“Cuanto más corrupto es el estado, más leyes tiene.”
-Tácito
No se puede, no se permite, no entrar, no subir, no pasar, no hablar, no hacer esto no hacer aquello, no molestar, no, no, no…¡no!
La semana pasada di cuenta nuevamente de esto, en un junta de padres de familia en la escuela de bachilleres de mi hija ¿el motivo? la entrega de calificaciones del primer parcial, recibirlo fue como siempre una satisfacción para mi.
La inquietud de mostrar a mi hija mi reconocimiento y de paso conocer su salón me llevó a encaminarme a donde ella me había indicado toma sus clases.
Pero ¡oh sorpresa! la incongruencia sometió a la subdirectora quien se había plantado en el centro del pequeño patio principal (atestado de alumnos y padres que deambulaban en todos sentidos) para esgrimir la prohibición a todo padre de ingresar más allá de una línea invisible pero insalvable y alertándome ¡no se puede pasar!..
Por un breve momento pensé en cuestionar a la maestra, pero seguramente tales restricciones serían justificadas, como siempre, por las normas de orden o seguridad y anticipando un diálogo entre sordos preferí retirarme y evitar mayor conflicto, al fin y al cabo mi día estaba pletórico de orgullo y admiración por mi hija.
Al parecer en este país todo esta prohibido por razones muy por encima del marchito entendimiento de los mexicanos, como siempre digo, nos educan, forman como estúpidos y nos tratan como tales, por ello todo esta prohibido.
¡No se puede pasar!, como otras tantas frases prohibitivas, además de ser una frase perentoria, agresiva y absolutista enmarca la decadente opinión que cualquier autoridad tiene del mexicano promedio, no hay mayores explicaciones sólo se requiere sumisión y se exige obediencia.
Porque las prohibiciones son parte de las normas, son la parte que limita y condiciona al individuo, por ello su aplicación en áreas institucionales y públicas debería establecerse primero como un elemento de entendimiento y reconocimiento entre servidores públicos y ciudadanos, pero también en el reconocimiento propio y valoración empática, de ahí la importancia de la educación y la cultura.
Esto se presta a una segunda consideración, en México ¡el que tiene más saliva, traga más pinole! y ello se demuestra por ejemplo en cualquier escuela, maestros llegando retrasados a clase cuando a los alumnos se les exige puntualidad o prohibe la entrada, maestros interrumpiendo a otros docentes entretanto a los alumnos se les prohibe distraerse en clase, maestros usando como mandaderos a cualquier alumno mientras se prohibe a otros interrumpir cátedra, maestros que reciben avisos por celular y mantienen “importantísimas ” conversaciones en las redes sociales durante la clase entretanto a los alumnos se les prohibe tener celulares en el salón, maestros que hablan pero no escuchan, padres que estamos sujetos a una prohibición para acceder a nuestros hijos en su horario y ambiente escolar pero total libertad de paso, cual salvoconducto, a “autoridades” del gremio, representante del sindicato, o visitantes “especiales” para acceder libremente a las áreas de trabajo previa genuflexión de sus pares.
Sólo en este ejemplo mundano se puede ejemplificar el uso de la prohibición por su sola razón etimológica y como el único medio que autoridades viciadas encuentran para controlarlo todo, porque repito, el concepto de prohibición no está aparejado con empatía y consciencia.
Las autoridades deberían al menos, como la frase reza, “predicar con el ejemplo” pero no pueden y sólo evidencian las carencias de su propia formación y su disposición a la corrupción.
Por todo lo anterior se deduce que el excesivo uso de “prohibición” abona a la arrogante prepotencia de la estructura autoritaria y corrupta que rige en México.
Y seamos sinceros, a muchos les da güeva pensar, es más cómodo que les digan que hacer y que no hacer, prefieren pastar entre la descomposición social; semejante inconsciencia es consecuencia de una educación marginal y el detrimento cultural.
Porque un país prohibido alberga siempre un estado corrupto.
Victor Roccas.