Por Aurelio Contreras Moreno
Prácticamente no hay día que no se registre un bloqueo en la capital del estado de Veracruz por parte de inconformes porque el gobierno estatal no les paga.
Entre acreedores, burócratas, maestros y los oportunistas que llegan a sumarse al espectáculo del caos urbano, un día sí y otro también hay protestas que desquician la ciudad de Xalapa y que a veces se extienden a otras localidades, con toma de carreteras incluidas.
El problema es simple de identificar, pero casi imposible de solucionar. Veracruz está en un virtual estado de quiebra financiera, provocada por lo que ya todos sabemos: el brutal saqueo al que sometió a la entidad el régimen del prófugo de la justicia Javier Duarte.
Este martes, el pago del salario de los burócratas estatales se retrasó una vez más durante todo el día por falta de solvencia financiera, aunque el pretexto perfecto fue responsabilizar a los manifestantes que bloquearon la Secretaría de Finanzas y Planeación y obstaculizaron los trabajos de dispersión de los recursos.
Pero en lo que se esperaba el depósito de la nómina del gobierno, un sinfín de rumores circularon por todas las vías, producto del nerviosismo de los afectados y de la “mala leche” de los interesados en generar todavía mayor incertidumbre e inestabilidad.
El gobierno estatal probablemente logre sacar el pago de los salarios de sus empleados esta quincena. Se antoja complicado para la próxima, la última que le correspondería cubrir a esta administración. Pero el escenario es de verdadero terror para la primera quincena de diciembre, cuando ya sea responsabilidad del gobierno de Miguel Ángel Yunes Linares.
Este martes, el gobernador electo tuvo que reconocer lo que ya sabían pero no querían mencionar abiertamente: no hay dinero para cubrir los compromisos salariales ni los aguinaldos de la burocracia estatal en el último mes del año, lo que augura un escenario de colapso total en la entidad si no se encuentra una solución.
Sólo que eso es lo más complicado. Entrevistado por el periodista Joaquín López Dóriga para su noticiario radiofónico, Yunes Linares admitió que necesita entre 20 y 25 mil millones de pesos para que su administración arranque, así como unos ocho mil millones para cubrir los compromisos salariales de fin de año. Un mundo de dinero que, evidentemente, no está disponible en caja.
Sin embargo, ya no basta echarle la culpa a la nefasta administración de Javier Duarte de Ochoa. El daño está hecho y las responsabilidades penales por el mismo están en vías de serle fincadas a los culpables. Pero eso no resuelve el problema de fondo.
Tampoco sería válido ni útil que se someta a presiones políticas como las de las últimas semanas a la administración saliente. Miguel Ángel Yunes ya colocó en Finanzas a una integrante de su equipo, ya tomó el control de esa oficina. Sabe bien que no es cuestión de voluntad, sino de liquidez.
Yunes Linares tiene claro que solamente la Federación puede ayudarlo. Pero el gobierno de Enrique Peña Nieto no se ve dispuesto a salvar de la quema a un gobierno estatal panista. O al menos, no fácilmente ni a cambio de nada.
Se trata de una bomba de tiempo cuyo reloj estuvo sonando en cuenta regresiva todo el año y que ahora está a punto de estallarle en las manos al nuevo gobierno, que hasta el momento no ha dado luces ni certezas sobre qué es lo que va a hacer.
Y si explota, no va a haber excusa que valga.
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