobernación, Manuel Bartlett Díaz, son tema de larga crónica de engaños y desencuentros que echaron en brazos de un “Sindicato Progresista Justo Sierra de Servicios”, al destino de los trabajadores –reporteros, fotógrafos y trabajadores de redacción—que no fueron liquidados.
¿Era improductivo el SNRP? Al contrario, quienes en aquellos días éramos titulares de fuentes de información acarreábamos importantes cantidades de dinero al diario vía publicidad y el diario, en consonancia, respondía a un contrato colectivo con todas las de la ley. Si hubo amagos de huelga, éstos fueron los elementales previstos en cualquier Contrato Colectivo de Trabajo.
El diario estuvo bien posicionado y su básico competidor, Excélsior, era una cooperativa que caminaba como reloj. Pero, bueno, a éste le dieron golpe desde la Presidencia de la República y, al sindicato de El Universal desde la Secretaría de Gobernación como alcahuete de una operación trazada en compra de conciencias. Quienes no fueron liquidados, se quedaron sin las prestaciones de las que gozaron por años que llegaron a incluir salarios bien pagados y hasta la disposición de contar con intercambios de ropa, muebles y enseres del hogar a precios de mayoreo. Ni hablar.
Desconozco las condiciones de trabajo en El Universal de estos días, pero imagino deben ser de las mejores porque no he escuchado que reportero alguno se queje. Bien por los colegas que hacen un buen periódico. ¿Sería lo mismo con el SNRP? De acuerdo con la dinámica de aquellos años, mediados de los 80, no lo dudo; todos los compañeros tenían bien puesta la camiseta y eran reporteros de primera y primera plana.
Viene a colación el tema de El Universal no como queja, reproche o malsana crítica a la que fue mi casa por una década. Tomo la referencia por lo que ocurre con los sindicatos de este milenio, el sindicalismo que se práctica, sobre todo este que se vistió de izquierda y se llamó independiente, incluido el de los trabajadores al servicio del Estado, cuya tarea contestataria no comulga en los hechos con su ejercicio laboral.
Ha sido esta creciente burocracia la que llevó a perder la vocación de servicio que hubo entre los servidores públicos de cualquier dependencia. Por supuesto, siempre ha habido el negro en el arroz, pero en el caso de los servicios públicos y de salud, lo extraordinario es encontrar a trabajadores que no se escudan en supuestos derechos para dar mal servicio.
Burócrata es sinónimo de flojo y valemadrista en sus labores, ausencia de espíritu de trabajo y, peor, cobijado bajo el amparo de los dirigentes seccionales o estatales o nacionales, a quienes sirven con el voto y el apoyo servil.
En este tenor, el pleno del Senado de la República dio –ayer jueves–primera lectura al dictamen de reformas al artículo 123 constitucional, en el que se añadió una condicionante para que los sindicatos comprueben que son mayoría antes de poder emplazar a huelga.
Por supuesto, la condicionante hirió loa sentimientos democráticos de la oposición senatorial de izquierda y, elemental y obligado, de los legisladores del sector laboral.
Es seguro, empero, que ese cambio sea echado del dictamen. El senador priista y ex gobernador de Querétaro, Enrique Burgos, admitió que el agregado a la reforma en materia de Justicia Cotidiana Laboral, fue a propuesta de empresarios y, aún más, el PAN la presentó.
Claro, el senador Armando Neyra Chávez, sempiterno dirigente de los trabajadores de la industria refresquera, dijo que el Congreso del Trabajo se declaró en sesión permanente y no dará un paso atrás en la exigencia de eliminar ese cambio.
Hace muchos, pero muchos años que Neyra no da golpe en un trabajo. Es líder y con ese valor agregado ha negociado cargos en el Congreso de la Unión y en el del Estado de México. Sólo sirve para pastorear y vender contratos, aunque sostuvo que, en general, la propuesta es positiva porque se termina con los contratos de protección.
Lo cierto es que los líderes tienen la culpa de que sus agremiados encabecen la lista de los servidores públicos peor calificados. Ahí, es un secreto a voces, comienza la corrupción. ¿Quiere ser de los primeros en ser atendido? ¡Póngase en medio con el empleado de la ventanilla.
¿Sería sano terminar con los sindicatos y los sindicalizados que atrofian la tarea pública? La respuesta puede tenerla Juan Francisco Ealy Ortiz. Se echó al plato a todos los sindicatos que, hasta hace 30 años tuvo El Universal y, como Juan El Caminante, sigue tan campante. Conste.
VIERNES. Sin mencionar a los responsable de haber instruido, el viernes de la semana pasada, el aterrizaje de un helicóptero en una zona protegida próxima al arrecife Alacranes, en la costa yucateca, la Secretaría de Comunicaciones y Trasportes (SCT) informó que sancionará económicamente a la empresa propietaria de la aeronave y al piloto. Lo mismo hará la Profepa. Una multa millonaria. Y, hasta ayer la empresa Heliservicio, S.A. de C.V, operadora de la aeronave Bell modelo 412EP, no había respingado; mucho menos el piloto. ¿Será porque empresa y piloto tienen un patrón a modo que se llama Emilio Gamboa Patrón? ¡No lo dudo, pa-pá! Digo.
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No sé por qué estos “prohombres” como Gamboa Patrón andan aterrizando en arrecifes, ¡ carajo !, ¿ que no tenía otro lugar donde aterrizar ? Tal parece que les gusta; que digo les gusta, les encanta, ponerle una mancha más al tigre. De por sí la reputación que arrastran consigo no es la más ejemplar que digamos…