Estos últimos días la palabra soberanía se ha escuchado con acalorado desenfreno y muy laxa convicción. El significado etimológico de la palabra soberanía lo encontramos en el latín “supeanus” que refiere algo o alguien que tiene autoridad sobre todos. En este caso particular el ejercicio de la autoridad la ejerce el estado.
En México, la llamada soberanía supuestamente emana del pueblo mediante su voluntad ejercida en su participación, esencialmente esa voluntad se transmite mediante el voto, ¿da cuenta el lector de la primera flaqueza de nuestra supuesta soberanía?
Nuestra participación como ciudadanos ha sido continuamente acotada por diversos factores, todos ellos perfectamente identificables, y en constante incremento, desde un adoctrinamiento supino hasta la flagrante ignorancia que socava la consciencia social.
Nadie puede decir que la soberanía, como tal, se ejerce como lo demanda la constitución, como tampoco se puede aseverar que el ejercicio de los tres poderes y su pretendida separación son verdad. Cada uno de estos se sujeta a un poder mayor, el poder de la conveniencia que el dinero lubrica y alimenta.
En México es inocultable como se han minado no sólo la credibilidad del gobierno sino el sentido ético de la misma sociedad, la ambición ha dinamitado la soberanía desde su base, la autoridad del pueblo, esta ha pasado a otras manos, las manos de la oligarquía mexicana y ella se sujeta, a su vez, a otros intereses que por supuesto repelen el bienestar social.
Otras definiciones complementan el concepto de soberanía con el ejercido político, pero ya hace muchísimo tiempo los políticos actúan por conveniencia y ya no por convicción, recién con las elecciones en USA, acabamos de atestiguar excelsas muestras de lo que soberanía significa para los políticos en México, y no me refiero a una supuesta invitación que realmente fue una “visita” impuesta, sino a la propaganda electoral extranjera enarbolada por miserables cabilderos habilitados de políticos en la sede del senado, me refiero a un expresidente haciendo el ridículo diplomático al espetar estupideces a un candidato para recular ante un mismo presidente electo, me refiero a una asamblea legislativa declarando persona non grata al candidato, para claudicar cobardemente ante un ya presidente.
Sólo por todo lo anterior parece un absurdo hablar de soberanía mexicana, ¿cuál soberanía? dependemos prácticamente en todo de entes ajenos al bienestar social, no tenemos autosuficiencia alimentaria, las importaciones de alimentos superan las exportaciones ($76,000 millones de dólares en exportaciones agro-alimentarias, contra $86,000 millones de dólares en importaciones del mismo rubro en 2015), por ende no tenemos soberanía.
No contamos con autosuficiencia energética, la otrora producción petrolera fue, como menciona Francisco Rodriguez en su columna, mítica y dilapidada en prestamos que abonaron a la riqueza de la casta dorada y hoy constituyen una deuda impagable para el resto del pueblo, ni mencionar la autosuficiencia financiera, con ¡10 billones de pesos! e intereses generándose, ya no hay con que cubrir ni un centavo más, excepto con la eternidad.
Y si alguien quiere hablar de autosuficiencia industrial el panorama es desolador, no tenemos ni al menos nuevas tecnologías en desarrollo, mucho menos de punta, bien apoyadas, patrocinadas por el gobierno para el beneficio social, la investigación se sujeta a unas pocas instituciones públicas que emergen con esfuerzo pero honrosamente ante los mejores institutos de investigación privados.
Dependemos de los esforzados migrantes que con sus remesas defienden la precaria sustentabilidad de este menguado país, entre tanto unos cuantos patrioteros gozan hasta el último beneficio del remate grosero de una nación entera.
Culturalmente dependemos del consumismo importado por una sociedad enajenada, hedonista, frívola que nos dicta desde como nacer hasta como morir. Dependemos de modelos de comportamiento hipersexualizados, retrógrados, vulgares, falaces, que infiltran la educación y costumbres.
Dependemos del reconocimiento de extranjeros ante nuestras maravillosas flora, fauna, cultura, historia y costumbres para medrar y destruir semejante paraíso en aras de un turismo predatorio.
Dependemos de un sistema educativo ineficaz pero altamente doctrinario, pocos tenemos la fortuna de cultivarnos en ambientes autodidactas y transmitir esa libertad a nuestros hijos para que ellos procuren un pensamiento crítico.
¿Cómo confiar en la consciencia de cualquiera que pretenda sostener que México es soberano? o es un multimillonario corruptor del sistema, es un oportunista, se está burlando, o es un soberano pendejo.
Hoy más que nunca, y derivado de los resultados de las elecciones en USA, más mexicanos dan por fin cuenta de la dependencia ¡total! que padecemos, tanto de un imperio como de un grupo oligárquico. Es necesario iniciar el verdadero camino a la soberanía, el camino a la autosuficiencia, difícil será y mucho.
Pero el primer paso es reconocer qué, definirnos como soberanos es de una soberbia colosal.
-Victor Roccas