Javier Peñalosa Castro
A contracorriente de lo que ha repetido hasta la náusea desde que se perfilaba como candidato a la Presidencia, Enrique Peña Nieto advirtió recientemente que 2017 sería un mal año en lo económico. Y ello puede resultar enormemente preocupante, si recordamos que en el corto, pero especialmente en el mediano plazo, se empezarían a notar los resultados de las tan cacareadas “reformas estructurales”, las cuales en 20 años catapultarían al País para situarse en el llamado Primer Mundo, con una economía que envidiarían las potencias europeas, gracias al desmantelamiento y concesión de lo que quedaba del patrimonio nacional, y de manera especial en el sector energético.
Así, tras el cierre de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro y el despido de todos sus trabajadores en tiempos del mínimo Felipe Calderón, siguió la asignación de concesiones petroleras de todo tipo, a nacionales y extranjeros, la privatización de la Comisión Federal de Electricidad y, en suma, la abdicación del Estado al control estratégico de las fuentes de energía, que hace mucho más vulnerable a la nación.
La razón de mayor peso que se esgrimió fue que con estas “reformas” México dejaría la dependencia del petróleo, se abaratarían precios y servicios para los usuarios, y todo ello redundaría en beneficio de la economía.
Sin embargo, el desplome en los precios del crudo, propiciado en buena medida por los supuestos aliados de Peña, deja al descubierto que el gobierno depende hoy más que nunca de los ingresos petroleros y, lo peor de todo, que esos ingresos no dan para mantener a flote a nuestra economía, así sea de manera precaria.
Por otro lado, llama la atención una muestra más de la esquizofrenia que caracteriza a quienes manejan las finanzas públicas, en cuyo marco el Banco de México contradice a Peña y sostiene que los precios del petróleo repuntarán en 2017, al tiempo que advierte que dicho repunte desatará alzas de precios en diversos bienes y servicios.
Total… lo único claro es que, suba o baje el precio del petróleo, 2017 pinta peor que este año, que poco o nada tuvo de bueno en materia económica.
Roban y dilapidan y la riqueza de los mexicanos
La verdad es que, si bien el saqueo de la riqueza petrolera no es nuevo, se han dejado pasar varias oportunidades de utilizarla como palanca para el crecimiento sano de la economía, y que, lo mismo con precios récord a la baja que a la alza, el petróleo sólo ha servido para dar recursos al presupuesto de egresos del gobierno y para el enriquecimiento escandaloso de políticos, empresarios que medran a su amparo y, en complicidad con éstos, dirigentes sindicales y criminales especializados en la “ordeña” de hidrocarburos de los ductos que los trasladan, a ciencia y paciencia de autoridades municipales, estatales, federales y policías de todos los ámbitos.
Cada día cobra más sentido la referencia en la Suave Patria de López Velarde (“El niño Dios te escrituró un establo / Y los veneros de petróleo el diablo”…) a la naturaleza de este recurso, que se ha dilapidado casi hasta agotarlo, pese a que, para la nacionalización, el pueblo aportó sus escasas joyas y su magro presupuesto), y que ha traído mucho más males que bienes a los mexicanos.
Durante la docena trágica (los sexenios de Fox y Calderón), el precio del petróleo llegó a máximos históricos, pero este ingreso sólo sirvió para inflar las nóminas de la alta burocracia, así como para alimentar las corruptelas de familiares y cómplices del “Alto Vacío” y del ilegítimo Felipe Calderón. En el caso de este último, el latrocinio alcanzó grados de escándalo durante los festejos del centenario del inicio de la Revolución Mexicana y de la Guerra de Independencia.
Ante el desplome de los precios del crudo, el grupo que actualmente dice gobernar al País optó por el endeudamiento indiscriminado y la sustracción directa de los recursos obtenidos por esta vía.
Por supuesto, cuando sus socios internacionales dan la voz de alarma por la ineficiencia del dizque gobierno y el deterioro de las finanzas públicas, se opta por sacrificar el gasto social para mantener las fuentes más ostensibles de corrupción, que son las obras faraónicas y otras concesiones a empresarios improvisados, que en lo que sí tienen doctorado es en la capacidad de otorgar “moches”, fungir como prestanombres y corresponder generosamente a sus “benefactores”.
Hay que escuchar a Mujica
La semana que termina estuvo en México el expresidente uruguayo José Mujica, ex guerrillero y preso político de la dictadura militar, quien se distinguió por encabezar un gobierno honesto, austero e inteligente.
Mujica, quien no dejó de usar su antiguo vocho y jamás se alejó de su humilde rancho advierte, por una parte, que para terminar con la corrupción y lograr un verdadero cambio, debe empezarse por la cabeza; y por otra, que una izquierda dividida no tiene la menor posibilidad de llegar al poder en 2018.
Tal vez debamos escuchar la voz de la experiencia y seguir su consejo de iniciar un proceso de reunificación de la izquierda, como se hizo en 1988 para impulsar la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas, y postular a un líder honesto, con fuertes convicciones y altos valores cívicos.