Francisco Gómez Maza
• EU: ganaron el consumo y el desperdicio
• Seguirán echando a la basura la comida
El triunfo de Trump en las elecciones del padrino del imperio da mucho qué pensar, reflexionar, decir. Es el triunfo del Leviatán del fascismo y me atrevería a asegurar que del neonazismo, tan de moda actualmente en el hemisferio occidental que curiosamente se entremezcla con la popularidad del marxismo entre los economistas de la globalizada tribu de los milenials. Pero a la Unión Europea la tienen cogida de la cola.
No ganó realmente el personaje, tan desparpajado, ligero, irresponsable, sinvergüenza, cara de perverso, que se presentó ante los electores (pero a los gringuitos les gustó y ni hablar; se estarán arrepintiendo muy pronto). La diferencia es que el de México si engañó a todo el mundo, principalmente a las muchachitas toluqueñas, porque se presentó copetón, guapito, chiquito, pequeñito con una juvenil simpatía entre las mujeres. Y ganó gracias a Gigante y a Monex. Y ganó la presidencia tutelado por aquel innombrable que besó al diablo.
Si hubiera ganado Hillary Clinton no habría mucha diferencia. Pero como lo advertí en la pasada sesión de pensamientos y palabras escritas, ahora le tocaba – por los siguientes ocho años – a los republicanos vivir, dormir, echar relajo en la Casa Blanca – ¿habrá becarias en este periodo presidencial? – que para eso se hizo el billete grande y Donald siempre ha nadado en dinero emulando a aquel Rico Mac Pato del multimillonario Walt Disney, y hacerse del mundo, o de quienes se dejen (a México lo tiene seguro; a sus gobernantes les encanta ser cola de león, que yo preferiría ser cabeza de ratón.) No estoy seguro de que pueda manipular a los rusos y a los chinos. Esos se cuecen aparte. Es más Estados Unidos le debe al Dragón miles de millones (trillones) de dólares y por ello los chinos le tienen prensada la cola a los gringuitos.
Por lo que se refiere a los pueblos, pareciera que a la gente le gusta, le encanta que la jodan. Así es este mundo matraca. El destino de los humanos es ser servidores, del servicio doméstico, de las clases dominantes. Lo vemos en México, donde más de la mitad, infinitamente más de la mitad (sólo el 10 por ciento se ha adueñado de los grandes medios de producción y es decir mucho), es pobre.
Y está dispuesta a dar la vida por una vida mejor que la que sobrevive. Me van a decir que miento, pero sólo dense una asomada a los alrededores del mercado de San Ciprián, en los alrededores de la Merced y comprobarán la pobreza, la miseria humana, de gente encadenada a la suciedad y a lo horroroso al estilo de Jodorowsky.
Y volviendo a elecciones de “gobernantes” que en realidad tendrían que ser empleados del pueblo, porque es el pueblo el que manda en una democracia – eso dicen los filósofos occidentales desde tiempos de Sócrates – y es al pueblo al que tienen que obedecer. Mentira. Patrañas. El gobernante es señor, amo, dueño de vidas y haciendas.
Y viene al caso el trillado adagio que dice que Los pueblos tienen el gobierno que se merecen. Es cierto. Los estadounidenses, en general, salvo muy honrosas excepciones, son conservadores, reaccionarios, fundamentalistas, de extrema derecha, racistas, excluyentes, neonazis, del KuKuxKlán.
Exactamente como los mexicanos. No nos hagamos tontos. Somos un pueblo de idiotas. Votamos por los ladrones. Es más. Nos gusta votar por ellos. Y muchos damos nuestro voto por un plato de frijoles. El dicho dice por un plato de lentejas, pero casi no comemos esa leguminosa. ¡Imagínen!
Pero ya se me acabaron las cuartillas y ustedes, amabilísimos lectores, si no aguantan leer los 140 caracteres del Twitter, menos van a echarse tres o cuatro cuartillas del remoto pasado. Hasta el lunes venidero. Que pasen un increíble fin de semana.
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